Jorge A. Amaral Este fin de semana presencié un penoso espectáculo, que al principio me causó molestia y al final, algo de risa. Resulta que entré a un Oxxo para comprar algunas bebidas. En esas andaba cuando alcancé a escuchar una voz grave y molesta que cada vez subía más el tono. Se trataba de un cliente increpando a la cajera. Resulta ser que el tipo, un sujeto de algunos 40 años, con el cabello teñido de dos colores y vestimenta de adolescente, le reclamaba a la cajera, una señora de algunos 50 años, de aspecto humilde, el que la mujer lo hubiera tuteado a la hora de atenderlo. Ese acto de imprudente confianza molestó al sujeto, quien, airado, le reclamó el haber sido tuteado. “No me alce la voz”, decía la mujer; “no me hables de tú”, le decía el hombre, “porque no somos iguales”. Honestamente, he de decir que no me la paso tuteando a todo mundo. Personas mayores, gente a la que me tengo que dirigir en mi trabajo, desconocidos o simplemente aquellos con quienes no tengo confianza, suelen recibir de mi parte un trato de “usted”, a menos, como me ha sucedido en más de alguna ocasión, que me pidan expresamente ser tuteados. Y aun así, hay a quienes, aunque les hable por su nombre, los sigo tratando de “usted”. Pero si de mí se trata, siempre he preferido ser tuteado, porque a final de cuentas se puede ser igualmente respetado independientemente del pronombre que se utilice. Pero no toda la gente opina igual. Según los manuales de etiqueta y protocolo, siempre se ha de hablar de “usted” a cualquier persona, a menos que autorice ser tuteada, pero esto se da en un ambiente de familiaridad o camaradería, como sucede en el trabajo, con familiares o amigos. Además, el tratar de “usted” a una persona es darle jerarquía, darle cierta superioridad ya sea moral, intelectual, etaria, social o económica. Por eso, volviendo al tema de la cajera del Oxxo, efectivamente, no eran iguales: él era un cliente, y ella, una prestadora de servicios, además de todo, mal pagada. Pero él era un sujeto de 40 años y ella ya rebasaba el medio siglo, por lo que, ella, en su calidad de empleada, tendría que haberse dirigido de “usted” al cliente, y él, por ser más joven, dar el mismo trato, primero, por ser mujer, y segundo, por ser mayor que él. El punto es que la costumbre de tratar de “usted” a las personas tiende a perderse cada vez más, porque en las campañas publicitarias de diversos productos y servicios es cada vez más común que se tutee al posible cliente, esto para hacerle sentir confianza: “Si el banco me habla de tú, es que es buena onda, me entiende y es mi banco amigo”, “si en el comercial de refrescos me hablan de tú, es porque aún soy joven y ellos también están chavos”. Ese es el mensaje que llega al cerebro del cliente. Pero, por otro lado, dado el contexto actual, en que el clasismo es seriamente señalado como discriminatorio, alguien que exige ser tratado de “usted” se deja ver exactamente así: clasista y elitista. Pero, por ejemplo, en esto recuerdo a un reclutador que aconsejaba a jóvenes emprendedores no dejarse tutear por su personal, ya que ello, decía, “les va a dar confianza de pensar que son amigos y, por ende, llegará el momento en que darás una indicación o los recriminarás por algo y se van a ofender más. No dejes que tus empleados te tuteen ni tutearlos tú porque no eres su amigo, eres su empleador, su patrón, y debes marcar esa línea jerárquica desde el principio”. Quizá la empleada del Oxxo quiso verse amable y amistosa con el sujeto del cabello teñido y le falló. Posiblemente, el tipo, aunque de apariencia ridícula y haber abordado una combi al salir de la tienda, es una persona de gran jerarquía en una empresa o dependencia, o tiene amplios estudios universitarios y por ello sabe que la cajera del Oxxo no puede igualarse con él. Lo cierto es que, y esto es consideración mía, qué flojera reclamarle a una perfecta desconocida, a la que posiblemente no volverás a ver, que te trate con tal deferencia. ¿Tan vacía y sin chiste será su existencia para necesitar ser tratado tan protocolariamente? Me recordó a un compañero de trabajo que tuve en una universidad privada, de donde él era egresado: “Hola, mi nombre es Licenciado Fulano de Tal”. Nunca decía su nombre y luego especificaba su título universitario, sino que éste ya formaba parte de su nombre. Siempre se me hizo chistoso. ¿En qué acabó todo? Don Usted se salió todo cabreado y subió a una combi y la señora se quedó visiblemente apenada, tanto que, al atenderme, no quería ni subir la mirada. Sólo pude decirle “chistoso el tipo, ¿verdad? No deje que un pendejo le arruine la tarde”. Le cambió el semblante, me sonrió y dijo “nunca, joven”. Hasta que lo ven El reciente anuncio de que los autos “chocolate” podrán ser legalizados en Michoacán, aunque causará escozor entre los empresarios del ramo, como los distribuidores de autos nuevos, es benéfico para todos. A corto plazo, es beneficioso porque en Michoacán hay miles de autos sin regularizar, lo que impide que sus propietarios los saquen de sus pueblos, por lo que su uso queda acotado al municipio de residencia, y eso, a la hora de una emergencia, complica mucho las cosas. Además, si quieren vender ese carro, difícilmente encontrarán cliente, a sabiendas de lo que implica sacarlo a carretera o traerlo a la ciudad, y si logran venderlo, es a un precio que puede llegar al 50 por ciento de su valor real, con base en el modelo y las condiciones en que la unidad esté. Por otro lado, el año que entra, si la medida realmente se implementa, los dueños de esos carros tendrán que pagar por el trámite de regularización, pero también por el emplacamiento correspondiente a este cambio de gobierno y el refrendo que toca en 2022. Pero a largo plazo, esos carros seguirán pagando trámites vehiculares e impuestos, lo cual implica una buena derrama económica para las finanzas del gobierno michoacano, que no está precisamente en la opulencia como para ponerse renuente. Pero también, al estar en el sistema, esos carros podrán ser más fácilmente identificados si se utilizan para la comisión de delitos. Claro que la medida no será bien recibida por los empresarios, quienes pagan toda una serie de impuestos y toda una plantilla laboral. A ver cómo se pone el tiro con ellos. Por lo pronto, muchos paisanos respirarán tranquilos cada vez que vean un retén o los pare una patrulla. Es cuánto.