Jesús Silva-Herzog El fiscal Gertz ha abierto un nuevo camino para el régimen. El Presidente no lo rechaza y da los primeros pasos en esa dirección. Le parece que ese sendero coincide con su proyecto fundamental y se siente alentado por la indignación que provoca. Las críticas que ha recibido por todos lados, lejos de hacerlo recapacitar, lo envalentonan. Si todos ponen el grito en el cielo significa que vamos bien. Se trata, en efecto, de un camino nuevo. Conocemos bien las dos rutas que ha preferido el Presidente: el hostigamiento y la asfixia presupuestal. Ahora descubrimos la disposición del "nuevo régimen" a seguir usando los instrumentos coactivos del Estado para destrozar a sus enemigos y enviar un mensaje de intimidación. Se trata de un cambio alarmante. No es propio de un gobernante democrático emplear su palabra para hostigar cotidianamente a los críticos. Eso es lo que hace a diario: hostilizar, agredir, ofender, difamar. No se dedica a debatir o a oponer razones distintas a las de sus críticos. Lo que hace es intimidar desde la cúspide del poder a todo discrepante, sea historiador, juez, periodista o servidor público. Sabemos también que el presupuesto ha sido un instrumento para debilitar a quienes tienen la mala costumbre de aportar razones distintas para la formación de la política pública. Mientras se premia la lealtad y se financian los proyectos favoritos, se estrangula a los órganos autónomos, se cancelan programas, se aniquilan instituciones. El camino de Gertz es invitación al régimen a soltar los últimos pudores democráticos. Su ruta no es la de la polarización retórica o la de la centralización arbitraria: es la de la persecución judicial. Los pasos que se dan en ese sentido son en extremo alarmantes: emplear los instrumentos del Estado para la venganza personal, para atemorizar todo núcleo de razón independiente. A los científicos, a los académicos, a los gestores de la ciencia a los que persigue el fiscal se les acusa de los peores crímenes y se piden para ellos los castigos más severos. Que terminen su vida en las prisiones más severas que existen en el país. El fiscal hace uso de una legislación que convierte al acusado en un paria, una persona sin derechos plenos. Los antiguos dirigentes del Conacyt, los representantes de una provechosa institución de asesoría científica y tecnológica son descritos por la fiscalía como integrantes de una peligrosísima banda criminal, a tal punto poderosa que han de ser recluidos en los peores calabozos. ¡Estos astrónomos, estos físicos tan perversos y tan poderosos que podrían fugarse! La inquina del fiscal solo encuentra eco en los más enardecidos defensores del régimen -y en el propio Presidente. La jefa de Gobierno de la capital advirtió de inmediato que la furia del fiscal es un "exceso". Todas las instancias académicas, científicas y culturales han reaccionado con alarma. El asunto es motivo de escándalo fuera de México. Las palabras del rector de la Universidad Nacional fueron especialmente relevantes. Registraba el desasosiego que la persecución había generado en la comunidad universitaria y denunciaba con firmeza el despropósito del embate del fiscal y sus "inconcebibles" acusaciones. Pero lo importante, al parecer, no es el impacto que pudiera tener la actuación del fiscal en la opinión pública o en la comunidad universitaria. El Presidente le tiene confianza al defraudador intelectual que invadió el Sistema Nacional de Investigadores, a pesar del reiterado repudio de sus órganos técnicos. El Presidente cree todavía que el fiscal es un hombre íntegro. Y cree también que nada había hecho la comunidad científica hasta el buen día en que él asumió la Presidencia y terminó la era de la ciencia neoliberal. La ciencia no es una vía de santidad. No por haber usado el microscopio se está por encima de la sospecha. Pero hay una forma de acercarse al mundo que resulta amenazadora para el poder. No es la lealtad de un grupo, no es la disciplina, no es la defensa de una ideología, sino el respeto de un método que tiene el hábito de ponerlo todo en duda. De hacer preguntas, de formular incesantemente hipótesis, de buscar pruebas. La ciencia es el ámbito que con mayor firmeza resiste el argumento de autoridad. La persecución del régimen no es, desde luego, persecución por indagaciones científicas, pero es el paso más terrible que ha dado el gobierno lopezobradorista para someter la razón independiente.