Elogio de las armas

El nacionalismo es una forma de activismo político. Es un instrumento que sirve para reunir adeptos, encontrar causas, triunfar en elecciones y ganar dinero en nombre de la nación.

JAIME DARÍO OSEGUERA MÉNDEZ

Pocas palabras se pueden expresar para repudiar y condenar las escenas de violencia absurda que nos trae la guerra ya sea en Ucrania que en Palestina. Lo mismo en África que en la antigua Persia. Las imágenes denigran nuestro estatus de civilización. Exhiben nuestras miserias o las de quienes apelan al recurso de la guerra para vivir, y también para morir.

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¿Quien gana en la guerra? Los conflictos geopolíticos tienen un contenido histórico, que se activa y desactiva por asuntos políticos, algunas veces reales, otras coyunturales. Siempre en beneficio o por los apetitos de pequeñas élites, violentas siempre ambiciosas de honores, gloria y dinero.

El nacionalismo es una forma de activismo político. Es un instrumento que sirve para reunir adeptos, encontrar causas, triunfar en elecciones y ganar dinero en nombre de la nación.

Es una especie de apagador que se activa y desactiva al antojo de los poderosos. No hay que subestimar ni desconocer las causas ideológicas, teológicas, étnicas, filosóficas y políticas reales de los conflictos, pero el recurso de la guerra, su atractivo y el elogio de las armas, es simplemente el gran negocio de la industria armamentista.

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¿Quiénes se benefician de la guerra? De manera directa los que venden armas. Países o empresas multinacionales. No importa. Son lo mismo.

Los diez países que exportaron la mayor cantidad de armas entre 2018 y 2022 son: Estados Unidos con el 40% de las exportaciones en el mundo. Le sigue Rusia con el 16%; los dos gigantes de la post guerra fría hacen más de la mitad de las exportaciones de armas en el mundo.

Les siguen Francia con 11 por ciento, China 5.2, Alemania 4.2, Italia 3.8, Inglaterra 3.2, España, Corea del Sur e Israel con el alrededor del por ciento de la exportación mundial de armas cada uno.

La primer conclusión posible es que son estos países los principales beneficiados por la proliferación de armas en el mudo y por lo tanto, quienes están más interesados en su venta. El conflicto es su negocio y también la violencia provocada en los países a quienes se distribuyen armas.

El gasto de los países en la industria militar se duplicó en el mundo en solo 20 años. Dos décadas en las que se tuvo una expectativa de prosperidad y desarrollo internacional basados en la cooperación entre países, asumiendo que el final de la guerra fría podría por fin traer bienestar a todos los países.

Francis Fukuyama lanzó su proclama del fin de la historia alardeando que la caída del comunismo estalinista era la señal del nuevo momento de avance de la humanidad a manos del liberalismo.  La historia sigue siendo similar, solo con cambio de demagogos y la guerra sigue presente, beneficiando a los países lideres del mundo libre.

Llama la atención que, cuando observamos la estadística de los países con el mayor gasto militar en el mundo, después de los Estados Unidos entra China, mandando en tercer lugar a Rusia, India y Arabia Saudita en los cinco primeros lugares. El aumento en el crecimiento económico, siempre trae aparejada la tentación de incrementar el gasto militar. Así lo dice la historia y la estadística.

El asunto se agrava en perjuicio de las regiones en conflicto, cuando observamos el gasto militar de los países como porcentaje de su Producto Interno Bruto (PIB). No extraña que en primer lugar aparezca Ucrania cuyos gastos militares ascienden al 34% de su producto. Es decir de todo lo que produce el país, una tercera parte se gasta en la industria militar; una atrocidad, una barbaridad justificada por la invasión Rusa.

Llama la atención que Arabia Saudita, Qatar, Omán, Argelia, Kuwait e Israel son los siguientes en esta lista de los países que gastan mas dinero en armas o en la industria militar como porcentaje de su PIB. Son justamente los países que se encuentran en medio del conflicto entre Israel y Palestina: la más cruda expresión de la disputa histórica entre judíos y árabes que ha marcado la historia de la humanidad.

Quienes gastan más en la industria militar (como porcentaje de su producto), no son los países más desarrollados, no son democráticos sino autocráticos, gobernados claramente por dictadores.

¿Se puede justificar a Putín y su invasión a Ucrania con el argumento de la amenaza a su seguridad nacional? ¿De qué forma calificamos las atrocidades, asesinatos, violaciones, secuestros de Hamas, brazo armado de los radicales palestinos? ¿Es correcta la reacción judía para arrasar Gaza?

¿Quiénes ganan con la guerra? Las cinco principales empresas productoras de armas en el mundo son de los Estados Unidos y todas tienen unas ganancias monumentales que crecen cuando hay conflicto, muerte y destrucción; después de ellos, ahí vienen los chinos. Es claro que una mayor presencia militar de los países es concomitante con mayores ganancias del pastel económico y político que se reparte globalmente.

El conflicto denigrante para la civilización entre Hamas y el gobierno de Israel, del que conocemos al día atrocidades, está alimentado por un odio histórico, pero hoy se encontraron de frente, las facciones políticas más radicales de cada lado; los menos civilizados, los señores de la guerra quienes, directa o indirectamente sirven a la industria militar.

Es la historia trágica de estos días ¿Qué es entonces la civilización? Así resolvió Torres Bodet:

Un hombre muere en mi/ siempre que un hombre/ muere en cualquier lugar/asesinado/ por el miedo y la prisa de/ otros hombres.

Poderoso,  preciso, Torres Bodet cuestiona la naturaleza de la guerra y el odio. Continúa el poeta:

Un hombre muere en mi siempre que en Asia/ o en la margen de un río/ de África, o de América,/ o en el jardín de una ciudad de Europa,/ una bala de un hombre mata a un hombre/ Y su muerte deshace todo lo que pensé haber levantado en mi,/ sobre sillares permanentes.

Súbitamente arteras,/ las raíces del ser nos estrangulan./ Y nada está seguro de sí mismo… /¡cuando hay hombres que amasan/ el pan de su victoria/ con el polvo sangriento de otros hombres!