LA CASA DEL JABONERO | Filmando el terror

Los cárteles mexicanos y el Estado Islámico tienen algo en común, además del terror que siembran: sus estrategias de propaganda

Jorge A. Amaral

Hombres armados hasta los dientes, rostros cubiertos, todos usando ropa y equipo táctico, música de fondo alusiva a sus actividades. Frente a ellos, sus víctimas, todos de rodillas, diciendo quiénes son (o en ese momento eran) y al servicio de quién trabajan. Una sentencia breve pero iracunda y contundente en el sentido de que con ellos nadie se mete y van a ganar. Un breve silencio, metralla si bien les va a las víctimas; si no, un cuchillo en la garganta o un machetazo en la nuca. Lo que le acabo de describir no es una película de terror, aunque su efecto es más contundente que el logrado por la cinta de ficción más terrorífica.

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Lo descrito podría ser un video del Estado Islámico o de cualquier cártel mexicano. Claro que hay muchas diferencias, además del idioma y el contexto social, como el discurso y la finalidad de tales videos. Pero pese a las diferencias, ambos cumplen un cometido: por un lado, lucir atractivos para reclutar gente afín, y por otro, aterrorizar.

Desde mediados de la década pasada empezaron a circular en la red videos en que el crimen organizado mostraba toda la crueldad de que sus operadores son capaces. Los primeros materiales eran de descuartizamientos e interrogatorios, como aquel video de 2005 en que aparecen a cuadro 4 zetas, los cuales fueron capturados por agentes de la entonces Agencia Federal de Investigación y entregados al Cártel de Sinaloa, y de quienes no se volvió a saber. Ese video cobró notoriedad por ser la primera vez, al menos de manera más difundida, en que el narco mandaba este tipo de mensajes. Con ese material se inauguró la historia de los ajusticiamientos en video, algo que a estas alturas ya no es raro en México.

En el Estados Islámico, por otro lado, esa práctica de los videos conmocionó a Occidente cuando, en 2014, se grabó en video la decapitación del periodista estadounidense James Foley, corresponsal de guerra en Siria. De ahí, los cineastas de ISIS han hecho miles de videos de distinta índole, tono y fines. Lo mismo han grabado ejecuciones multitudinarias que el entrenamiento de sus miembros, desde muy niños, para adoctrinarlos y sembrar en ellos el germen del odio. Pero también han mostrado videos en que combatientes de otros países, incluso de Occidente, hablan de lo bien que se vive en el Califato y por ello invitan a otros a migrar hacia el Estado Islámico, y si no pueden viajar, al menos atentar contra los “infieles” en sus países de residencia.

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Algo que comparten tanto narcos mexicanos como el Estado Islámico es la creación de una fantasía en torno a ellos. Cuando un cártel anuncia su llegada a determinado territorio, lanzan a las redes sociales un video, que también se distribuye en WhatsApp, en el que se dirigen a la sociedad de esa zona para advertir que ya llegaron ellos, y que lo hacen para proteger a la gente. Por eso siempre afirman que se acabaron las extorsiones y robos, que irán contra las ratas y policías corruptos para borrar del mapa al cártel rival en esa plaza (el que usted quiera, el discursos siempre es el mismo).

En estos videos suele aparecer gente fuertemente armada, porque así es más creíble lo que dicen. A últimas fechas, además de la toma fija, usan drones para tomar a toda la célula y sus carros monstruo blindados, y algo que han hecho cada vez más a menudo, poner de fondo un narcocorrido alusivo al grupo criminal o a su líder. Pero también se graban repartiendo juguetes y roscas en Día de Reyes, o incluso despensas o dinero que la gente obviamente no rechazará por dos cosas: la ausencia del Estado, que los ha tenido abandonados desde siempre, y para no ofender a esas personas. Se entiende que esto último no es sano para nadie.

El Estado Islámico también tiene videos en los que la narrativa se puede resumir así: un dron sobrevuela la ciudad que tomarán, luego viene la incursión con cohetes y rifles de asalto, hasta que la bandera negra se alza en un punto emblemático de la ciudad. Acto seguido, los muyahidines empiezan a abordar a la gente, incluso repartiendo dulces entre los niños, y todos saben que deben inclinarse, sonreír y recibir los dulces, o de lo contrario se sumarán al grupo de soldados y funcionarios ejecutados a las afueras de la ciudad. De fondo, una canción que ensalza al Estado Islámico y el valor de sus combatientes, en tanto que bendecidos por Alá. Además, sobran los videos en que la gente habla de lo bien que se vive ahora bajo el régimen del Califato, puesto que en lugares donde, como en muchos de México, hay total ausencia de Estado de derecho, sólo ellos ponen cierto orden: los ladrones son castigados con la amputación de una mano, los adúlteros son azotados o crucificados, y tanto el alcohol como los cigarros son destruidos, y los drogadictos, encerrados. Esto en atención a la Sharía, que es el antiquísimo sistema legal islámico.

En ambos casos la finalidad es la misma: llegar a las masas, y para ello, dado que los canales de televisión no reproducen esos videos y las plataformas más populares y, por lo tanto, más reguladas, los eliminan, se recurre a otras formas de difusión, como foros, servicios de mensajería o sitios bien protegidos.

Pongamos por ejemplo a un joven occidental, ya sea en Canadá, Estados Unidos o algún país europeo, empieza a ver los videos del Estado Islámico en los que le hablan de unirse a la Yihad, pero además les muestran un mundo idílico en que los musulmanes viven en paz y armonía con sus familias bajo el régimen de la ley de Dios. Si ese joven está desadaptado a su entorno, quizá se decida a viajar a Turquía y de ahí será introducido en Siria para luego ser entrenado y reclutado, ya sea para combatir ahí o para que regrese a Occidente a perpetrar atentados y ataques terroristas. Así es como el Estado Islámico ha reclutado a miles de personas, pues aunque ahora se le considera muy diezmado, sigue activo y reagrupándose. Pero esos jóvenes occidentales no son sino carne de cañón.

En nuestro país, por ejemplo, tenemos a un adolescente escuchando narcocorridos, viendo videos de interrogatorios en los que los narcos presumen sus arsenales. Quizá ha visto las camionetas del narco y en YouTube ha visto videos sobre cómo se vive la narcocultura con ropa de marca, carros caros, casa bonitas, novias operadas y dinero a raudales para comprar lo que siempre ha querido y jalarse una banda para que le toque durante horas.

Foto: La Voz de Michoacán. Dos personajes han sido clave para entender la expansión de la narcocultura como negocio: El Chapo Guzmán y Pablo Escobar.

Es la fantasía del mundo idílico del narco. Así, si no se le pone cuidado, si hay demasiada hambre y pocas oportunidades de saciarla, ese joven terminará de puntero, luego empezará a vender, al rato le encargan su primera ejecución y va cobrando notoriedad en la zona, hasta que se vuelve un objetivo para un grupo rival que quiera tomar la plaza. Así, el joven alucín que quiso vivir una fantasía o el chico sin oportunidades que intentó salir del hoyo en que nació terminan engrosando las listas de desaparecidos o de asesinados de este país. Si bien les va son detenidos y encarcelados, pero todo es cuestión de tiempo, ya que muy poca gente logra zafarse de las fauces del narco. Al final, como el occidental que se enrola en el Estado Islámico, el jovencito o muchacha que se meten al narco no son más que carne de cañón, gente desechable.

Pero esa facilidad para reclutar gente que siga nutriendo sus filas no sería posible sin las estrategias de comunicación, tanto para amedrentar a quienes piensen enfrentarlos como para emocionar a los que coqueteen con la idea de enrolarse. El fin es mostrar poderío, porque nadie se une a un débil próximo a ser derrotado. Pero también generar empatía, hacerle sentir a quien está frente a la pantalla del celular o la computadora que hay gente que se siente como ellos, que vienen de abajo, donde ellos están; que salieron en busca de una mejor vida.

Aquí es indispensable la parafernalia: el Estado Islámico tiene videos realmente muy bien producidos, con muy buena calidad de grabación, bien dirigidos, con montajes bien planeados, con mucho dramatismo en las ejecuciones, y con gran optimismo en los clips que pretenden mostrar la cara bonita del Califato (si es que la tiene), como lo que hicieron con la serie “Mujatweets”.

Esta analogía viene a cuento por la designación de cárteles mexicanos como organizaciones terroristas por el gobierno de Texas, que ya pidió que se haga nacional la declaratoria. De concretarse, daría a Estados Unidos aún más injerencia sobre el gobierno de México y las herramientas para intervenir con más fuerza política y militar, recordemos que Trump incluso planteó la posibilidad de bombardear zonas controladas por los cárteles en territorio nacional. Está de pensarse. Es cuánto.