LA CASA DEL JABONERO | La guerra perdida

La ira puede convertirse en alegría y la cólera puede convertirse en placer, pero a un pueblo destruido no puede hacérsele renacer y la muerte no puede convertirse en vida, Sun Tzu

Jorge A. Amaral

El video es crudo, desgarrador, terrible. Un joven matando a sus cuatro amigos con un machete y un cuchillo que uno de los captores le avienta, para luego, al último que asesina, abrirlo en canal y sacarle los órganos. Por fortuna ese clip (el menos donde yo lo vi) no tiene audio, porque con gritos y quejidos hubiera sido aún más insoportable. Si usted no tiene el hígado y el estómago para ver la extrema narcoviolencia que impera en México, quédese con la descripción. Al parecer se trata de los 5 jóvenes que hace días fueron privados de la libertad en Lagos de Moreno y que al parecer fueron capturados por el cártel hegemónico para reclutarlos.

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Como le digo, ese material es sumamente fuerte, pero lamentablemente no es ni lo más fuerte ni lo último que veremos, porque desgraciadamente esos 5 jóvenes sólo son 5 víctimas más de las que en este país se pueden contar por cientos de miles, entre asesinados, desaparecidos, heridos, torturados, desplazados, mientras el gobierno en realidad poco hace.

Todo esto desde 2006, cuando Felipe Calderón, a fin de legitimarse como presidente luego de un turbio y muy cuestionado proceso electoral, decidió declararle la guerra al narco. Al panista, o le valió cacahuate llevarse a México entre las patas o pensó que ganaría, el caso es que ahora lo que él ayudó a detonar (el crimen organizado tiene su origen mucho antes de que Felipe de Jesús llegara a la Presidencia).

Al día de hoy, con nuevos colores y otro discurso en Palacio Nacional, el gobierno federal, mostrando total indiferencia, está más enfocado en la designación de un candidato para ratificarse en 2024, que en resolver de una vez por todas lo que dijeron que solucionarían. 

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A tal grado llega la indiferencia gubernamental en el caso de Lagos de Moreno, que, por un lado, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, trata de descargar la responsabilidad de las investigaciones en la Fiscalía General de la República, porque al ser un delito cometido por la delincuencia organizada, es de competencia federal. Al oír eso, la FGR dice que lo van a pensar, pero no prometen nada. El presidente, por su parte, finge sordera y con una magistral elegancia para hacerle al pendejo, mejor cuenta un chistorete todo menso. Por desgracia ese es el nivel que se viene manejando.

Para el gobierno ya es prácticamente imposible poner un alto a la delincuencia porque, primero, la ominosa herencia de sexenios pasados es evidente, con instituciones podridas en la corrupción y organizaciones tan empoderadas que hoy son dueños de regiones enteras, administradores de distintas actividades productivas e incluso autoridades de facto en muchos lugares. Por el otro, una política de abrazos y no balazos que nomás no da resultado, pues por mucho que sepamos de dónde se origina la violencia, cuáles son los factores para que un joven ingrese a las filas del narco, por más y más becas que se otorguen, es un esfuerzo incompleto, porque ya el 81 por ciento del territorio nacional es controlado por grupos delictivos, según el reporte “Presencia del crimen organizado en México”, elaborado por AC Consultores a partir de reportes de la Sedena y de publicaciones en medios de todo el país hasta enero de este año y que usted mismo puede consultar en este link, para que vea que nada sale de mi manga: https://acortar.link/ZZ5BKP.

Ese porcentaje no le gustó nada al presidente cuando AC Consultores dio a conocer que los grupos delictivos controlan un millón 590 mil kilómetros cuadrados de México con todo y sus 108 millones de habitantes. 

Esto no es poca cosa, porque en mil 488 de los 2 mil 471 municipios que hay en México se registran ejecuciones, masacres, extorsiones, secuestros, videos amenazantes e incluso asesinatos de policías y funcionarios públicos.

Es bien fácil decir que todo México o casi todo (o exactamente el 81 por ciento) está bajo control del narco, incluso es una frase ya hecha, tan conocida que se ha vuelto un lugar común, como sentencia ante la que ya no hay nada que se pueda hacer. Pero cuando lo decimos con números asusta más, porque estamos hablando, según el reporte, de que el Cártel Jalisco Nueva Generación actúa en 427 municipios, Los Zetas tienen presencia en 411, el Cártel de Sinaloa está en 293 demarcaciones, La Familia Michoacana tiene actividades en 103 municipios, el Cártel del Golfo está en 84, el Cártel del Noreste actúa en 63, Los Zetas Vieja Escuela tienen presencia en 55 y el Cártel de Juárez opera en 30 municipios.

Del cúmulo de organizaciones delictivas de distintos tamaños y alcances que hay en México, sólo dos operan en 28 entidades del país, pues al CJNG sólo le falta entrar a Sinaloa, Durango, Coahuila y Campeche (si no es que ya está ahí). Por su parte, el Cártel de Sinaloa no tiene a Tamaulipas, San Luis Potosí, Michoacán, Querétaro e Hidalgo.

Cómo va a poder el gobierno con ellos si en el país hay detectadas 175 organizaciones, de las que 39 operan en más de dos estados mientras que 136 sólo tienen presencia regional. Pero esto no es bueno, porque estamos hablando de que, en promedio, hay 9.5 grupos en cada estado.

La Ciudad de México es un caso particular, tanto por la forma en que se fue llenado de narcos como por la densidad poblacional de cárteles, ya que, yéndonos a los porcentajes, hay 216 por ciento más organizaciones delictivas que en la provincia, y es que en la capital del país, otrora territorio neutral, hoy son imparables al menos 30 grupos, siendo los más grandes y violentos los formados en su momento por los Beltrán Leyva a través de La Barbie: La Unión Tepito, La Fuerza Anti Unión, el Cártel de Tláhuac, pero también hay células de La Familia Michoacana. También tienen actividades grupos locales como el de Juan Balta, Los Tanzanios, Los Canchola, Los Rodolfos, Ronda 88, Los Molina, El Maestrín, El Hércules y El ET. Eso sin contar que en la capital también existe presencia del Cártel de Sinaloa, el CJNG y Guerreros Unidos, no dejando de lado a los colombianos y venezolanos dedicados al gota a gota con la anuencia de los cárteles, que se llevan su comisión.

Otros estados donde se supera la media nacional en presencia del narco son Michoacán, con 24 grupos detectados; Sonora, con 19; Estado de México y Chihuahua, con 18 cada uno; Oaxaca, con 16; Guerrero e Hidalgo, con 14 grupos, respectivamente, así como Morelos y Puebla, con 11 grupos detectados en cada estado.

Ojo, no haga la suma, no espere un 100 por ciento cerrado, pues hay que recordar que en pocas regiones hay control de un solo grupo, que la mayoría del país está en disputa, por lo que en un territorio puede haber muchos grupos operando.

Ante estos datos es inviable y hasta ingenuo creer que en algún momento y con la actual “estrategia” el gobierno federal podrá hacer algo por revertir un crecimiento que ha tomado más de 20 años a los cárteles, que no importan las buenas intenciones ni del presidente ni de quien quede en su lugar, del partido que sea. La guerra contra el narco iniciada por Calderón desde el principio estuvo destinada al fracaso, y aunque AMLO intentó cambiar la forma, no cambió el fondo: corrupción, impunidad, miedo.

Por eso lo que le decía al principio: el video de los muchachos de Lagos de Moreno no es el primero, pero tampoco será el último ni el más violento que la delincuencia organizada nos regale para la galería del horror y lo peor es que ya estamos tan acostumbrados, que pareciera que nos da igual, pero no, sólo que ya no queda de otra porque en esta guerra, la sociedad es la mayor perdedora en un país derrotado. Es cuánto.

Postdata

“Lo más importante en una operación militar es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. En ejército es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo.

“Por lo tanto, sabemos que el que está a la cabeza del ejército está a cargo de las vidas de os habitantes y de la seguridad de la nación”.

No lo digo yo, lo dice Sun Tzu en “El arte de la guerra” y los presidentes deberían leerlo, porque Felipe Calderón inició una guerra que no estaba preparado para ganar y el Andrés Manuel López Obrador sólo ha administrado políticamente el dolor.