LA CASA DEL JABONERO | Incultura vial

A la falta de inclusión urbana hay que sumar la nula cultura vial de todos, porque, aunque así como hay peatones a los que no les queda de otra, también hay flojos que prefieren pasar bajo la sombra del puente toreando vehículos.

Jorge A. Amaral

Esta semana vi un video en redes sociales. Le digo rapidito de qué iba: una avenida grande, con dos carriles en ambos sentidos; en el camellón, una señora empujado una carriola y acompañada de un niño de no más de cuatro años de edad. En un momento determinado, la mujer ve la oportunidad y empieza a cruzar con sus hijos, lo que hizo que el camión desde el cual se grabó el video frenara de repente, y eso obligó al conductor aledaño a hacer lo mismo para que esa familia atravesara.

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Como es costumbre, y ya ve que en cuanto inician sesión los usuarios se vuelven expertos en cualquier tema, los comentarios no se hicieron esperar, acusando a la mujer de irresponsable por arriesgar a sus hijos de esa manera. Incluso hubo quienes, molestos, hicieron responsable a la señora y sus niños de cualquier cosa que les hubiera podido pasar a los conductores y sus pasajeros.

Cierto, la señora arriesgó a sus hijos y se arriesgó ella, pero ninguno de los expertos en urbanística que enriquecieron Facebook con sus comentarios pensó en la ligerísima posibilidad de que no hubiera otra forma de cruzar que pasarse a la brava y que sea lo que Dios quiera. Y es que hasta hace apenas unos años es que los proyectos urbanísticos se hacen con una visión más inclusiva, porque hasta no hace mucho, las grandes obras viales se hacían pensando únicamente en desfogar el flujo vehicular de la zona donde se erigen, contemplando el ahorro en tiempos de traslado en carro, que puedas rodear una ciudad mediana como Morelia en una hora, por poner un ejemplo.

No, estimado lector, no se vaya a ir con la finta: casi nunca soy peatón y estoy a años luz de ser “bicilover”; soy conductor y motociclista, y por eso sé que, en cualquier momento, en cualquier lugar, puede salir una persona corriendo o un adulto mayor que no tiene más remedio que atravesar tan rápido como puede, porque quizá se bajó del transporte público y su destino está justo frente a él. Sí, hay puentes peatonales, pero hay a quienes subirse al puente les puede costar caminar un kilómetro más, si es que el puente es seguro ante el riesgo de un asalto.

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Sin ir más lejos, dese una vuelta por el Libramiento de Morelia y verá lo complicado que es atravesarlo a pie en muchas zonas, sobre todo al norte, esa parte construida por el gobierno federal como premio de consolación ante el desmadre que estado y Federación tenían en Michoacán durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, y que sirvió para favorecer a constructores amigos de la cúpula encabezada por Alfredo Castillo.

A esa falta de inclusión urbana hay que sumar la nula cultura vial de todos, porque, aunque así como hay peatones a los que no les queda de otra, también hay flojos que prefieren pasar bajo la sombra del puente toreando vehículos. Pero también vivimos la cultura de Don Jergas (por no escribir palabras altisonantes), ese que siempre tiene que pasar primero, el que siempre tiene prisa, el que empieza a pitar antes de que la luz del semáforo cambie a verde, el mismo que se acerca peligrosamente y avienta las luces altas para que te quites, aun cuando ya vayas a 80 kilómetros por hora en una zona donde el límite es de 40 o 60; el mismo que da vueltas prohibidas porque es un chingonazo al volante, tanto que en ningún momento suelta el celular. Y por otro lado, está el compañero motociclista que se siente el mismísimo Evel Knievel y zigzaguea entre carros en movimiento, se sube a la banqueta si el tráfico está detenido, circula entre dos carriles y te tira bronca si no lo dejas pasar… sólo porque tiene prisa.

Personas como esas hay por montones, y por eso suceden los accidentes de tránsito: irresponsables que manejan en estado de ebriedad, Torettos que no respetan límites de velocidad, temerarios que ven los señalamientos como adornos, gente que no guarda la distancia prudente, que invade carril a diestra y siniestra, personas incapaces de conducirse con cortesía en la selva urbana, conductores y ahora hasta motociclistas que no pierden de vista el celular, ciclistas que no respetan los semáforos y se exponen a ser atropellados. Quitando las fallas mecánicas, la incultura vial es la principal causa de accidentes y tragedias viales.

Por esa misma razón es que la inclusión a peatones, ciclistas y personas con discapacidad debe ser una exigencia en cualquier proyecto vial, desde la banqueta de la cuadra hasta un distribuidor vial o un libramiento, porque la ciudad es de todos, la ciudad la conformamos todos, sea cual sea nuestro medio de transporte. Aunado a ello, es preciso que las autoridades sean más estrictas en cuanto a quién se le expide una licencia de manejo, porque usted puede no tener la más mínima idea de cómo de operar un auto, con que pague y diga que sí sabe, le dan su licencia. También falta que los agentes sean más vigilantes de cómo maneja aquel conductor que si se trata de una camioneta con placas extranjeras y salió pa’l chivo.

Ovidio de la discordia

Por fin el gobierno federal pudo echarle el guante a Ovidio Guzmán, ese que en 2019 generó un caos que tan caro le ha salido políticamente a Andrés Manuel López Obrador.

Este es sin duda un golpe importante porque diezma a una familia de narcos, pero su cártel en particular y el crimen organizado en general siguen su camino, porque hay miles de personas en sus filas y la droga que Ovidio ya no podrá seguir traficando ahora alguien más la venderá. Pero es también una reivindicación del gobierno porque, de no haberlo capturado, de haber terminado el sexenio con Ovidio en libertad, él hubiera pasado a la historia como el narco que venció al Estado en general y a AMLO en lo particular.

Aunque es una captura importante, tampoco es para tocarle una “Diana” al gobierno, porque la obligación de las dependencias de seguridad, desde las policías municipales hasta las corporaciones federales y Fuerzas Armadas, es luchar contra el crimen, es detener delincuentes, y la obligación de los impartidores de justicia es que esos criminales no sigan delinquiendo.

Pero la gente es bien chistosa, porque así como el “Culiacanazo” de 2019 le generó airadas críticas al gobierno federal y acusaciones de colusión con el Cártel de Sinaloa, señalando que todo el caos había sido en vano, hora que con todo y borlote de todos modos lo agarraron, la oposición critica las bajas en el Ejército, el miedo y la zozobra que vivieron los habitantes de Culiacán. Son válidas las críticas, pero sacarle raja política al miedo de la gente es de una bajeza tal que hasta pena ajena da. Y lo peor, que supuestos líderes de opinión afiliados a la derecha no tardaron en decir que no habían detenido a Ovidio, que era un doble. El imbécil de Ricardo Alemán es una prueba de lo que digo.

¿Qué logran? Generar más polarización para sacar beneficio político. No sería de extrañar que ahora erijan a Ovidio Guzmán como preso político. Allá usted si les cree, pero esos señalamientos vacíos, sin fundamento y meramente grilleros de la oposición lo único que hacen es arrastrar por el suelo los nombres de todos y cada uno de los soldados muertos y heridos en ese operativo.

El precandidato

El exgobernador de Michoacán anda duro y tupido en redes, incluso un conocido medio estatal ya lo catalogó como “precandidato presidencial”. Si quitamos a los acarreados a sus reuniones y mítines, que son la mayoría de los presentes en sus eventos, ¿alguien realmente le habrá pedido “oiga, exgobernador, estoy en la orfandad política rumbo a 2024, ¿podría por favor representarme?”? Sería interesante saberlo.

Lo que sí es que con las cosas como las dejó en Michoacán, es encomiable su cinismo al asumirse como una posible opción electoral, dado que su partido ya no es la sombra de lo que fue, se mantiene gracias a la alianza con el PAN y el PRI, así que no podemos hablar de una base partidista que lo respalde, y por base me refiero a la gente de a pie, no a los consejeros distritales o diputados o gente que labora en el comité.

El PRD aún tiene entre sus liderazgos a gente valiosa, de trabajo y empuje, con identidad política, pero están errados en su andar si creen que mantenerse bajo la sombra del exgobernador es lo ideal. Lo que deberían hacer, en lugar de seguirle inflando el ego a un solo personaje, es tomar lo que aún les queda de partido y refundarlo, reconstruirlo, ya no como lo que en días de gloria fue, sino como una opción para quien en medio de la polarización no se considera ni de aquí ni de allá. Si un día se dan cuenta de ello, quizá tarde será. Es cuánto.