LA CASA DEL JABONERO | México clasista

Basta con que usted se asome a la caja de comentarios en las publicaciones de medios de comunicación y verá cómo las conductas racistas y clasistas se replican por miles.

Jorge A. Amaral

México es sin duda un país clasista, y ejemplos de eso vemos a diario. Las redes sociales han servido en gran medida para sentir el pulso de la sociedad, basta con que usted se asome a la caja de comentarios en las publicaciones de medios de comunicación y verá cómo las conductas racistas y clasistas se replican por miles. Por ejemplo, hace algunos días, cuando se jugó un partido de futbol americano en el Estadio Azteca, los organizadores pensaron que, como tienen tantos seguidores, sería buena idea contratar a un grupo de música regional para amenizar el espectáculo de medio tiempo. A quienes organizaron el evento les cueteó, porque Grupo Firme se llevó el abucheo y rechifla de su vida.

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Cualquiera pensaría que, teniendo tantos seguidores y siendo un espectáculo en México, un grupo de música norteña sería buena opción, pero resultó que el espectáculo no estaba “a la altura” de las expectativas de los asistentes a ese partido. De igual forma, cualquiera pensaría que sólo se trató de una horda de sujetos que no saben respetar el trabajo de un artista que se sube al escenario a dar lo mejor de sí para complacer al público. Pero no, porque cuando el hecho se registró en notas periodísticas, las reacciones en redes sociales fueron de aprobación a tal acto, aplaudiendo y encomiando el abucheo al grupo.

Ejemplos de esos en redes sociales se ven con tanta frecuencia que asusta, porque, por ejemplo, lo mismo sucede cuando un medio publica una nota sobre un reguetonero, o si se difunde algo sobre normalistas. Se les tacha de lo peor, se emprende un auténtico linchamiento digital.

Cualquiera pensaría que tales reacciones se dan porque la sociedad mexicana es sumamente educada en cuestiones musicales y por ello el país está lleno de sibaritas que amenizan sus partidos de futbol americano con lo más selecto de la música de cámara, pero pues no hay tal, porque estadísticamente está comprobado que la música que más se consume en México es la regional mexicana, justo la que interpreta Grupo Firme.

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Ahora bien, la marcha que el pasado domingo se replicó en muchas ciudades para, según los políticos que la organizaron, defender al INE, fue catalogada por sus participantes como un ejercicio ciudadano cuya finalidad fue demostrarle al gobierno en turno el sentir de la ciudadanía, con todo y que por todos lados se consignó el acarreo de personas que, según testimonios que muchos medios recogieron en sondeos, ni siquiera tenían clara la postura de la manifestación. Ah, pero la de este domingo, con la que Morena pretende demostrar músculo y decirles a sus adversarios que los seguidores del presidente son más, es catalogada por los grupos de derecha y gente que los acompaña como una marcha de mugrosos, chairos, mascotas del régimen y demás adjetivos que no es necesario repetir.

Ahora bien, según la Encuesta Nacional sobre la Discriminación en México, realizada por el INEGI en 2017, muestra que el fenómeno es muy marcado en nuestro país, sobre todo en torno al tono de piel, la manera de hablar, el peso, la estatura, la forma de vestir o el arreglo personal, la clase social, las creencias religiosas, el sexo, la edad y la orientación sexual. Tan es así que el 23 por ciento de la población mexicana a partir de los 18 años consideró que entre 2012 y 2017 se les había negado el ejercicio de algún derecho por alguna de las razones arriba mencionadas. Los derechos que tuvieron mayor mención como negados fueron recibir apoyos de programas sociales, la atención médica o recibir medicamentos.

En la ENADIS de 2017 se destaca, entre otras cosas, que el 20.2 por ciento de la población había sido víctima de discriminación por su tono de piel, la forma en que habla, su peso o estatura, la manera en que viste o se arregla, su estrato social, su lugar de residencia, su religión o su edad. Y esto afecta por igual a hombres que a mujeres.

En cuanto a los principales ámbitos donde personas indígenas o con alguna discapacidad declararon haber sido mayormente discriminados, destacaron los servicios médicos, la calle, el transporte público y, lo más grave, en su propia familia.

En cuanto a las personas con una religión distinta a la mayoritaria en México, los adultos mayores, los adolescentes y jóvenes, así como las mujeres, la discriminación se dio en la calle, en el transporte público, en sus trabajo y escuelas y en el seno familiar.

Las formas de discriminación más frecuentes en la mayoría de los grupos estudiados fueron los insultos, las burlas y comentarios despectivos. Además, el 19.3 por ciento de las personas con discapacidad señaló haber sido objeto de miradas incómodas, y el 40.3 por ciento de las personas indígenas señaló haber recibido miradas incómodas y cometarios en torno a su persona.

Ahora bien, un aspecto estrechamente relacionado con la discriminación es la apertura a la diversidad, porque es obvio que quien discrimina se cierra. Así pues, de las personas encuestadas en 2017, el 39.1 por ciento se dijo renuente a rentarle un cuarto de su casa a un extranjero, el 38.6 por ciento, a una persona joven; el 36.4 por ciento, a una persona trans; el 35.9 por ciento, a un enfermo de VIH o SIDA, y el 32.3 por ciento le negaría la renta a una persona de la comunidad LGBT.

A la hora en que los críos se casan, el 56.6 por ciento se opone a que su hijo o hija se case con una persona con VIH o SIDA, el 43 por ciento se opone a que su descendiente contraiga nupcias con una persona del mismo sexo y el 13.3 por ciento se dijo en desacuerdo que uno de sus hijos se case con alguien de religión distinta a la suya.

Pero no podemos hablar de discriminación sin asomarnos a los prejuicios de distinta naturaleza, como ese 60 por ciento de encuestados que cree que “la mayoría de las y los jóvenes son irresponsables”, o el 44.7 por ciento que considera que “mientras más religiones se permitan en el país, habrá más conflictos sociales”, o ese 24.5 por ciento que piensa que “las personas con discapacidad son de poca ayuda en el trabajo”.

Es importante conocer estos datos porque muestran una panorámica de la discriminación en nuestro país y que no sólo el gobierno trace estrategias para combatir este flagelo, sino que la sociedad misma sea más consciente, lo que se antoja difícil.

Clínica Kafka

La puerta se cerró tras ella, frente a mí. Una ligera opresión en los ojos, un nudo en la garganta que me esforcé por mantener apretado lo necesario para evitar un clamor, pero no tanto que me ahogara.

Después de semanas de dolor nocturno, de sentir sus noches inquietas a mi lado. Después de días de ir y venir, de "venga tal día a tal hora", de "ahora vaya a tal oficina, a la ventanilla fulana, con el doctor zutano". Luego de tanta espera, por fin su vida quedó en manos de desconocidos. Qué difícil poner la vida de la mujer amada bajo la responsabilidad de esos perfectos extraños, a quienes uno no les importa.

Deben de ser profesionales en lo que hacen, quiero pensarlo, pero es difícil confiar después de dos meses en que con gran elocuencia nos demostraron que para el sistema sólo somos cabezas de ganado.

Llegas a una ventanilla donde el dolor del paciente no importa porque ellos no están para ser empáticos, su trabajo no es ese. En las Condiciones Generales de Trabajo no se estipula que el empleado administrativo se ponga en los zapatos del paciente. Médicos que no se toman dos segundos para mirarte a los ojos y preguntarte si te duele más o menos. Sólo revisan papeles, verifican el cumplimiento de los requisitos y, cuando mucho, sólo cuestionan si ya fuiste a tal o cual oficina. Todo sin mirar a los ojos. Su trabajo no es ese, su sindicato no los ampara para eso, a su jefe sólo le importa el cumplimiento de metas administrativas porque su jefe no es distinto, sólo es otro burócrata con conexiones políticas y credenciales ostentosas.

En esos ires y venires he constatado que el pesado aparato burocrático no se justifica con la cantidad de trabajo, sino que ese cúmulo de documentos requeridos, las vueltas y vueltas, el ir a tramitar una cita para poder hacer otro trámite que dé pie a otra cita no es sino para justificar una colosal cantidad de personal administrativo.

Claro, puedo entrar en el personaje de señor iracundo y recalcarles que por mi contribución y la de millones de personas la dependencia se sostiene, con todo y los salarios, bonos y prestaciones que perciben, pero quizá el descuento en la nómina no da para tanto. Antes di.

Ahora, mientras ella está en la mesa del quirófano, con su vida en manos de gente a la que no le importamos, yo espero.

Este sistema de salud, con sus pasillos fríos, sus vigilantes implacables y sus empleados que sólo esperan la hora de salida y el día de pago, haría desesperar a Kafka.