En el México de Andrés Manuel

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Jonatan S. González

Aristóteles afirmaba que las mujeres, que los hombres, somos naturalmente animales políticos, que llevamos intrínseco el apasionamiento por los asuntos públicos de la sociedad en que habitamos, y la llegada de Andrés Manuel al poder ha evidenciado esa esencia de la que daba cuenta el gran filósofo griego. Lo podemos observar en las redes sociales, en las fiestas familiares, y en la cotidianeidad de nuestros días, cuando presenciamos o participamos en acaloradas discusiones que de política tratan.

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Resulta evidente que a cien días del arribo de AMLO al poder no contamos con indicadores que nos permitan calificar imparcialmente de buena o mala su administración, sin embargo sí nos es posible detectar el ingrediente que actualmente le “pone sabor al caldo” a la política en México: la polarización. Y es que en el México de Andrés Manuel tenemos “de dos sopas”: o estás con el Presidente o estás en su contra. O eres “pueblo bueno y sabio” o eres “fifí”, “conservador” y “neofascista”. O eres bueno o eres malo. En el México de Andrés Manuel no hay grises. O es blanco o es negro.

En el México de Andrés Manuel los buenos aplauden y celebran consultas populares a modo y que no se ajustan a la normatividad constitucional. Los malos apelamos a la legalidad de los actos de nuestras autoridades. En el México de Andrés Manuel los buenos guardan silencio ante el compadrazgo y el nepotismo, cuando de colocar a los amigos (a todas luces ignorantes) en órganos autónomos se trata. Los malos criticamos esas decisiones y compartimos “memes” al respecto.

En el México de Andrés Manuel los buenos se pronuncian a favor de los “superdelegados”, y anhelan la concentración del poder en la figura del Ejecutivo. A los malos nos da pavor la desaparición de los pesos y contrapesos. En el México de Andrés Manuel los buenos sonríen cuando el presidente tacha de corruptas a las organizaciones de la sociedad civil que lo cuestionan. Nosotros los malos lamentamos que no se reconozca la importancia de las mismas y deje de observarse lo mucho que estas han hecho por nuestro país.

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En el México de Andrés Manuel los buenos aprueban la demolición mediática impulsada desde Palacio Nacional por el Presidente en contra de sus “adversarios políticos”, al acusarlos sin sustento ni prueba alguna de corruptos y ladrones. Los malos apelamos a la institucionalidad, al respeto irrestricto del principio de presunción de inocencia del que hasta los ladrones gozan.

En el México de Andrés Manuel los buenos adjetivan de “neoliberales” a las calificadoras que desaprueban los planes en materia energética de la 4T, y exigen airadamente su salida del país. Los malos apelamos a que se les escuche y se analicen las acciones de gobierno en este rubro.

En el México de Andrés Manuel los buenos festejan la desaparición de las guarderías de la extinta Secretaría de Desarrollo Social y de los comedores comunitarios impulsados a través de la Cruzada Nacional Contra el Hambre por ser supuestamente programas clientelares y manchados de corrupción. Los malos lamentamos estas decisiones al considerar que se trataba de programas que realmente representaban un beneficio social y detectamos mayor clientelismo en los programas de López Obrador.

En el México de Andrés Manuel los buenos callan ante el evidente conflicto de interés que significa la llegada de Yasmín Esquivel (esposa de José María Riobóo, contratista cercano a AMLO) a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Los malos apelamos por la independencia de nuestro máximo tribunal de justicia.

En el México de Andrés Manuel tenemos dos bandos ciudadanos: el de los buenos y el de los malos. Los buenos se integran por el 80 por ciento de la población, y son aquellos que aprueban al Presidente; los malos somos una minoría, y la integramos el 20 por ciento que no lo hace.

 

jonatansgonzalez@gmail.com

En Twitter: @JonatanMex_