LA CASA DEL JABONERO | Bad hombres

El fentanilo y otras drogas seguirán inundando las calles de Estados Unidos y siendo la causa de miles de ejecuciones en México, porque al final cada quien paga su precio

Jorge A. Amaral

Sigue la polémica para definir si los cárteles mexicanos son declarados terroristas o no en Estados Unidos, una propuesta del Partido Republicano, el mismo que se queja de la droga que les llega a sus calles pero ha sido omiso ante la facilidad con que las armas provenientes de su territorio llegan a México, todo por obedecer a los intereses, entre otros, de la Asociación Nacional del Rifle.

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Por lo menos desde 2011 los conservadores estadounidenses (por favor, no me confunda con AMLO, esos sí son conservadores) han tratado de que los cárteles mexicanos sean nombrados como organizaciones terroristas. Por ejemplo, el republicano Michael McCaul planteó por primera vez el tema ante el Congreso de Estados Unidos. Ahí, el político presentó su proyecto de ley para que se incluyera a la lista de terroristas a 6 cárteles mexicanos. En marzo de ese año, el texano señaló que “México corre peligro de convertirse en un Estado fallido controlado por criminales, y si esto ocurre, podría convertirse en un santuario para terroristas que, como sabemos, intentan entrar a Estados Unidos a través de nuestra porosa frontera”. Es de entender la opinión del exsenador, pues en aquel momento, 2011, estaba culminando el sexenio de Felipe Calderón, en que el narco se metió hasta la cocina y tomó el control político, social y en gran medida económico de este país. Quizá en ese momento las afirmaciones de McCaul hayan sonado descabelladas, pero el tiempo, con todo y el reciente juicio a Genaro García Luna, le darían la razón.

Ya 6 años después, quien en ese entonces era secretario de Estado de aquel país, Rex Tilerson, habló de que presuntamente se había celebrado una cumbre entre cárteles de la droga de México y organizaciones como el Estado Islámico. El dicho nunca se comprobó formalmente, aunque a nadie le hubiera extrañado, pero a Tilerson y al gobierno que representaba les sirvió para mantener el tema en la mesa.

Aunque desde 2011 se empezó a hablar del tema, la narrativa del narcoterrorismo mexicano adquirió más fuerza y permeó más durante el mandato de Donald Trump y no fue muy difícil lograrlo, pues recordemos que el Culiacanazo y la masacre de los LeBaron hicieron que las flaquezas del actual gobierno federal en materia de seguridad fueran visibles desde Washington. Ese semblante de debilidad sería más visible por el hecho de que al general Salvador Cienfuegos y a Genaro García Luna se les detuvo en Estados Unidos, y esto porque el gobierno mexicano nunca ha podido/querido siquiera acercarse a ellos, pues los labios de esos exfuncionarios son como las tapaderas de las cloacas.

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Hace 4 años, en 2019, otro republicano, Chip Roy, presentó ante el Congreso un proyecto para que el Departamento de Estado informara a los legisladores qué tan cerca estaban los cárteles mexicanos de ser considerados terroristas, pero un año después, Brian K. Fitzpatrick fue más específico y, además de pedir una lucha frontal contra las drogas, pidió que los cárteles del Golfo y de Sinaloa fueran catalogados como “organizaciones terroristas extranjeras”. Ahora, hace apenas unos días, los republicanos Lindsey Graham y John Kennedy anunciaron que de nueva cuenta buscarán que los narcos mexicanos reciban la certificación oficial que los acredite como terroristas. A tal grado han llegado los republicanos, que otro congresista texano, Dan Crenshaw, propone que así, sin más ni más, el Ejército de Estados Unidos luche contra los narcos mexicanos.

No es de extrañar que ahora los republicanos insistan en el tema, recordemos que eso de los “bad hombres” redituó mucho a Donald Trump en su discurso demagógico y radical para llegar a ese tipo de estadounidense que colecciona armas en su casa porque dice que así protege a su familia, esos que creen que la migración es una forma en que México poco a poco invade su país. Vaya, en tiempo de demócratas no está de más atraer simpatías hacia el Partido Republicano. Pero no sería de descartar que detrás de esas intentonas haya intereses de políticos ligados a empresas de seguridad interesadas en que el gobierno de Estados Unidos destine más recursos a la vigilancia en la frontera mediante tecnología, infraestructura y armas… que ellos proveen.

Y es que una cosa es decir, como Trump, “vamos a levantar un muro y México lo va a pagar” que realmente hacerlo, como distinto es decir “los bad hombres son terroristas” que mandar tropas estadounidenses o bombas a México. El discurso enardecido, como ya le dije, llama votantes, incluso de origen mexicano que ya están allá y no quieren que los mojados vayan a “quemar” a los mexicanos que sí trabajan y pagan impuestos, pero que obviamente no les gustaría que el ranchito de donde ellos o sus padres salieron y donde aún tienen familia fuera bombardeado. Por otro lado, el gobierno estadounidense no es tonto y sabe que una irrupción armada en suelo mexicano traería un costo político y económico que no vale la pena: importaciones y exportaciones, migración, más desplazados hacia Estados Unidos, señalamientos por crímenes de guerra y de lesa humanidad y un impacto negativo en el voto latino, que es crucial para ambos partidos.

La pregunta es qué tanto los cárteles son terroristas, y es una línea muy delgada. Se define como terroristas a grupos extremistas que persiguen un fin político e ideológico, incluso religioso, como el Estado Islámico, que pretendió implantar un régimen islámico, o como Al Qaeda o el Talibán, por poner ejemplo conocidos de cabo a rabo. Por otro lado, hay quienes desestiman la idea de que los cárteles sean terroristas porque sus fines son meramente económicos.

Muchos analistas dicen que las acciones de los cárteles van encaminadas únicamente a su beneficio económico, y tienen mucha razón, pero hay que reconocer que, en busca de ese beneficio económico, también luchan por el control territorial y social: controlar policías, ayuntamientos, la actividad económica de la población mediante cuotas y cobro de piso, extorsiones y amenazas. En diferentes momentos los cárteles han puesto alcaldes, diputados y hasta gobernadores; han apoyado con dinero campañas presidenciales. En vastas zonas del país han ostentado el poder sobre las personas y las cosas, llegando a ser la única autoridad del lugar ante una total ausencia del Estado. Pero además, recurren a distintos métodos sumamente violentos para mantener a raya a sus contrincantes, amedrentar a las autoridades y someter a la población.

Entonces, ¿usar la violencia para suplantar al Estado mexicano en sus funciones y atribuciones no es terrorismo? Como le digo, es una línea muy delgada que ni al gobierno de aquí ni al de allá les conviene romper, sino sólo amenazar con ella para atraer votos. Por un lado, a los republicanos les servirá en 2024, año en que Donald Trump amenaza con contender de nuevo. Entonces, ese discurso radical les será muy útil porque dirán “miren al tibio y viejo Joe, dejando que el malvado fentanilo, elaborado por malvados mexicanos, llegue del malvado México y haga pomada los sensibles y frágiles sesos de nuestros pobres drogadictos que no saben lo que hacen. We don’t give a fuck la salud pública, atender a los yonquis y desmantelar las intrincadas redes de tráfico interno. We the people queremos la cabeza de los bad hombres en una charola… y que México pague por la charola”.

De este lado 2024 también es electoral, así que políticamente también es una amenaza para López Obrador y Morena, ya que la oposición le sacará jugo al tema. En este punto hablo de la oposición conservadora y en gran medida panista, que a través de la Conferencia Política de Acción Conservadora (dirigida por Eduardo Verástegui, el reciente huésped distinguido de Alfonso Martínez y su señora esposa en días pasados y hasta bien recibido por la Fiscalía estatal) mantiene estrechos lazos ideológicos con la Conferencia de Acción Política Conservadora del Partido Republicano de Estados Unidos, una facción muy afín a Donald Trump, así que el mismo discurso se escuchará de este lado: “Miren al viejo y tibio AMLO, dejando que los cárteles tomen el control del país en todos los ámbitos. Ese ni siquiera era Ovidio, saludó a la mamá del Chapo, si no fuera por Estados Unidos García Luna seguiría libre, traigan los restos del General Don Porfirio Díaz, el gran transformador de México, para que el viejo de palacio sepa cómo se gobierna”. Todo eso y más dependiendo de quién hable. Así que esa inoperancia ante los cárteles será el talón de Aquiles de Morena en 2024, sea quien sea su candidato o candidata.

Por lo pronto los discursos quedarán en politiquería para no abrir las cloacas, pero el fentanilo y otras drogas seguirán inundando las calles de Estados Unidos y siendo la causa de miles de ejecuciones en México, porque al final cada quien paga su precio. Es cuánto.

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