LA CASA DEL JABONERO | Soldados en la calle

En pleno 2022, el gobierno federal y los estatales están en un callejón sin salida porque, aunque algunos cárteles se debilitaron, otros ahora cogobiernan en muchos territorios.

Jorge A. Amaral

Yo sólo quería hacer un rap emotivo / pero está muy radioactivo aquí donde vivo. / Pronto cambiarán el escudo nacional / por un cuerno de chivo / en coronas de olivo.

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“Prieto Malvado”, Playa Mata Fokas, alias Metrik Vader, alias Skillamen.

A lo largo de la discusión sobre si la Guardia Nacional debía o no estar bajo un mando militar y en el tema de la permanencia de los soldados en las calles haciendo tareas de seguridad pública, muchas voces se escucharon en contra.

Se han leído y escuchado muchos análisis, tanto de periodistas como de especialistas y catedráticos, activistas y demás expertos en seguridad. Las críticas, con mucho sustento, han sido en el sentido de que el Ejército tiene un larguísimo historial de abusos y violaciones a los derechos humanos. Eso es indudable, y no sólo desde el inicio de la guerra contra el narco que Felipe Calderón declaró en 2006, sino ya desde mucho antes, por ejemplo, en la década de los 60 y 70, en que tantísima gente murió o desapareció o ambas a manos de soldados, quienes además fueron usados para amedrentar y reprimir.

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Otro punto es que los soldados, por el carácter de su formación, no están preparados para luchar contra la delincuencia porque su preparación es militar, no policiaca.

Además, en caso de abusos y violaciones a los derechos humanos, el Ejército está fuera de la jurisdicción de las fiscalías, ya que la Sedena tiene su propio sistema de justicia y eso hace sumamente complicado, si no imposible, que una autoridad civil, como lo es un juez, pueda procesar a los soldados si cometen homicidio, violación sexual, hostigamiento o desaparición forzada. Eso se quedará en los pasillos y mazmorras de los cuarteles, nada más. Por ello es que el Ejército está dotado de impunidad a la hora de las sanciones que son competencia de autoridades civiles.

Se han manejado distintas alternativas para no incurrir en la militarización de la seguridad pública, como establecer mejores controles contra la corrupción en los cuerpos policiacos, que a los policías estatales y municipales se les dote de mejor preparación y equipamiento para hacer frente a la delincuencia, que los agentes gocen de mejores condiciones para trabajar, como salarios más elevados y más prestaciones; que los estados y municipios cuenten con más presupuesto para invertir en sus corporaciones, tener un andamiaje jurídico más sólido y que la lucha contra la corrupción en todos sus niveles se fortalezca aún más, con controles más estrictos y sanciones más severas.

Pero todo eso se ha venido buscando desde hace al menos dos sexenios anteriores al actual, cuando el Ejército fue sacado de los cuarteles en lo que se fortalecían las policías, haciendo de la entonces Secretaría de Seguridad Pública federal una supersecretaría, y vea usted en lo que terminó: Genaro García Luna encarcelado por sus nexos con el narco, miles e muertos, miles de desaparecidos, y toda esa corrupción durante sexenios pasados llevó a muchas corporaciones municipales a no ser más que brazos armados del narco. Y lo peor es que ni el Ejército ni la Marina pudieron erradicar a los grupos de la delincuencia organizada.

Hoy, en pleno 2022, el gobierno federal y los estatales están en un callejón sin salida porque, aunque algunos cárteles se debilitaron hasta casi quedar extintos, otros ahora cogobiernan en muchos territorios y de plano gobiernan en otros tantos.

Si hoy se dieran a la tarea de fortalecer a las policías estatales y municipales, claro que ayudaría y sería lo ideal, pero ese proceso puede tomar otros 10 o 20 años a ritmo actual, no ayudaría mucho a corto y mediano plazo, y es por eso que en el gobierno federal se decidió seguir con los soldados en las calles y entregarle la Guardia Nacional a la Sedena. El mismo presidente lo admitió cuando se le cuestionó sobre esa añeja promesa de campaña: sí quería regresar a los soldados a los cuarteles, pero cambió de opinión. AMLO no es tonto ni está ciego: si cambió de opinión es porque se dio cuenta de que con policías civiles, al menos por ahora, la lucha contra el narco está perdida.

Si, ha habido detenciones, aseguramiento de arsenales y cargamentos, pero eso no merma a los cárteles, que han tendido sus tentáculos como una verdolaga. Duele admitirlo y ojalá no fuera así, pero gracias a la corrupción, el poder económico, los altos niveles de violencia y el terror que han sembrado, los cárteles de la droga hace mucho que le ganaron al Estado.

PRI doblegado

Mediante denuncias y quemones, Morena logró doblar las manos de Alejandro Moreno, líder nacional del PRI, para impulsar en la Cámara de Diputados el que el Ejército se mantenga en las calles, mínimo, hasta 2028, con todo y que el presidente de México, durante se campaña proselitista rumbo a los comicios de 2018, prometió que los soldados regresarían a su cuarteles. El de esta semana fue un PRI fragmentado, entre la espada y la pared a causa de su dirigente nacional. Al menos eso se vio en San Lázaro; sin embargo, en la Cámara de Senadores le pueden voltear la moneda al exgobernador de Campeche y romper esa primorosa alianza legislativa entre el tricolor y el partido guinda.

Y es que en la cúpula del PRI, sobre todo en esa parte que no es controlada por Alito, no están dispuestos a pagar el costo político de proteger a su dirigente; de hecho, de esa misma cúpula han salido airadas críticas al campechano por estar poniendo en riesgo al partido y, sobre todo, la alianza con el PAN y lo que aún queda del PRD, sin la cual no podrán hacer nada en los comicios estatales del próximo años, y menos aún en las elecciones federales de 2024.

Proteger a Alejandro Moreno es una apuesta demasiado arriesgada para el PRI en términos electorales, pues al menos en la Cámara de Diputados ya se demostró que Morena y aliados, si no pueden convencer por las buenas a la oposición, pueden doblegarla, dividirla y, por ende, debilitarla, lo cual no sólo fortalece al presidente López Obrador, sino a sus alfiles, que ya acarician la candidatura presidencial de Morena, como Claudia Sheinbaum, por ejemplo. Al tiempo.

Uno como quiera ¿pero los niños?

Ahora, gracias a esa discusión en torno a las Fuerzas Armadas y su permanencia en las calles haciendo tareas de seguridad pública, el PRI y el PAN están como una pareja al borde del divorcio, y lo peor es que en medio quedan los indefensos, pues no han dicho quién, en caso de separarse, se quedará con el PRD, que mira hacia ambos lados todo acongojado porque el fin de esa alianza sería su acabose.

Desde hace muchos años, desde que La Casa el Jabonero abrió sus puertas, comenté que el PRD, con tal de ganar elecciones y posicionar a sus perfiles, estaba a entrando en la ruta de hacer alianzas con quien fuera, aun a costa de sus principios, ideología y hasta su militancia, mucha de la cual hoy está en Morena.

Muchas voces al interior del sol azteca se alzaron para reprochar a los Chuchos, padrinos y mecenas políticos de personajes como Silvano Aureoles. La dirigencia, secuestrada por este grupo, desoyó a sus militantes, esos perredistas que dieron origen al partido y enarbolaron las causas que el PRD defendía como partido de izquierda. No les importó, era más importante ganar elecciones aliándose con un contrincante natural, el PAN, fundado para luchar contra los mismos principios que le dieron origen al PRD: el cardenismo y lo que representaba.

Hoy, gracias a ese desencanto, el partido está como está. Por la actitud prostibularia de sus dirigentes, López Obrador y compañía dejaron el instituto político y se fueron a fundar Morena, y con ellos se fueron miles de militantes que vieron traicionados sus ideales. Claro, tanto perredistas como panistas vendieron la idea de que el país demandaba esa unión para hacer frente a una especie de Masiosare político que amenazaba a la nación. Mentira, nadie les pidió que se unieran, sólo vieron la necesidad de hacerlo por su propia sobrevivencia. Claro que en aquel entonces el PRD aún estaba más o menos fuerte y podía negociar posiciones, pero el sol azteca ya no pesa y está supeditado a lo que el PAN y el PRI le den.

“Ayer maravilla fui, Llorona, y ahora ni sombra soy”, dice la canción, y de ese partido que defendía las causas de la izquierda no ha quedado gran cosa, ni un estado como bastión, una escasa representación legislativa y algunos líderes que creen que aún tienen con qué buscar la Presidencia de México, como Silvano Aureoles, por poner un ejemplo de lo que hoy es el sol azteca. Si como es de preverse, no tardará mucho tiempo en perder el registro y quizá sea mejor así, ya que ni se cuidaron sus valores ni se refundó a tiempo. Es cuánto.