LA CASA DEL JABONERO | Dave Brubeck: fuera de tiempo

No lo sabía en ese momento, pero ahora puedo decir que Dave Brubeck es de esos 4 o 5 músicos que me han cambiado la vida

Jorge A. Amaral

En la semana le contaba a mi amor que hace muchos años, 20 más o menos, frente a la Plaza del Carmen había un pequeño local de discos piratas. Piratería donde sea la encuentra uno, pero el encanto de ese local consistía en que había meses repletas de discos, y aunque sí tenían una pequeña mesa con lo más popular del momento, en ese sitio abundaban el rock de todas las épocas y en la mayoría de sus subgéneros, el blues, el jazz, la trova y canto nuevo, incluso música folclórica de distintos países.

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Siempre que entraba a ese lugar o a cualquier otro donde vendieran música lo hacía a ciegas, sin una idea específica, sólo dispuesto al feliz hallazgo o a la irremediable decepción. Como parte de la costumbre que ya se había convertido en un ritual religioso, un sábado llegué en busca de algo para llevar a casa. Encontré algunas cosas de trova, di con un par de recopilatorios de blues y, de repente, en la sección de jazz, vi una portada que me gustó: era algo con influencia cubista pero más abstracto. Muchos años después supe que era obra del diseñador y artista Neil Fujita. La portada, muy distinta de las acostumbradas, por ejemplo, por Blue Note Records (muchas de las cuales son obras de arte en sí), era atractiva, juguetona, alegre y seductora, así que, como en tantas otras ocasiones, me dejé llevar por la portada y compré el disco: “Time out”, de Dave Brubeck y su cuarteto.

Aunque ya había escuchado algunas cosas, era neófito en el género (aún lo soy, el jazz es un océano). Cuando puse el disco y los primeros compases de “Blue rondo à la Turk” inundaron mi recámara un mundo se abrió ante mis oídos. No lo sabía en ese momento, pero ahora puedo decir que Dave Brubeck es de esos 4 o 5 músicos que me han cambiado la vida porque abrió las ventanas de mi cuarto y me mostró el universo que tenía frente a mí.

“Time out” tiene su génesis durante la gira que Dave Brubeck y su cuarteto hicieron con los embajadores del jazz por distintos países del bloque socialista. Durante esa gira, estaba Brubeck en una calle de Estambul, Turquía, cuando escuchó a unos músicos callejeros tocando a un ritmo que sorprendió al pianista. Uno de los músicos le contó que ese ritmo era habitual en la música turca, tanto como el compás del blues en Estados Unidos. “Yo le dije que utilizaría ese complejo compás en una canción a la que titularía ‘Blue Rondo’. Luego lo pensé mejor y me di cuenta de que ese título podía confundir a la gente y al final la llamé ‘Blue rondo a la Turk’”, dijo Brubeck en una entrevista publicada en 2003 por el mismo sello Columbia.

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Lo que distingue a este disco es ese juego de compases y tiempos, lo que sentó un precedente en el jazz ya que antes de 1959, en que “Time out” salió al mercado, el jazz era dominado por el bebop, las orquestas que hacían música mucho más bailable y un jazz muy académico que se difundía sobre todo en universidades y círculos intelectuales.

“Time out” es uno de esos álbumes clásicos por cómo mezcla lo experimental con lo comercial, una hazaña difícil en cualquier época. Todo inició a principios de 1959, cuando a Brubeck se le ocurrió grabar un disco con un sonido más experimental, en el que las piezas tenían la peculiaridad de haber sido compuestas usando patrones rítmicos nada habituales en el jazz. Ya había elegido su título “Time Out” jugando precisamente con los inusuales “tiempos” de los compases.

Cuando el álbum estuvo grabado fue a las oficinas del sello Columbia, deslizó el disco y se alejó lentamente, sabiendo que no lo iban a aceptar porque todas las piezas eran originales, no había ningún jazz standard, ninguna pieza del disco era parea bailar, la portada era una pintura y, al menos en el plano comercial, nunca se había hecho algo similar.

Como era de esperarse, a Brubeck le llamaron de la disquera y le informaron que ese disco tal como estaba concebido era impublicable, pero poco después, el presidente de Columbia, Goddard Lieberson, le dijo: “Dave, estoy cansado de escuchar ‘Stardust’ y ‘Body and soul’. Esto que presentas es algo fresco. Mañana me voy a la Costa Oeste para una reunión con todos los representantes de Columbia. Voy a llevar tu idea conmigo y además me vas a dar ‘Take five’ y ‘Blue rondo à la Turk’ y voy a hacer que las escuchen”. Como era de esperarse, los ejecutivos rechazaron el disco, pero Lieberson se empeñó y lo lanzó.

Contra todo pronóstico, cuando “Time out” llegó a la radio con “Take five” y “Blue rondo à la Turk” como sencillos, la audiencia empezó a pedirlo y en las tiendas las ventas se dispararon. Lo más curioso, Brubeck notó que cuando tocaban las piezas del álbum la gente, de una u otra forma., empezaba a bailar. Ahora, 60 años después y con “Take five” en la lista de los standards del jazz, es un disco que no envejece, que sigue sonando igual de fresco con todo y las variantes del jazz surgidas en el transcurso de las décadas. Por eso “Time out” le hace honor a su nombre: es un disco fuera de tiempo.

Ya no existe más

Por fin en la dirigencia nacional del PRD admitió la debacle, su partido se acabó. Cito las palabras de Jesús Zambrano: “La mayoría social rechazó a Xóchitl y a la coalición PRI-PAN-PRD. No nos tuvo confianza. No nos la ganamos. Ciertamente, se cometieron múltiples errores en la coalición opositora. Nunca hubo una estrategia de campaña discutida y acordada por todos: con la candidata, los partidos aliados y la representación de la sociedad civil. El cuarto de guerra funcionó sin coordinación con las dirigencias partidistas (…) A pesar de los importantes recursos financieros aportados a la campaña presidencial, salvo excepciones, la propaganda de las y los candidatos no incorporaron la imagen de Xóchitl Gálvez”.

Si eso lo hubieran aceptado hace meses, quizá otro hubiera sido el resultado, quizá Xóchitl hubiera ganado o al menos el PRD se hubiera salvado.

Lo malo es que ahora plantean formar otro partido en el que no se cometan los errores del PRD, como el sectarismo de las llamadas “corrientes”, que tanto lo fracturaron, lo que llevó a que algunos de sus líderes mejor se fueran a Morena, o enfocarse sólo en ganar elecciones al precio que sea, aun a costa de vender su identidad y sus ideales, si es que aún tienen ideales que defender.

Lo he dicho varias veces en este espacio: México no necesita más partidos políticos, necesita que los que ya existen realmente sirvan como voz y plataforma para la ciudadanía, sus demandas y aspiraciones sociales; necesita que los electores nos sintamos representados por alguno de ellos según nuestra ideología. Habrá que ver el Frankenstein que nos presentan. Al tiempo.

A los guardias, ¿quién los guarda?

Aunque el gobierno del estado ha intentado minimizar la manifestación que desde inicios de la semana han realizado los agentes de la Guardia Civil, no se ha podido. La autoridad reduce todo a una cuestión del pago de una prestación, que fue el detonante, pero desde hace años los policías han denunciado una serie de abusos cometidos en la Secretaría de Seguridad Pública.

No entraremos en detalles de esas denuncias, si usted quiere conocerlas, vaya a Google y ponga en el buscador “abusos policías Michoacán” y le saldrán las distintas notas periodísticas que han dado cuenta de ello.

Lo que me llama la atención es que se ha insistido mucho en mejorar las condiciones laborales de los agentes para evitar que sean cooptados por la delincuencia organizada, pero también para no caigan en las tentaciones de la corrupción, como las mordidas, los robos y extorsiones que se han denunciado en los medios por parte de civiles que tuvieron la mala fortuna de ser interceptados por una patrulla. Las evidencias ahí están, las víctimas también.

Los discursos gubernamentales se oyen bien bonito cuando hablan de mejorar las condiciones en que los agentes trabajan, como bonito se escucha el discurso de prevenir la corrupción, y eso no es de ahora, ya desde el sexenio de Felipe Calderón se hablaba del tema al reconocer que muchas corporaciones estatales y municipales servían más como brazos armados de la delincuencia que como agentes garantes de la seguridad pública y la prevención del delito. Casos de esos se han conocido a lo largo y ancho del territorio nacional.

El que esas denuncias se sigan dando indica que todos esos recursos destinados a sanear las corporaciones policiacas del país se han tirado a la basura. Lo malo es que los gobernantes, tanto en los estados como a nivel federal, no escuchan a los de abajo, se quedan con lo que sus asesores del dicen, con las maromas que les dan a las estadísticas para hacernos creer que esos supuestos esfuerzos están dando resultados de papel. Es cuánto.