Jaime Darío Oseguera Méndez El 8 de noviembre, en unas cuantas semanas, habrá elecciones en Estados Unidos para renovar un tercio del Senado (34 de 100 escaños) y la totalidad de la Cámara de Representantes que corresponden a 435 asambleístas federales. Este es el momento de mayor efervescencia electoral, cuando se miden las fuerzas de la opinión pública, aumentan los señalamientos, se difunden las falsedades y se polariza la sociedad. La elección será una forma de medir la aceptación de la fórmula que representan Joe Biden y Kamala Harris, exactamente dos años después de haber conseguido el triunfo electoral en 2020. Ellos, Biden y Kamala, no están en la boleta pero serán calificados, junto con el Partido Demócrata por su actuación al frente del país más poderoso del mundo. En este momento las encuestas no los favorecen. Se prevé una elección sumamente competida. Los demócratas esperan conservar mayoría que obtuvieron en el 2020 en ambas Cámaras: de los representantes (diputados) y eventualmente lograrla en el Senado. En ambos casos es muy endeble y todo parece indicar que está en riesgo. En el Senado, ambos partidos tienen cincuenta miembros pero la vicepresidenta Harris cuenta con voto de calidad definiendo en favor de los demócratas en caso de empate. Así de cerrado está el escenario electoral, lo cual es un reflejo de la polarización que también se vive en Estados Unidos: una sociedad dividida. En este panorama Donald Trump y su controvertida personalidad tienen mucho que ver. En las elecciones del próximo mes, se definirá el rumbo de los Estados Unidos porque si repuntan los republicanos, entonces Trump tomará un nuevo impulso en su búsqueda de la Presidencia. Se ha pasado estos dos años haciendo campaña y cuidándose de los señalamientos diversos por sus contrincantes: evasión de impuestos, omisión de incumplimiento de la ley y hasta manejo indebido de documentos confidenciales de la Presidencia. Por varios frentes lo están atacando, pero si los republicanos logran mayoría en las elecciones de noviembre, una de las lecturas serán que el votante no cree en las acusaciones a Trump y, sean ciertas o no, pueden perder fuerza dependiendo del resultado electoral. El otro gran tema que se juega en el resultado electoral de noviembre, es la posibilidad de que por fin proceda un Juicio Político contra Donald Trump con lo que se le cerraría el paso para volver a competir por la Presidencia. En la actualidad las audiencias en el Congreso han apuntado a culpar a Trump de omisión y de motivar el asalto a la Casa Blanca en el 2020 poniendo en riesgo a los asistentes entre los que se encontraba el entonces Vicepresidente Pence, solo que los demócratas no tienen el número suficiente de votos para que proceda un juicio político contra Trump. No es menor este asunto. Si Trump vuelve a ser candidato cuestionando las decisiones de gobierno, el escenario puede jugar en su favor, con la falta de crecimiento económico, la poca credibilidad en Biden, eventualmente podría volver a ganar. La retirada de las tropas de Afganistán, la gran cantidad de muertos producto de la pandemia, la desaceleración de la economía, son sólo algunas criticas contra los demócratas y que pesan en el ánimo de los electores libres, los que no son de ningún partido; quienes terminan definiendo las elecciones. En las primarias de varios estados, los votantes republicanos eligieron a personajes cercanos o impulsados por Trump. Lo anterior implica el reposicionamiento de grupos supremacistas y extremistas en la carrera por la Casa Blanca en el 2024. Trump y los republicanos no sólo critican a Biden sino se mofan de sus decisiones, y de su necesidad de que lo respalde Obama para hacerse de votos. La edad de Biden juega en su contra. Los republicanos están generando esta percepción de que estaría muy veterano para ir a otro período presidencial y perderán irremediablemente. Veremos si lo logran. También 36 estados elegirá nuevos gobernadores, lo cual podría cambiar el mapa político del país. Son varios los elementos que estarán presentes en la decisión de los electores. Por un lado, los altos niveles de inflación han generado desconfianza en el gobierno de los Estados Unidos, porque el aumento de los precios provoca incertidumbre, disminuye el crecimiento económico y le da sentido a la idea de que los demócratas no saben conducir al país. Para México, la elección va a generar muchos efectos diversos. Por un lado, el Congreso será con quien eventualmente corresponda renegociar en los paneles de discusión del Tratado de Libre Comercio. Si llegan personajes muy conservadores, antiinmigrantes o declaradamente en contra de nuestro país, nuestras negociaciones serán mucho más complicadas y aumentará la presión sobre temas que no necesariamente son comerciales como el narcotráfico y la violencia en México. Por otro lado estará presente la discusión migratoria que es una bandera para los políticos anti mexicanos en Estados Unidos. Nada menos hace unos días el propio presidente López Obrador tuvo que manifestar su interés de controlar en las dos fronteras mexicanas el movimiento masivo de migrantes de paso por nuestro país hacia Estados Unidos. Si ganan los republicanos, estarán muy tentados a manejar políticas anti inmigrantes que pueden afectar la presencia de millones de mexicanos en el otro lado de la frontera, muchos de los cuales se verán obligados a regresar, con el impacto que eso tiene para nuestro país. Lo cierto es que para Estados Unidos se trata de elegir entre dos modelos de país. Los demócratas hacia políticas más igualitarias, de equidad, apertura comercial, progresistas, con apoyo para el sistema de seguridad social, combate a la producción y venta de armas y los republicanos mas vinculados con temas de libertad económica, reducción de impuestos, conservadurismo político, armamentistas y hasta menor aprecio por el comercio libre con el mundo. Las próximas dos semanas serán cruciales y ya veremos que deciden los electores.