A Sofi, que tararea y marca el compás cada que escuchamos jazz. Jorge A. Amaral Si usted me conoce o me ha leído, sabe la predilección que siento por el jazz, y en gran medida por los jazz latino y japonés. Bueno, en este último caso hay un disco que figura entre mis predilectos: “Cat”, del trombonista Hiroshi Suzuki, que, junto a “Scenery”, del excelso pianista Ryo Fukui, es una verdadera joya, muy celebrado entre los coleccionistas de jazz y de uso recurrente en la escena lofi beat (sobre esto vamos más adelante). En 1975, entre el 8 y el 10 de octubre, mientras Hiroshi Suzuki visitaba Japón tras 4 años radicando en Las Vegas (donde tocaba en la orquesta de Buddy Rich), Neko (gato), como le llamaban sus amigos, se reunió en los estudios de Nipon Columbia, en Tokio, con otros músicos con quienes ya había tocado. El resultado, dos días de magia, un disco lleno de groove que al final se titularía como el sobrenombre de Suzuki: “Cat”, una obra maestra de sonido suave, pero no menos profundo ni conmovedor en el que los solos del trombonista hacen una perfecta amalgama con el saxofón de Takeru Muraoka, todo ello enmarcado en la atmósfera que le dan el pianista Hiromasa Suzuki, el bajista Kunimitsu Inaba y el baterista Akira Ishikawa. Los solos de trombón de Hiroshi Suzuki y Takeru Muraoka son como soñar despierto a lo largo de todo el disco por su discreción en tanto que no son estridentes, más bien son maravillosamente suaves. Los cinco temas que componen “Cat” están completamente en el espíritu de la fusión de jazz y el funk, tan populares en el jazz los 70 y los 80, pero con un espíritu muy relajado. En "Kuro to Shiro", por ejemplo, el trombón se abre camino sobre el ritmo mientras el piano mantiene la unión de todos los demás elementos. Los cinco minutos y medio de la pieza fluyen con toda tranquilidad. Con este álbum Suzuki pone sobre la mesa su propia visión del jazz fusión, que se caracteriza menos por la perfección técnica que por un buen groove. Su forma de tocar el trombón se escucha con elegancia a lo largo de las cinco piezas. Incluso cuando el bajo tiene pequeños fallos en “Walk Tall” la melodía salva toda la pieza. Sin embargo, y pese a su gran calidad, cuando el disco salió a la venta, el 25 de febrero de 1976, casi nadie se interesó por él. Ni siquiera en Japón, donde, como en el resto del mundo, la escena del jazz todavía estaba embelesada con la fase de fusión de Miles Davis. Pero por su sonido y las atmósferas que evoca, no es de extrañar que, décadas más adelante, los productores de beats lofi encontraran una veta en los temas de "Cat" y, sobre todo, la forma tan relajada de tocar el trombón de Suzuki, pues tomemos en cuenta que el espíritu de la música lofi es precisamente la relajación mediante sonidos que nos producen distintas emociones. Por eso, si durante la pandemia sus hijos hacían sus trabajos en línea escuchando música lofi, lo más seguro es que, sin darse cuenta, estuvieron expuestos a Suzuki y su trombón. En el contexto de su época, "Cat" parece un álbum de jazz típico de mediados de los años 70, pero la energía que late en cada pieza y la interpretación de Suzuki lo hacen ser considerado uno de los mejores álbumes de jazz japonés. Este disco es para valorarse porque después de los años 70 Suzuki no publicó más música y no hay muchos rastros de él, pero nos queda una perla olvidada del jazz fusión que, gracias a las plataformas digitales, todavía se puede disfrutar en el siglo XXI. Quizá durante esos dos días de grabación y luego de ver el frío recibimiento que tuvo el disco, ni siquiera Suzuki esperaba que "Cat" se convirtiera en un álbum de culto. A propósito: ¿lofi? La música lofi comenzó en la década de los 90, pero en la pandemia de COVID-19 alcanzó su auge en plataformas como YouTube, donde siempre va acompañado de videos en bucle con imágenes inspiradas en el anime. Como usted sabe, el término proviene de “low fidelity”, o baja fidelidad, dado que la música de este género destaca por un sonido opaco para tener cierta atmósfera de nostalgia. Pero, además, y sobre todo durante la pandemia, se caracterizó por transmisiones en vivo que resultaban infinitas para que los escuchas, quizá haciendo tareas en línea o home office, se sintieran acompañados con esa mezcla de rap y jazz que, aunque casera, tiene una calidad aceptable. El lofi tiene como uno de sus referentes al productor japonés Nujabes (fallecido en 2010), que a principios de los 2000 creó un nuevo estilo suave, nostálgico y de sonido atmosférico, que tiene muchas cosas en común con otros géneros como el chillwave o el vaporwave. En la parte visual, en América Latina, un icono del lofi es “Study Girl”, un personaje animado creado por el ilustrador colombiano Juan Pablo Machado para el canal de YouTube “Chilled Cow” y su directo de YouTube titulado “Lofi hip hop mix. Beats to Relax/Study to”. La ilustración, inspirada en el arte creado por Studio Ghibli, se muestra a una niña con auriculares que trabaja en su escritorio junto a su gato y una ventana. Mientras la niña estudia va cambiando su atmósfera: llueve, sale el sol, se hace de día y de noche y su gato se va moviendo por la habitación mientras se van sucediendo canciones al estilo lofi. Por cierto, ese bucle me hace sentir mal porque me recuerda mucho a mi hija mayor durante la pandemia: todo el día frente al celular y la computadora tomando clases, haciendo trabajos, subiéndolos a la plataforma, sentada en su escritorio frente a la ventana del estudio. Y a propósito del confinamiento mundial causado por la crisis sanitaria de la COVID-19 en marzo de 2020, los principales canales de lofi batieron todos los récords en visualizaciones y en cuanto a número de suscriptores. Por ejemplo, el canal “ChilledCow”, en el mes de abril de 2020 sumó 340 mil nuevos suscriptores, y al día de hoy, el canal “Lofi Girl” tiene 14.7 millones de suscriptores. La realidad La violencia está a todo lo que da y no necesito decirlo, porque se nota, es evidente, es inocultable. Sabemos que eso no es de ahora, esto no empezó en el actual periodo de gobierno, es una situación que lleva años, pues recordemos que el detonante de la guerra contra el narco declarada por Felipe Calderón sucedió en Michoacán, y por eso es que esa guerra inició en el estado. De ahí el fenómeno fue creciendo como bola de nieve, esa que hoy tiene a las autoridades en jaque y a nosotros con la espada de Damocles pendiendo en la cabeza, pues nunca sabemos en qué momento se desatará en enfrentamiento, no sabemos cuándo recibiremos una llamada de extorsión, cuando ese negocio exitoso será motivo de secuestro, a qué hora un retiro en el banco dará pie a un asalto o un secuestro exprés, ignoramos el día en que nos asomemos a la calle y veamos que ya no tenemos carro o moto. Tememos el momento en que aquel hijo, hija, padre, madre o hermano ya no lleguen a casa y no sepamos ni por dónde empezar a buscar. Lo he dicho en otras ocasiones y no es privativo de la actual administración, es un mal endémico de todas las autoridades de todos los niveles y en todas las fechas: no se lucha realmente contra la inseguridad y la delincuencia, sólo se reacciona, se trabaja para controlarla, mantenerla a raya, que no se desborde y, lo más importante, que no se note. Está bien que se den a conocer los cateos, los aseguramientos de droga en bares y narcotienditas (donde casi nunca se habla de detenidos) y demás acciones, que son importantes y necesarias, pero no podemos negar la realidad ni minimizarla, no podemos ocultar lo inocultable ni defender lo indefendible, porque lo único que haremos será aumentar más el repudio de la sociedad, y no lo digo yo, revise las redes sociales y verá cómo la misma gente, sin que nadie le diga nada, solita empieza a mostrar cuál es su percepción de la realidad del día a día, en las calles, lejos de los círculos de la alta burocracia, y por eso la población no cree en lo que las autoridades dicen, porque saben que la voz oficial muchas veces miente diciendo sólo lo conveniente, lo bonito, lo que luce, y oculta la basura bajo la alfombra de los boletines. Al final nadie cree en eso. Eso me recuerda una frase atribuida a Charles Darwin pero que no aparece en sus libros; sin embargo, del científico o no, es certera: “La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento”. Es cuánto.