Cuidado con aquellos que buscan multitudes. Charle Bukowski. Jorge A. Amaral La pandemia causada por el nuevo coronavirus, que ocasiona la enfermedad de COVID-19, obligó a replantear muchas cosas: la forma en que socializamos, las maneras en que nos divertimos, las dinámicas para trabajar, y eso sin contar que el proceso de enseñanza-aprendizaje se ha visto seriamente trastocado con la educación a distancia, las clases en línea y hasta el descuido de muchos maestros hacia sus alumnos. Eso, como señalaba hace algunos días Mexicanos Primero a nivel nacional, ha traído como consecuencia el que muchos alumnos de nivel básico, una vez iniciado el próximo proceso electoral, llegarán padeciendo un rezago educativo de hasta tres años. Además, como ya es de todos sabido, los miles de negocios y empresas que se vieron obligados a cerrar sus puertas definitivamente, dejando en el empleo y la indefensión a millones de personas: según el INEGI, hasta mayo de este año, restaban aún 2.1 millones de empleos por recuperarse. Esto quiere decir más de dos millones de personas que se quedaron sin su fuente de ingresos y que han tenido que recurrir a la migración o a trabajar en la informalidad con tal de poner el pan sobre la mesa. Con la pandemia, todo, absolutamente todo, se vio afectado, y por ello hemos tenido que adaptarnos a las nuevas condiciones, a la nueva normalidad. Todo, excepto la política. Al inicio de este proceso electoral se pensaba que los políticos, candidatos y partidos iban a tener que reinventarse, iban a estar en la necesidad de buscar nuevas formas de llegar al electorado para convencerlo de votar por ellos el día de hoy, pero no fue así. Las primeras reuniones y encuentros con militantes se dieron con cierta timidez, cuidando de no exceder los 50 asistentes, con sillas separadas mediante metro y medio de distancia, todos con cubrebocas, el gel bien untado en las manos y la toma de temperatura antes de iniciar. Conforme fueron pasando los días como que agarraron más confiancita, y entonces fueron aumentando la cantidad de gente en los eventos, fueron eliminando las sillas y, con ello, la sana y prudente distancia. Entonces vimos que la reinvención de la forma de hacer política en México no cambió. Bueno, ahora vimos mucha más publicidad de candidatos y partidos políticos en redes sociales, en plataformas como YouTube y hasta en los juegos en línea, pero eso no fue parte de una renovación, fue utilizar con más fuerza las plataformas digitales para inundar con sus rostros y peroratas a un electorado polarizado, pero también a aquellos que terminamos hastiados de los que quieren volver, de los que no se quieren ir, de los que dicen que tienen la solución pero no dicen cuál es. Fuera de la invasión digital, nada nuevo: los mismos discursos, las mismas brigadas de jóvenes agitando banderas y entregando calcomanías y folletos en los cruceros de las ciudades, el mismo acarreo a los eventos, la misma polarización, el mismo choro de ellos son malos y corruptos y nosotros somos bien trabajadores y buena onda. Las lonas colgadas en las casas, los espectaculares afeando la ciudad y las carreteras, las sonrisas falsas. Los personajes políticos abrazando señoras, cargando niños, chocando el puño con los jóvenes, reverenciando a los ancianos, poniendo la mano en el hombro de os campesinos. Las mismas firmas de acuerdos por el medio ambiente, por la niñez, por las mujeres, por la inclusión de las personas con discapacidad, por las oportunidades a personas de la comunidad LGBT, pactos por la legalidad y la civilidad. Puras actas de buena voluntad que difícilmente se harán efectivas, aunque en realidad firmarlas ya debería ser innecesario dado que ya debería figurar a priori en los proyectos políticos de partidos, candidatos y gobiernos en funciones. Este periodo de campañas era una oportunidad perfecta para renovar la dinámica política de México. La crisis económica, la encarnizada violencia que se vive en México, y no se diga en Michoacán; el gravísimo rezago educativo al que nuestros jóvenes y niños están condenados, la urgente necesidad de activación económica (así, sin prefijo), el cuidado al medio ambiente, la necesidad de reforzar a las instituciones y organismos autónomos, el aumento de la violencia de género que la pandemia trajo consigo. Todos esos eran temas que ameritaban un debate serio, inteligente y propositivo, pero, como siempre, los candidatos de todos los partidos quedaron a deber, porque en lugar de eso, los discursos tuvieron sólo dos elementos básicos: discursos gastados y anacrónico y, por otro lado, ataques, reproches y señalamientos a los contrincantes. Casi ninguno de los candidatos a gobernador o presidente municipal de Morelia hizo propuestas serias, reales, sentadas en la realidad, sobre cómo resolver los problemas. No diré quiénes sí porque hoy es día de comicios ni lo haré después en honor a la neutralidad. Al contrario, estas campañas demostraron que seguimos teniendo la misma política de hace 20 o 30 años, que nada nuevo hay bajo el sol. Ningún candidato sorprendió, a pesar de que algunos se la pasaron toda su campaña diciendo que había que decir adiós a los políticos de siempre, ellos también eran los políticos de siempre. Por eso, cada vez que veía un spot o un espectacular, venía a mi mente el poema de Charles Bukowski “El rostro de un candidato político en una valla publicitaria”, que dice: “Ahí está: / No demasiadas resacas / no demasiadas peleas con mujeres / no demasiados neumáticos desinflados / nunca pensó en el suicidio // No más de tres dolores de muelas / nunca se saltó una comida / nunca estuvo encarcelado / nunca estuvo enamorado // 7 pares de zapatos // un hijo en la universidad / un coche que no tiene más que un año / pólizas de seguros / un césped muy verde / cubos de basura con tapa hermética // seguro que le eligen”. Y esta referencia es porque el discurso político siempre es el mismo: “yo soy el chido, soy el más decente, el más preparado, el más honesto, el que te conviene”. Y así, como en todos los procesos electorales, los eventos fueron cada vez más concurridos, cada vez más apretujados, cada vez más cercanos a los militantes, que consideraron que un cubrebocas los iba a proteger de cualquier calamidad viral. Candidatos bailando, dejándose ver como personas sencillas, mostrando músculo demográfico a la competencia, con camiones de acarreados, las playeras, las gorras, las mochilas. Salvo contados casos, hay que decirlo. Pero ninguno dijo cómo hacer frente a las problemáticas, porque en realidad no les interesa abatir la crisis; lo que quieren es cobrar tres o seis años nada más por administrar los problemas y al final salir a flote en las auditorías. Covicampañas Curiosamente las autoridades supieron manejar muy bien sus números y el número de contagios diarios y defunciones al día no tuvieron aumento, no llegó la tercera ola de contagios y así se ha mantenido hasta ahora, en que gobiernos como el de Michoacán y la Ciudad de México salen a decir que estamos preparados para entrar al color verde del semáforo. Y si digo que supieron manejar bien los números, es porque cada día reportan una cantidad oficial de casos activos muy inferior a la resultante de restar las defunciones y pacientes recuperados a los casos acumulados. Así, la cantidad de casos activos que a diario reporta la Secretaría de Salud estatal llega a tener hasta mil casos menos que los resultantes de la resta antes descrita. ¿Por qué hablo de esa resta? Muy sencillo: hasta el viernes 4 de junio (a las 18:15 horas de ayer sábado aún no lo actualizaban) había 63 mil 496 casos acumulados de COVID-19 en el estado. De esos, 55 mil 892 eran pacientes recuperados y 5 mil 748 eran personas fallecidas. Si restamos, nos quedan mil 856 personas que no murieron ni se recuperaron. ¿Qué pasa con ellos? Con el virus hay tres opciones una vez contagiado: te recuperas, mueres o lo mantienes activo en tu organismo. Pero si usted va a la página https://covid19.srs.care/#/municipios, con los mimos números de contagios acumulados, decesos y recuperados, al gobierno del estado le resultan apenas 448 casos activos, y ni sumando los 620 sospechosos se llega a los mil 856 de la resta descrita más arriba. ¿Será que esos 448 fueron los que sí fueron al sector salud y le dijeron que ya se habían curado? No sé. Además, el mismo viernes se anunció que el estado pasaría al color verde, aun cuando el mismo día aún había dos municipios en amarillo: Morelia y Uruapan. La vacunación en México está muy rezagada aún. Para cuando arrancaron las campañas, los únicos que estaban recibiendo la vacuna eran los adultos mayores y personal de salud, sobre todo del sector público. Luego siguieron los trabajadores de instituciones educativas y hasta ahora es que se ha dado paso a mayores de 40 y 50 años, así como mujeres embarazadas. Entonces, con menos de la mitad de la población vacunada, ¿cómo es que no se dio la temida tercera oleada de contagios? Y es que poco a poco vimos cómo las plazas se llenaban con cada vez más gente en los mítines, donde la sana distancia se perdió por completo y en muchos casos el cubrebocas se quedaba en el bolsillo. No se entiende cómo es que en un baile, funeral, jaripeo o fiesta el riesgo de contagio era tan elevado, no así persiguiendo al candidato preferido. Cierto, hubo candidatos contagiados y hasta fallecidos, pero fueron casos aislados si los comparamos con los miles de personas que se integraron a los equipos de campaña. Quizá estamos ante un fenómeno que da para estudios científicos serios y no nos hemos dado cuenta, ni los funcionarios ni los investigadores: podría ser que los partidos políticos por fin han servido para algo después de al menos dos décadas de inutilidad. Podría ser que el remedio a esta pandemia siempre estuvo en la política y los candidatos son algo así como portadores de anticuerpos, los cuales se inyectan en la gente mediante propuestas huecas, fotos acartonadas y discursos más gastados que la suela de mis tenis. Es cuánto.