Jorge A. Amaral Ya van en México 5 periodistas asesinados en 2022, que se suman a los 7 que murieron por la violencia y 2 desaparecidos en 2021, los 19 de 2020, 9 en 2019 y uno en diciembre de 2018, eso sin contar las demás desapariciones, las agresiones, el acoso y las amenazas de que periodistas y medios son objeto en todo el país. Esta situación, aunada a los constantes ataques que desde la Presidencia de la República y Morena se orquestan contra la prensa, ponen en serio riesgo la labor de periodistas y comunicadores. Esta hostilidad de Andrés Manuel López Obrador hacia la prensa no es nueva, ya que en 2006 acusaba un cerco mediático para impedirle llegar a la Presidencia de la República. En ese cerco estuvieron involucrados algunos diarios nacionales y las dos televisoras más importantes del país. y sí se notaba, seamos francos. Ya en 2018, al tomar la Presidencia de México, López Obrador sabía que estaría bajo la lupa, que muchos medios y periodistas harían escarnio de él por enemistades cultivadas a lo largo de los años, pero también por el mismo ejercicio de sus funciones. Por eso, y por su supuesta campaña de austeridad republicana, anunció que no había convenios con medios de comunicación. Esa medida fue aplaudida, y con justa razón, ya que un selecto grupo de medios y periodistas se vieron favorecidos durante muchos años al grado de amasar grandes fortunas con contratos y prebendas. Lo malo fue que el presidente pasó a toda la prensa mexicana por el mismo rasero y su feligresía, siempre lista para repetir el discurso del monarca sin chistar ni mucho menos cuestionar, empezó a tratar a toda la prensa por igual de “chayotera”, y sin distinguir ni tantito, es más, sin siquiera tener una condenada idea, comenzaron a acusar a cualquier periodista de “chayotero”, y así empezó la monserga de “te arde porque perdiste privilegios” y demás idioteces que la borregada repite sin cesar. Al paso de tres años, esta administración federal se ha caracterizado por varias cosas: el cuestionable manejo de la pandemia de COVID-19, la incapacidad ante el crimen organizado y los ataques a la prensa. De la pandemia no hablaremos en este momento, ya que ese es tema para otra entrega, pero sí diremos que actualmente el crimen organizado está incontenido en México. Mientras en Tierra Caliente se hacen incursiones para luchar contra sólo en cártel, en lugares como Caborca o Colima se establecen toques de queda ante las embestidas del crimen organizado, mientras la sociedad queda inerte, encerrada o de plano desplazada. Pero, por otro lado, con la prensa este gobierno es reacio, implacable. Uno de sus principales brazos ejecutores es Elizabeth García Vilchis, la encargada de la tristemente célebre sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”, en la que cada ocho días, desde el foro de la mañanera, se dedica a desprestigiar y desvirtuar a medios de comunicación, periodistas y hasta usuarios de redes sociales. El exceso llegó cuando el presidente dio a conocer los ingresos de Carlos Loret de Mola. No, yo no voy a salir con la tontería esa de #TodosSomosLoret. El que el presidente use su cargo para dar a conocer información personal de un particular sólo por joderlo, refleja autoritarismo y un revanchismo propio del viejo PRI, de donde el presidente emergió. Pero con todo lo cuestionable del hecho, no diré que yo también soy Loret porque pues no, el tipo se ha ganado su reputación con montajes, mentiras, tergiversación de la realidad, todo con tal de empoderarse y obtener beneficios económicos. Pero con la oposición le ha funcionado, quienes lo han alzado en hombros como el mártir del periodismo, el comunicador valiente que recibe las embestidas del Estado tirano, opresor y dictatorial por sacar a la luz las corruptelas de la Corte. Y pues no, ni AMLO es un dictador ni Loret es un mártir. En todo caso, López Obrador sólo es un presidente errático e intolerante, y el comunicador, un gánster al que ahora las cosas no le salen como estaba acostumbrado. Claro, el mandatario sale a llenarse la boca diciendo que él no es como los anteriores, que él no va a matar periodistas ni encarcelarlos ni perseguirlos, pero ni falta que hace. Basta con que lance un señalamiento en la mañanera o alguno de sus incondicionales publique algo en redes sociales para que de inmediato toda la feligresía le haga el trabajo sucio: amenazas, hostigamiento, acoso, linchamiento público, descrédito a su labor. Y es que al presidente no le gusta la prensa crítica, está tan seguro de que hace lo correcto que no admite cuestionamientos. Por eso, tanto en la Ciudad de México como en Morelia y Tijuana, muchos compañeros han protestado dando la espalda a los políticos morenistas, quienes han volteado la cara a la prensa denostándola y alentando las amenazas contra el gremio. Pero así como AMLO pretende que nosotros creamos que él no es igual a sus antecesores, él y sus seguidores deben entender que no todos somos Loret, que por cada Loret de Mola hay cientos de periodistas desprotegidos ante las amenazas, en la precariedad laboral, sin prestaciones, solos a su suerte, sólo con el respaldo de los compañeros, porque muchos no cuentan ni con sus patrones. Y pese a todo, ahí están, madrugando para ir a buscar la nota, lidiando con funcionarios prepotentes, recorriendo ciudades o poblados para conseguir información, fotografías o videos. Y por ellos la oposición no hace una sesión virtual con miles de personas, por ellos no hay un hashtag en redes. Para ellos sólo hay insultos por parte de los adoctrinados del presidente. Esos hombres y mujeres no son adoptados como mártires por la derecha privilegiada de este país. Como comentaba con un amigo y compañero, tan no somos Loret, que si López Obrador o su sicaria de las mañaneras la agarraran contra mí y dieran a conocer mis ingresos, lejos de enojarme, asustarme, preocuparme o sentirme en riesgo, más bien me daría penita con aquellos que piensan que todos los que criticamos a AMLO somos chayoteros y privilegiados. o todos somos Loret, él la trae contra el presidente por conveniencia y afectación a sus intereses y por eso investiga hasta la marca de ropa interior del hijo del mandatario; otros, la mayoría de quienes nos dedicamos a esto, si señalamos las fallas en este gobierno es por hacer honor a la verdad y amor al oficio que ejercemos. Ya si los privilegiados de este país quieren erigir a Loret de Mola como su Espartaco, como su mártir de una libertad de expresión de la que siempre ha abusado en beneficio de sus propios intereses, están en su derecho. Sólo recordar a ambos bandos (porque lamentablemente los hay) que los ídolos también caen. Al tiempo. Oigan, ¿y Silvano? Después de las irregularidades detectadas en obras públicas, en dependencias como la Secretaría de Educación, luego de que salieron a relucir los búnkeres, los lujos y el dispendio, ¿dónde está Silvano Aureoles? Seguramente usted recordará que luego de los patéticos espectáculos en la Ciudad de México y Estados Unidos, con su banquito y su folder, el exgobernador prometió que emprendería una Cruzada por la Legalidad y la Paz en Michoacán. De hecho, hasta los escombros del PRD se sumaron en su momento a la intención del de Carácuaro. Cuando Silvano hizo el anuncio de esa cruzada, pues uno se imaginó que andaría concientizando a la gente, ofreciendo conferencias, ruedas de prensa, marchas, actos públicos en distintas ciudades de México. Que incluso crearía una fundación para recaudar fondos de apoyo a las víctimas de la violencia y la narcopolítica que, según él, se instauró cuando Morena ganó en Michoacán. Ya lo hacía yo como un Greta Thunberg boomer, denunciando en foros internacionales, voz en cuello, con el ceño fruncido y evidente enojo, la instauración de una narcodictadura en Michoacán, con riesgo de expandirse por todo México. De veras, su servidor esperaba que eso sucediera para registrarme y, ¿por qué no?, donar la mitad de mis domingos a su causa. Pero pues no lo hizo, el exgobernador quién sabe dónde andará. Recuerde usted al bravío Silvano, ese que salía ante los medios a señalar, que usaba sus redes para retar, ese paladín de la legalidad que un día anunció que lucharía contra los narcogobiernos, pues puede haber narcos y gobernantes juntos y hasta comer en la misma mesa, pero sin mezclarse. Hoy es un misterio el paradero del exmandatario. Quizá sus periodistas amigos lo sepan, los empresarios y clase política, pero la gente de a pie lo ignoramos, y ya el gobierno del estado no habla mucho de él, así que le aseguro que, si se concretan acciones por irregularidades de la pasada administración, posiblemente caigan sobre funcionarios de medio pelo, porque Silvano y su círculo rojo no serán tocados ni con el pétalo de una investigación. Como sea, además de haberse llevado hasta los lapiceros (a juzgar por las quejas del actual gobierno), dejar obras inconclusas y con irregularidades y el estado convertido en un polvorín, ya también nos quedó a deber una cruzada de romántico activismo en la que él iba a ser el héroe. Todo lo anterior lo escribo cantando “Silvanito, ¿dónde te hayas?, ¿con quién te andarás paseando? Presiento que no me engañas y no te andas ocultando”. Es cuánto.