Jorge A. Amaral Ya vimos el primer debate entre los candidatos a la Presidencia de México, ya vimos el encuentro que sostuvieron candidatos al Senado por Michoacán y no hubo sorpresas: formatos acartonados, lugares comunes, que si “yo quiero ser tu representante”, que si “que siga la transformación”, que si “el gobierno inepto que ya se va”, que si “los ciudadanos cansados de la vieja política”, etcétera, etcétera, etcétera. No crea que esto lo digo sólo por mi particular aversión hacia la clase política en general, sino porque ya nos sabemos la película que se repitió por enésima vez: los buena ondita -muy frescos porque dicen que representan lo nuevo-, los ataques mutuos, los señalamientos, los golpes bajos. Al final, todos saliendo a decir que ellos ganaron el debate, lo que refleja que acudir a esos encuentros no es para proponer, dialogar, encontrar puntos de acuerdo y hallar soluciones a problemas comunes o colectivos. No, todos los candidatos, ellas y ellos, sólo van a alimentar su vanidad, hacerse promoción, a joder al de al lado. Al final, si quieren, todos y cada uno son ganadores si así lo quieren ver, si con eso les basta, si así de corta es su mirada; qué más da quién ganó si el único que pierde es el elector: el tiempo invertido en escuchar y ver la transmisión, el dinero público gastado en realizar ese ejercicio, la incapacidad de incidir de otra forma que no sea el voto. Y es que en el pasado debate entre los presidenciales vimos de todo menos debate: como le digo, privaron los señalamientos, los golpes bajos, las acusaciones de quién es más sucio. Para eso, para ver gente arrojándose bolas de estiércol, estimado lector, mejor veamos “La Casa de los Famosos” o algún otro reality show. Pero además el formato no ayuda: estar los tres de pie, sin mirarse directamente, más atentos a las indicaciones de los moderadores que a lo que van a proponer, en caso de que llevaran propuestas bajo el brazo, no ayuda mucho. Ojalá que para los siguientes encuentros, en que sí habrá candidatos mirándose de frente, lleven ideas para contrastar y ver quién tiene la mejor propuesta. Pero no es culpa sólo de los candidatos que prive la austeridad discursiva, es culpa de nosotros, los electores, que no exigimos más de ellos, que nos basta la polémica. Estimado lector: como sociedad tenemos los políticos que merecemos, y si como electorado no damos para más, pues es lo que hay y ni modo, a seguir aguantando hasta que aprendamos a exigir más. Mientras tanto, se vienen más debates: los otros dos presidenciales, uno más entre aspirantes al senado y no dudo que los respectivos entre aspirantes a la alcaldía de Morelia. Si usted desea verlos, adelante, como contribuyente, es su dinero y tiene derecho a ver en qué se derrocha, pero no se haga muchas ilusiones, que nada hay nuevo bajo el sol. Por cierto, hablando del último debate presidencial: Andrés Manuel López Obrador se quejó de que ese encuentro fue usado para atacarlo a él y su gobierno, porque recuerde usted que todos los que no le rinden pleitesía son conservadores y quieren que vuelva el neoliberalismo y blablá. ¿De qué espera que hablen los candidatos opositores?, ¿de perritos y gatitos?, ¿de qué podemos hacer para alegrar a AMLO y que llegado el momento nos acoja en su reino? No, como candidatos a sucederlo es lógico que hablarán de su gobierno, porque buscan reemplazarlo, no buscan suceder a Salinas, Zedillo o Calderón o Peña para hablar de sus administraciones; buscan ser el sucesor o sucesora de AMLO y por eso tienen que hablar de las fallas de este gobierno. La única que anda con la percepción de la realidad bien alterada es la señora Sheinbaum, sólo ella vive en ese mundo de fantasía creado por la narrativa lopezobradorista y por eso abraza con fe ciega su apostolado. Siéntese, señora El fanatismo político ha salido tan caro y no hemos aprendido de eso. Muchos sectores siguen cegados creyendo ser poseedores de la razón y la autoridad moral para denostar al otro, para odiarlo, para fomentar el desprecio hacia los fanáticos del otro extremo. Bueno, quizá sin ese fanatismo la política no existiría o no sería necesaria. Luego de la violenta irrupción de la policía ecuatoriana en la Embajada de México en la capital de ese país, los reclamos no se hicieron esperar. Obviamente, el gobierno de México reclamando la grave violación a su soberanía sin antes haber recurrido al diálogo y la diplomacia; del otro lado, el gobierno de Ecuador diciendo que la Embajada mexicana estaba asilando a un delincuente, como se le considera a Jorge Glas, acusado de delitos como peculado y demás. Pero en medio de ambos gobiernos, las voces a favor y en contra: quienes reprobaron la redada, quienes dicen que el exfuncionario sí es un delincuente que no tiene derecho al asilo político. Entre todas esas voces salió la de la senadora más combativa, beligerante, feroz, disruptiva e improductiva de la Cámara Alta: la señora Lilly Téllez, para variar. Bueno, resulta que la señora salió en su calidad de senadora a ofrecer una disculpa al gobierno de Ecuador y a nombre de millones de mexicanos por lo sucedido en la Embajada, porque las declaraciones de AMLO orillaron a que el gobierno de Noboa decidiera recurrir a la fuerza, violando acuerdos y convenciones internacionales. Esa acción no me extraña de la señora Téllez: si el presidente dice en su mañanera que comer heces es malo, ella es capaz de publicar un video defendiendo la coprofagia. Por eso tampoco es de extrañar que ahora también esté invitando a México al deslenguado de Javier Milei para conocer y nutrirse de su experiencia libertaria. Carajo, ¿aprender de un imbécil al que la lengua no le ha alcanzado para sacar de la crisis a su país? El trabajo legislativo de la señora Téllez lo explica. Y es que, sí, pues, López Obrador metió el moco al atole, como siempre, al andar opinando sobre la política interior de otros países, por andar metiéndose donde no lo llaman y erigirse como gendarme moral, pero de ahí a justificar un acto violento en contra de una sede diplomática mexicana, en contra de connacionales que sólo hacían su trabajo; de ahí a asumir la postura de “es que me lo merezco, lo hice enojar, pero me pega porque me quiere”, todo ello con tal de golpear al gobierno al cual se opone, hay que ser de plano mucho muy miserable, por no escribir lo que estoy pensando. Pero a la señora ya la conocemos, ya sabemos de lo que es capaz, lo que asusta es que esos millones de mexicanos en nombre de los cuales se disculpó realmente existan y piensen como ella. Eso da miedo. Denuncia oportuna Ya empezó la guerra por Morelia, ya Alfonso Martínez se va de licencia para buscar la reelección, listo para presumir el embellecimiento a algunas zonas de la ciudad como tarjeta de presentación electoral. Por ahí anda también René Valencia, abanderado del PRI que tiene una sólida base social debido a la popularidad de Revolución Social, organización fundada por su hermano Memo y que junto al Grupo Tigres es la verdadera Policía Municipal. Pero también, directo del PRD pero enfundado en un chaleco guinda, el parachense listo a conquistar la capital del estado toda vez que le fue allanado el camino a la Senaduría. Y el parachense viene con todo, porque apenas inició la carrera electoral y ya presentó denuncias contra Alfonso Martínez por ejercicio abusivo de funciones, cohecho, lavado de dinero y delincuencia organizada. Más le vale al alcalde no deber envases en la tienda de su colonia, porque hasta eso saldrá a relucir. No le diré que Alfonso Martínez es inocente, para defenderlo están sus funcionarios; tampoco le diré que el alfil del gobernador miente al hacer esos señalamientos, pero en política no hay sorpresas, sólo sorprendidos. El parachense, si de verdad estuviera interesado en la legalidad y la justicia, pudo haber procedido desde que era secretario de Gobierno, pero en ese entonces tenía la mira puesta en el Senado, Morelia no le importaba, como tampoco le importa ahora y le digo por qué: ¿ha escuchado usted que el experredista haya hecho alguna propuesta de acción realmente útil para la capital del estado y sus localidades, fraccionamientos y tenencias? Yo tampoco. Él está ahí por acuerdos políticos y tendrá a su servicio el aparato gubernamental para ejercer recursos ilimitados y acceder a información privilegiada que, si no fuera necesario electoralmente, jamás saldría a la luz. Como sea el chisme se va a poner bueno y los del Zoológico fue sólo una muestra de todo el lodo que será arrojado en la contienda por Morelia. Esto es la guerra y no habrá piedad. Es cuánto.