Trump, ¿a la cárcel?

Las elecciones primarias están de hecho corriendo y Trump, ha hecho campaña electoral defendiéndose de los Tribunales.

Jaime Darío Oseguera Méndez

El debate político provocado por las acusaciones judiciales que pesan sobre Donald Trump, se ha arreciado esta semana con la posibilidad real de que sea detenido. Así, aunque parezca de ciencia ficción, se ha comentado con insistencia que Trump podría ir a la cárcel esta misma semana.

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Se le imputan acciones que presuntamente constituyen delitos antes y durante su administración. Es obvio que se trata de una forma de disminuir su presencia política de cara a las elecciones del próximo año.

Aunque parezca increíble, Donald Trump tiene todas las posibilidades de ser el candidato Republicano a la Presidencia de Estados Unidos y ganar, fundamentalmente porque no tiene oposición. El mayor contendiente parece ser el Gobernador de Florida Ron De Santis, quien ha salido tímidamente a la arena política nacional, sin expresar con la claridad su deseo de participar por la Presidencia del aún país más poderoso del mundo.

Las elecciones primarias están de hecho corriendo y Trump, ha hecho campaña electoral defendiéndose de los Tribunales.

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Odiado y querido en los extremos, seguramente los señalamientos en su contra van a reforzar su aspiración entre sus seguidores quienes no dudan que se trata de una persecución; si no lo llevan en realidad a los tribunales, sólo lo van a fortalecer.

Las acusaciones especificas que se sustancian en Nueva York, refieren que Trump habría pagado la millonaria suma de 130 mil dólares de manera secreta, a una estrella de cine porno, para que no declarara haber sido contratada por servicios de prostitución antes de la elección del 2016 previo a ser presidente.

Se dice que Trump contrató los servicios sexuales de Stormy Daniels, protagonista de películas pornográficas antes de su campaña anterior en la que ganó la presidencia. Posteriormente, cuando surgieron las acusaciones, supuestamente Trump pagó dinero por su silencio, lo cual configura varios delitos: perjurio, falsas declaraciones ante la justicia, obstrucción de justicia, por no permitir a los tribunales que se conociera la verdad y otros cargos relacionados.

No es la única acusación contra el ex presidente. Se le acusa que en el conteo electoral del 2020 pretendió influir en los funcionarios electorales para cambiar el conteo electoral en algunos estados, particularmente Georgia, abriendo con ello la posibilidad de anular o revertir el resultado completo de su derrota ante Joe Biden, lo cual también es un delito.

Se le acusa además de financiamiento ilegal a las elecciones lo que finalmente constituye un fraude electoral, delito que en Estados Unidos si es verdaderamente perseguido y sancionado.

Antes de eso, se le había acusado y se investigó, en el origen de su fortuna, una serie de actos presuntamente constitutivos de fraude fiscal, lo que le permitió evadir impuestos por millones de dólares.

Toda una estrella Donald Trump: evasión fiscal, financiamiento electoral indebido, fraude electoral, proxenetismo, prostitución, perjurio, uso indebido del servicio público, toda una ficha.

Con esta lamentable carta de presentación vienen los Estados Unidos a hablar de la política de otros países. No tienen ningún tipo de legitimidad. Su sistema electoral deberá sufrir cambios importantes porque se encuentra en la más grave crisis de los últimos años.

Más aún, el hecho potencialmente cercano de que un tipo así se convierta nuevamente en el Presidente de los Estados Unidos habla del deterioro sustantivo en la cultura política de ese país.

La relación entre la política con la ética y la moral ha sido tal vez una de las preocupaciones más antiguas de la filosofía. Desde los griegos hasta la actualidad se ha hablado de la virtud de gobernante como un ingrediente central en el sistema político.

El fundamento moral de la política reside en su legitimidad y ésta descansa en la Ley, por lo tanto, el cumplimiento de la norma, cualquiera que sea su contenido es central para que el sistema funcione. Unos mandan y otros obedecen por el estatuto, por mandato de la ley.

Si no se respeta la ley, que es lo que da vida al sistema electoral moderno, entonces las elecciones no sirven o no se necesitan. Es un fraude a la ley realizado previo a las elecciones. Esa es en el fondo la discusión:

Trump ha pedido a sus seguidores y simpatizantes manifestarse para impedir que se cumpla eventualmente con el mandato legal, lo cual es un desafío al sistema. Nunca se ha dado el caso de que algún expresidente de los Estados Unidos sea detenido. Se trata por lo tanto de un hecho que puede marcar historia. Vamos a ver de qué están hechos los tribunales en ese país.

En resumen, cuáles son las claves para entender lo que pasa en Estados Unidos y que, aunque no tienen relación con nuestro país debemos observar con pertinencia para que no nos ocurran.

Primero, la legitimidad de la elección se encuentra manchada desde antes por señalamientos entre los contendientes que perturban, debilitan y desacreditan aún más la política. No será raro que el abstencionismo sea el factor relevante en la siguiente elección, con la implicación de que ese fenómeno posiblemente ayude a Trump si llega a la boleta.

Segundo, el resultado electoral estará sujeto a los tribunales en materia penal. Las elecciones no son más un asunto político sino criminal y entonces los votos no importan en el fondo, porque se trata de ver quién es más capaz de burlar la ley y salirse con la suya. La voluntad popular relegada por el crimen organizado en el país más poderoso del mundo.

Tercero los ciudadanos quedan indefensos ante este espectáculo denigrante. La confirmación de que la clase política esté comandada por pillos, y que en cualquier momento pueden surgir verdades ocultas que constituyen delitos, debilita nuestra propensión a cumplir la ley.

Cuando el ciudadano ve que aquellos que juran cumplir con la Constitución no lo hacen, simplemente no existe respeto por la ley. Eso les está pasando. A ver cómo lo resuelven.