Jorge A. Amaral Un estudio publicado por la UNICEF en septiembre de 2020, basado en un sondeo con casi 8 mil 500 personas de 13 a 29 años en 9 países, mostró el estado de ánimo imperante en este sector poblacional durante los primeros meses de la pandemia de COVID-19. Entre los participantes, el 27 por ciento afirmó sentir ansiedad y 15 por ciento experimentó depresión. Para el 30 por ciento, la principal razón de este estado de ánimo era la situación económica. Otro dato interesante es que día a día el 46 por ciento ya no se sentía motivado a hacer las cosas que antes disfrutaba y el 36 por ciento perdió la motivación para realizar sus actividades cotidianas. En este sector, según el reporte, la percepción sobre el futuro también se vio afectada, sobre todo entre mujeres jóvenes, pues el 43 por ciento de ellas empezó a ver el futuro con pesimismo. La misma sensación presentó el 31 por ciento de los hombres encuestados. Este sondeo se realizó a través de U-Report, una plataforma digital que promueve la participación de adolescentes y jóvenes en temas que les afectan. Aunque no fue una muestra representativa de toda la juventud latinoamericana, dio una idea de lo que, durante el periodo más crítico de la pandemia, sucedió no sólo a nivel continental, sino en otras regiones del mundo. Le comento esto porque durante el año 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, Marcos Crespo, un estudiante madrileño de 21 años, estaba en su departamento experimentando algunas cosas con una guitarra eléctrica cuando dio con un hilo que lo condujo a crear dos canciones que, en España, se consideran la banda sonora de la pandemia: “Ya no hay verano” y “Hasta que llegue la muerte”. El proyecto musical tomó forma y nombre: Depresión Sonora. https://youtu.be/g2hKM94H5HE Imagínese usted estar en su casa o departamento en 2020, encerrado, asustado por un virus que a diario mata a miles de personas y que de repente al algoritmo de YouTube le ponga a sonar esto: “Que me han dicho que este año ya no hay verano, / ya no hay diversión, / que van a prohibir bajar al parque. / Que me han dicho que este año ya no hay verano, / vaya desilusión, / tenía un helado preparado para invitarte. / Niños malditos por los padres que los mataron, / a veces huelo raro, / no hay agua caliente para ducharme”. Todo ello con una voz grave y melancólica en un beat de post punk al más puro estilo de la década de los 80. Ahora imagine esas mismas condiciones pero con 20 o 25 años de edad: “A veces pienso que la vida puede ser mentira, / me levanto cada día y no sé qué hago aquí. / Vivo en un bucle desafiando mi alegría. // Fumo en el baño pensando si estoy / triste o feliz, triste o feliz”. Quizá si se lo platico no le diga gran cosa, mejor escúchelo: https://bit.ly/3Uv5N0F y https://bit.ly/3TsOOun. Este año, luego de sacar algunos sencillos y colaborar con otros artistas de la escena independiente, Depresión Sonora saca un nuevo álbum: “El arte de morir muy despacio”. El sonido es por demás interesante: letras sombrías, al veces muy oscuras, en ocasiones depresivas, pero también desfachatadas, con un estilo vocal desenfadado, incluso cínico, y todo ello metido en un post punk que por momentos suena tan rudimentario que lo vuelve más encantador, sobre todo si es usted un nostálgico no sólo de los 80, sino de cualquier cosa, porque las letras son tan sobrecogedoras que difícilmente le pasarán inadvertidas. Pero Depresión Sonora también refleja el espíritu juvenil actual, sobre todo en las grandes ciudades: desencanto, desconfianza y ganas de simple y llana libertad. Algo interesante de “El arte de morir muy despacio” es que está dividido en tres partes, cada una con su identidad pero dando cohesión a un todo, imbuido en el synth pop al estilo Depeche Mode. Pero además, cada una de esas partes es como los capítulos de un libro satírico de autoayuda, de esos a los que desde la década de los 90 se nos ha sobreexpuesto y que a la fecha inundan las estanterías en librerías y tiendas. Pero lo que Marcos Crespo hace es tomar esos libros, darles la vuelta y arrojarlos por la ventana para darnos su propia versión. https://www.youtube.com/playlist?list=OLAK5uy_k_gV-F_4Vsr5h1AfbzHvgR6XOVC-_Tgls Las primera parte del disco, “Parte I: Introducción a la entropía”, compuesta por cuatro canciones, parece un tanto minimalista, no exenta de melancolía con un sonido lo-fi (que tanto se popularizó durante la pandemia, aunque no es nuevo), todo ello cargado en letras que dan la a sensación de que el autor no trata de aparentar nada, sino que tiene los mismos problemas existenciales de cualquier veinteañero con más dudas que certezas: “Un día de repente estás aquí y nadie te ha explicado cómo vivir”. El segundo capítulo, “Parte II: La abrazo con fuerza (carta a la soledad)”, se oye más saturada y elaborada no sólo en lo musical, sino en el mismo discurso, que va más cargado de emociones que forman una mezcla que, si uno se pone en esos zapatos o si lo ha experimentado, se dará cuenta de que no es fácil de digerir y por ello a veces uno se niega a sí mismo y niega los problemas, como para ver si, cerrando los ojos, las tribulaciones se van. Ya con más producción musical, el tercer capítulo “Parte III: Muerte y resurrección”, viene a cerrar el ciclo, a asumir lo que se aprendió en la travesía, dar valor a lo que se tiene enfrente, ya sea por inevitable o porque es lo que hay. Es por todo ello que Depresión Sonora ha conquistado a oyentes de Europa y América Latina sin más que YouTube y Spotify. Y es que se podría decir que este proyecto musical llegó en el momento adecuado, pero no es así, porque más bien es producto justo de su momento, de su entorno, de su contexto. Surgió durante la pandemia, cuando muchas cosas fueron replanteadas: las dinámicas sociales, los hábitos personales, las reglas de convivencia, las relaciones interpersonales, la convivencia con amigos y familia, los ideales de progreso y bienestar, nuestra relación con el planeta, la fugacidad de nuestra vida. Con Depresión Sonora, Marcos Crespo pone además a su generación sobre la mesa y nos permite ver ese esquema de valores que se han implantado en esos que ya no aspiran a un trabajo de oficina de 8 horas o a un turno en una fábrica, a esos que prefieren viajar que comprometerse en una relación matrimonial, que prefieren tener dos gatos que un hijo. Parecen superficialidades pero no son tanto, porque son rasgos de identidad de la primera generación nativa de este siglo, y eso definirá cómo será la sociedad de aquí a 20 o 30 años, nos guste o no y por más que nos opongamos. Por otro lado, justo por esa razón es que la música es una gran herramienta, porque nos permite conocer esquemas de valores, idiosincrasia y sensibilidades del grupo social o entorno en que surgen, y eso nos permite entender de mejor manera la brecha generacional para similar mejor los cambios, ser no sólo más tolerantes, sino más respetuosos con aquello que ya no nos tocó a nosotros. Créame, a quienes tenemos hijos, eso nos puede ser de gran utilidad para entenderlos mejor y no aferrarnos a las ideas que a nosotros nos inculcaron sólo porque “así es y te aguantas”. https://youtu.be/Sz7iMQa2NXk Por eso, estimado lector, si usted tiene hijos adolescentes, le recomiendo acercarse a ellos. Sí, ya sabemos que su música sí es música, que lo de antes sí era bonito y se hacían canciones padrísimas, pero quizá a su hijo o hija eso no les importe, como sé que a Fer le da lo mismo que el jazz japonés sea una delicia, para ella es cosa de otakus viejos. En fin, Depresión Sonora es una ventana al sentir de una generación y no es casualidad que el género elegido haya sido precisamente el post punk, género nacido a inicios de los 80 como derivación del punk, la música de los escépticos y desencantados que ya no confían en el sistema porque éste ha fallado en todos los sentidos. Una sensación similar a la vivida en lo más álgido de la pandemia: no importa si se vive en una sociedad capitalista o una comunista, da lo mismo, igual podemos morir por una enfermedad que no sabemos de dónde viene ni a dónde nos llevará. https://youtu.be/TOx5bmzVRk4?list=PLcfT0iCxsXlOS0SCG2pTkCmG-hzSoZ5vL Así que le recomiendo Depresión Sonora, un proyecto interesante que le hará sentir como en los años de le Guerra Fría pero más melancólico. Es cuánto.