JAIME DARÍO OSEGUERA MÉNDEZ Los bancos son una de las peores pesadillas en México. Lejos de ser un puntal para la economía, el sistema financiero caro, burocratizado e ineficiente, representa un obstáculo para los negocios y contribuyentes pequeños, los de a pie. Hay que decirlo con mesura: no son el único problema para el crecimiento económico, pero no representan la palanca que necesitamos para que el país retome una senda de desarrollo. El sistema bancario tiene muchas funciones: acopia información, genera bolsas de recursos para inversiones, financia proyectos conel dinero de los ahorradores y facilita el intercambio de productos y servicios. Hoy la realidad es que se han vuelto lentos, pesados, caros y pareciera que funcionan en la arbitrariedad total, sin restricción ni supervisión alguna. Hay que hacer un poco de memoria. En su último informea inicios de los ochenta, el Presidente López Portillo, entre lágrimas y estridencia, sorprendió al país diciendo que “nos habían saqueado” y como consecuencia había decidido nacionalizar la banca. Fue un momento delicado en la relación del gobierno con la iniciativa privada y con el capital financiero internacional, que contaba con grandesintereses, como los tiene ahora en el mercado financiero mexicano. En ese momento los banqueros se habían aprovechado de información privilegiada para hacer negocios ante la devaluación del peso frente al dólar y sacaron su dinero del país, en lo que se conoció como la gran fuga de capitales; cambiaron sus deudas y sus pesos a dólares con lo que en un par de días habían dejado temblando al sistema financiero en su conjunto y se enriquecieron. Los tres sexenios posteriores, de manera pausada, un poco en la penumbra que da la complicidad, se les fueron regresando los bancos a los principales grupos empresariales del país, asociados con el capital financiero internacional, primero de manera velada y ahora de forma explícita por las presiones de las grandes corporaciones mundiales y se volvieron a entregar básicamente a los mismos que los tenían antes; además se integraron un puñado de nuevos ricos y, desde luego las instituciones financieras importantes del mundo. Hoy el panorama es diferente, hay muchos bancos compitiendo pero al ahorrador en pequeño no le ha beneficiado; al consumidor de productos básicos de los bancos le dan un trato pésimo, caro, tramposo y con muchos engaños. Hablamos de pólizas de seguros que no pide el consumidor, cargos que no reconoce, filas interminables en los bancos, cajeros con cargas estratosféricas y comisiones inexplicables, absurdas y arbitrarias. Así funciona el sistema al nivel de abajo, en el individuo de a pie, el que sostiene el sistema. En un modelo con muchos bancos, teóricamente el consumidor sacaría ventajas de tener más productos y seleccionar a quien le diera mejor servicio. Bajo la ley de la oferta y la demanda el sistema debería darle grandes ventajas a los contribuyentes. No es así. Se requiere un sistema financiero que sea negocio para los dueños pero no a costa de la expropiación del dinero de los contribuyentes y la depredación de sus ahorros. El sistema de intermediación financiera es indispensable para un país. En palabras simples, funciona por la capacidad que tienen las instituciones bancarias para recibir dinero de ahorradores y entregarlos vía créditos a potenciales deudores. En el fondo es así de simple. Este mecanismo permite seguridad en quienes tienen un excedente de dinero guardado y no lo quieren invertir por la razón que sea, para trasladarlo a otros contribuyentes que lo necesiten para comprar una casa, carro, pagar deudas, apalancar sus empresas o cualquier movimiento patrimonial. Son los pequeños ahorradores, aglutinados en miles o millones de cuentas, quienes terminan financiando a medianos y grandes empresarios. Es entendible que la transacción tenga un costo pero debería ser razonable. Es un negocio que se ha desarrollado y sofisticado a lo largo de cientos de años, desde que los mercaderes de las antiguas ciudades del oriente medio o el mediterráneo desarrollaron un sistema de intercambio, depósitos y garantías para que fluyera el comercio. La teoría económica dice que las diferentes maneras en que se realiza la intermediación financiera, los productos que los bancos ofrecen, los costos, la calidad en los servicios, la distribución geográfica y la capacidad para impulsar actividades productivas seguras o de riesgo, explican las diferentes tasas de crecimiento económico de los países. Donde hay un sistema financiero seguro, sólido, bien distribuido, eficiente y competitivo se desarrollan más actividades productivas, crecen los países y hay bienestar. Hoy en México habrá que revisar la manera como funcionan los bancos porque, insisto, cobran comisiones arbitrarias, no están distribuidos en los puntos alejados donde la gente necesita y en general, su servicio es de baja calidad. Tampoco es que le paguen muy bien a sus empleados. Al menos en las últimos tres décadas los bancos dejaron de ser los patrones generosos que los distinguían de entre otras instituciones incluyendo el gobierno. Sus empleados tenían condiciones de seguridad social altamente apreciadas, salarios atractivos y condiciones laborales o de pensión muy favorables. Se consideraba una altísima distinción trabajar en cualquier nivel de la cadena de la banca. Hoy se ve a los empleados, cansados, ajetreados, enfadados, por las cargas de trabajo a que son sometidos. Una de las pocas cosas que me han parecido congruentes de Morena, fue la iniciativa para obligar a los bancos abajar sus comisiones y ponerles un alto.Ya no han dicho nada.En eso deberían trabajar los Diputados Federales y en darle más capacidad a la CONDUSEF para proteger a los ahorradores de tantos abusos y arbitrariedades. Si quieren controlar todo, deberían empezar por donde es necesario y no perder fuerza en pequeños infiernitos.