Jaime Darío Oseguera Méndez El sistema de representación política se encuentra en una crisis de fondo. Para ser más exactos, a pesar de que el sistema electoral en su conjunto parecía haber avanzado rumbo a una mayor credibilidad, los partidos políticos siguen siendo el Talón de Aquiles del modelo político en México. No hay señales de que esto se recomponga. Menos en este permanente golpeteo y polarización con la que Morena y su bloque político se enfrasca contra los partidos emblemáticos del viejo régimen: PRI, PAN y PRD. Esta semana se aprobó una reforma a la Ley de Partidos Políticos, “para que las fuerzas políticas puedan devolver el financiamiento que obtienen del erario público en cualquier momento.” Hay varios temas interesantes en este acto legislativo que pareciera insignificante. Lo primero, es que se aprobó por el bloque mayoritario de Morena, Verde y PT, esta vez acompañados por el PRI. Vamos a ver si esta es una decisión que perfila un nuevo acomodo entre los partidos y, en el fondo la separación del tricolor del bloque opositor. Es una vergüenza si el PRI se ostenta como el disidente para tronar la alianza opositora con el PAN y el PRD. La única razón para un acuerdo de esta naturaleza es que dejen de molestar a la “mafia del poder” a la que cada que se le complican las cosas recurre el gobierno en búsqueda de la popularidad perdida. Sería una infamia y un profundo acto de deshonestidad histórica, intelectual y política, votar con el Presidente a cambio de impunidad para algunos de los que desacreditaron al PRI por sus actos de corrupción. Aquí vamos a conocer a la Dirigencia Nacional. Por los corruptos, ojalá que sí los metan a todos a la cárcel. Aquí vamos a conocer al Presidente. Este asunto de “regresar en cualquier momento las prerrogativas” se ha percibido simplemente como una estrategia electoral. Quien lo ha promovido es Morena, asumiendo que con el posicionamiento del Presidente le será suficiente para ganar las elecciones por venir. En un país como este con tantas carencias y pobreza, sugerir que los partidos regresen el dinero que les corresponde tiene una connotación política muy poderosa. El sólo hacerlo para una buena causa como comprar vacunas en pandemia o apoyar damnificados en tal o cual desastre natural, sin duda alguna generará votos. El PAN que se ha constituido en el único partido en verdad opositor, manifestó que la reforma es innecesaria, porque ya existen los mecanismos y procedimientos para que esto suceda y, al querer hacerlo “en cualquier momento” el partido que lo ha promovido, es decir Morena, cuenta con la ventaja de la propaganda y será motivo de promoción electoral. Tal cual. Lo cierto es que existe poca confianza y gran desprestigio de los partidos entre los ciudadanos. Hay dos razones fundamentales, el costo del sistema y la falta de resultados. Las prerrogativas asignadas a los partidos políticos para el 2022, son de casi seis mil millones de pesos. Es una cantidad estratosférica, ridícula en un contexto de tantas necesidades para niños con cáncer, apoyos a la educación, vacunas para la pandemia y muchos etcéteras más. No hay duda de que el sistema de partidos políticos en México se debe fortalecer pero al mismo tiempo dejar de recibir tanto dinero. No es una contradicción. Deberán ser más creativos y más cercanos a la causa de la gente. Evitar el clientelismo político y el despilfarro. El partido representa la ideología y el programa. El proyecto antes que el hombre como dijo Reyes Heroles. Hay que dejar de darles dinero para evitar que sea el gran negocio que hoy es. Hacerlo sin que eso implique preferenciar o beneficiar al partido del gobierno. Debe ser poco a poco, con reglas claras y siempre privilegiando el piso parejo que exige una competencia democrática. También, lo he dicho antes en este espacio, hay que aumentar el porcentaje mínimo de votos requeridos para que un partido reciba financiamiento y plurinominales, de los que también vale la pena discutir sobre su extinción. El triunfo de opciones sin discursos, candidatos o programas tradicionales, es el desafío para la transformación de los partidos. La gente no los ve bien. El afianzamiento y la aceptación de nuevas identidades políticas, tribus urbanas o la aparición y fortalecimiento de ciertas comunidades colectivas que han tomado mayor fuerza reciente, provoca que los partidos no sean el destino para que los ciudadanos puedan hacer valer sus opiniones. Es decir, por ejemplo, no es necesario afiliarse a un partido verde para militar en causan ambientalistas o ecologistas. Tampoco para simpatizar con las causas feministas. Tampoco hay que confundirse. El desprestigio de los partidos políticos no es una consecuencia del aumento en la presencia y movilización de la sociedad civil organizada en nuestro país. Aunque eso deberá ser motivo de otro análisis. Cualquier país democrático necesita un sistema de partidos fuerte. Lo mismo de una sociedad civil movilizada, más aún hoy que los medios y las redes permiten obtener e intercambiar información al momento. En resumen, hay que reducir el dinero que se les da a los partidos, con un modelo de piso parejo, en el que no se gaste en cuestiones innecesarias. Que se distribuya en cosas importantes y urgentes el dinero del sistema electoral, incluyendo el que se le asigna a la autoridad. Es urgente aumentar los requerimientos para la existencia y permanencia de los partidos y obligarlos a que estén cerca de la gente, lo que va a fortalecer el sistema electoral. De esa manera, si quieren regresar el dinero, en el momento que sea, será un acto meramente altruista y no un ejercicio de propaganda electoral.