Jaime Darío Oseguera Méndez La cumbre sostenida en México con Estados Unidos y Canadá, presidida por los Jefes de Estado de los tres países, ha generado todo tipo de opiniones positivas, sobre un futuro alentador para México en la región. Nunca es deseable tener una posición indigna como país; menos ante los Estados Unidos el vecino incómodo, fuente de muchos de nuestros agravios históricos, emblema del imperialismo, potencialmente abusivo y gandalla; desproporcionadamente asimétrico pero vecino al fin, y principal socio comercial. Tal vez no hemos sabido aprovechar la presencia de un tercero, crecientemente importante como es Canadá, que en los últimos años ha aumentado sus niveles de inversión en México, interesándose por lo que ocurra en nuestro país. El encuentro fue jocosamente bautizado como la reunión de los “Tres Amigos”; y más allá de lo anecdótico, hay que reconocer la capacidad del gobierno para traer la cumbre a México. Hacía muchos años que no venía un Presidente de los Estados Unidos. Biden debe tener muy clara la importancia política electoral que representa un buena relación con México y en particular con López Obrador. Está muy acreditado que los paisanos que viven y votan allá, siguen teniendo una gran simpatía por el Presidente mexicano. Una actitud comedida hacia el país, le reditúa a Biden votos en Estados Unidos. Cada nación asiste a estas reuniones con posturas bien definidas. Se cabildea y negocia sobre el contenido de las discusiones, los temas, los pronunciamientos y los eventuales acuerdos, de manera que cuando los Presidentes se encuentran cara a cara, prácticamente todo esta “planchado”. Aún así no fueron tan fáciles las pláticas entre López Obrador y Biden. Sin ser groseras, cada uno estableció sus límites: el presidente mexicano le pidió más apoyo para el desarrollo de la región; Biden respondió que es el país que más dinero envía a los países en desarrollo en todo el mundo: el asistencialista y el imperialista. Trudeau, el liberal, simplemente pidió más desarrollo para la región. En la agenda dominan los temas migratorio y económico. En los años recientes se han endurecido las políticas migratorias en Estados Unidos, casi siempre como parte de una estrategia electoral. Demócratas o Republicanos siguen la misma línea en el caso de las deportaciones. Aunque parezca difícil de creer, la administración de Obama (demócrata) que parecía más sensible a tolerar la migración, deportó un millón más migrantes que su antecesor Bush (republicano). En total fueron tres millones, cifra que supera en promedio a Trump. Son los demócratas, quienes parecieran más amigos de México, quienes ejercen una línea más marcada de deportaciones. La cordialidad de la reunión provocó una revaluación del peso, que encontró su mejor nivel en muchos meses. Eso significa que los inversionistas internacionales y los mercados de la especulación ven que no hay tanta desconfianza en el gobierno de López Obrador. Ese fue el espaldarazo que le dieron ambos mandatarios: vamos a seguir trabajando para que en México se puedan establecer nuestras empresas. En el fondo los tres países saben que es mejor tener desarrollo en México que mantenerlo en la pobreza. Ese subdesarrollo es el que origina violencia, migración tráfico de armas, personas y contrabando. Una zona económica que tenga mayores niveles de ingreso, beneficia a quienes venden productos. Eso quieren en Estados Unidos y Canadá. El objetivo de establecer la región más competitiva del mundo, viene desde las negociaciones originales del Tratado de Libre Comercio a inicios de los noventa. Son claros los avances y beneficios que se han logrado desde entonces en materia de comercio y, tal vez la asignatura pendiente sea el reparto de los beneficios de ese impresionante aumento en el intercambio. Sin el Tratado de Libre Comercio entre los tres países, los efectos de la pandemia en México hubieran sido devastadores y tendríamos menos desarrollo. El comercio exterior aumenta de manera consistente con el Tratado, representando una de nuestras principales fuentes de ingreso. Estados Unidos es nuestro principal socio, si cerraran las fronteras el daño sería dramático. Canadá puede ser otro gran destino para nuestros productos. El tratado comercial está más vivo que nunca, para beneficio de los tres países. Para el primer ministro de Canadá, notable y contrastantemente joven respecto de los otros dos, el tema central es sacar provecho de las ventajas económicas en la región. Tiene que ver con ellos mismos, en el aumento de sus inversiones, transferencia de tecnología y la eliminación de restricciones al comercio. También ha sido muy enfático en promover energías limpias, lo cual choca con las reformas emprendidas recientemente por el gobierno en materia energética. México debería aprovechar la experiencia canadiense en materia de energías limpias para trazar una ruta hacia el futuro. López Obrador no lo ha querido así, argumentando con cierta razón, que las reformas energéticas de los anteriores gobiernos, si bien tenían un discurso ambientalista, en la realidad fueron diseñadas a modo para que las empresas privadas recibieran grandes beneficios. Algunas de ellas son canadienses. No hay de otra, el futuro es de economías limpias impulsadas por energías renovables y dejando en el pasado el consumo de fósiles que son altamente contaminantes. El tema del tráfico de drogas, armas y la violencia están presentes de manera inevitable, aunque no siempre se traten en público. No habrá mayor cambio mientras los gringos nos sigan mandando armas y consumiendo drogas. Y aunque parezca extraño, China también estuvo presente en la reunión. Los tres amigos saben que deben promover la industria de semiconductores y chips. Mientras sólo sean los chinos quienes tengan el control de ese mercado, ellos manejan el ritmo de la producción industrial al nivel mundial. Tenemos una gran ventaja competitiva en la región. Fue una gran reunión para México.