Jorge A. Amaral “El Cartel del Golfo Grupo Escorpiones reprueba energéticamente los echos del dia viernes 03 de marzo pasado endonde desafortunadamente fallecio una persona inocente madre trabajadora y fueron secuestrados 4 ciudadanos americanos de los cuales 2 fallecieron y por ello emos decidido entregar a los involucrados y responsables directos en los echos quienes entodo momento actuaron bajo su propia determinacion e indisciplina y encontra de las reglas que el CDG a operado siempre, respetando la vida y la integridad delo inocentes. // El CDG se disculpa con la sociedad matamorense los deudos de la señora Arely, las personas y familias americanas afectadas. // EL CDG le pide a la sociedad que esté tranquila por que estamos comprometidos a que esos herrores causados por indiciplina no se repita y paguen los responsables sea quien sea!! // ATT. CDG Grupo Escorpiones”, reza textualmente la cartulina que acompañaba a los presuntos responsables del secuestro y muerte de ciudadanos estadounidenses durante la última jornada violenta en Tamaulipas. Ese mensaje llama mucho la atención porque, aunque todos los cárteles dicen que no se meten con inocentes y que su lucha es contra los otros grupos, pareciera obedecer más a una orden mucho más superior que la de su jefe de plaza. Ese secuestro y muerte de estadounidenses tensó la relación entre México y Estados Unidos, pues de aquel lado de la frontera no se hicieron esperar las airadas críticas y enardecidos reclamos por parte de políticos contra el gobierno mexicano, al grado de que parecía avecinarse un conflicto como el causado por el Cártel de Guadalajara cuando mataron a Enrique Camarena, agente de la DEA asesinado por Miguel Ángel Félix Gallardo y sus amigos en la década de los 80. El hecho de que el mismo Cártel del Golfo haya entregado a los supuestos autores del crimen y que incluso se haya tomado la molestia de dejar una disculpa por escrito indica que alguien tomó el teléfono y reclamó por el relajo que eso estaba causando. Recordemos que a ningún narcotraficante le conviene hacer enojar a Estados Unidos, como tampoco hay gobernante mexicano al que le resulte benéfico tener al Tío Sam respirándole en la oreja. Además, es curioso que los sujetos entregados hubieran estado tan tranquilos, uno de ellos riéndose, sabiendo que son chivos expiatorios y que su sacrificio será recompensado. Como dato curioso le comento: en un video donde se ve cómo suben a los estadounidenses a una camioneta aparece un sicario gordo, pero en la foto de los entregados no hay ningún corpulento. Y por ello resulta gracioso que primero aparecen esos individuos en calidad de entregados a la autoridad y en seguida el gobierno los presenta como detenidos, sin haberles cambiado ni la ropa. Y eso lleva a pensar que, efectivamente, esa detención es una farsa para calmar a la bestia norteamericana, para aplacar la furia de un Tío Sam dispuesto a declarar terroristas a los cárteles y con ello tener carta abierta para entrar a México a luchar contra ellos. Esto último puede verse desde dos ángulos: por un lado, supongamos que los cárteles mexicanos se ganan la certificación de terroristas, entonces viene Estados Unidos a luchar contra ellos. Podría ser que sólo así se vea un combate real al narcotráfico, puede ser que el gobierno de México salga ganando, o puede ser que no, porque más de algún político mexicano empezaría a tragar saliva y a frotarse las manos. Ah, sí, la soberanía, una mera abstracción que los nacionalistas defienden a capa y espada como si aún existiera en toda la extensión de la palabra. Por otro lado, y es un cuestionamiento básico, el gendarme mundial en que se Estados Unidos se ha erigido no es ni será apto para arrojar la primera piedra, porque históricamente no sólo ha tolerado mafias que inunden sus calles con droga, sino que hasta las ha solapado. ¿No me cree? Revise los casos de Noriega en Panamá, la Contra Nicaragüense o los cárteles liderados por sinaloenses desde la década de los 70. En ese sentido es válido cuestionar cómo es que el gobierno de Estados Unidos se preocupa tanto por los cárteles mexicanos siendo que en su territorio hay consorcios mafiosos que generan y lavan miles de millones de dólares al año. Ah, sí, los cárteles son terroristas por violentos, pero esos cárteles matan gente con armas traídas en un gran porcentaje de Estados Unidos. Entonces, lo sucedido en Tamaulipas no es más que un acto de expiación para apaciguar los ánimos, y esa llamada de muy arriba de la que le hablaba al principio bien pudo salir de un capo en un rancho o de una oficina gubernamental. Claro que eso es mera especulación basada en hechos del pasado. Al final quedan más dudas que respuestas. ¿Se cubre o no se cubre? La marcha del 8 de marzo, con motivo del Día internacional de la Mujer, deja un sabor extraño, que no me atrevo a catalogar como agridulce. Por ningún motivo incurriré en el error de desvirtuar la movilización, ya que es justa y necesaria; mucho menos criticaré los métodos: pintas, ventanas rotas, destrozos varios, ya que se entiende el rencor, la impotencia y la rabia hacia un Estado y una sociedad que tanto les ha quedado a deber a las mujeres en materia de seguridad y respeto a sus derechos, porque a diario niñas y mujeres son explotadas, violadas, asesinadas, traficadas como mercancía por las redes de trata de personas. Lo que me deja que pensar es la actitud que toman hacia la prensa. Los periodistas hombres y mujeres que han cubierto esas manifestaciones, así como quienes desde la Redacción llevamos a los lectores la información, hemos aprendido, como profesionales que somos, a no criminalizar la protesta ni alimentar el morbo ciudadano. La cobertura por parte de los compañeros reporteros escritos y gráficos ha sido sumamente respetuosa, acatando los requisitos que los colectivos imponen a los trabajadores de los medios. No obstante, un sector de manifestantes agrede a quienes sólo hacen su trabajo, a quienes no van a cuestionar ni criticar, sino sólo mostrar a la opinión pública una manifestación ciudadana. El trato que a los periodistas se les dio el pasado 8 de marzo es cuestionable dado que en gran medida es gracias a los medios que se ha visibilizado la violencia de género que impera en la sociedad, esto al recoger denuncias y amplificarlas para ayudar a que lleguen a donde deben llegar. Los grupos radicales de esas manifestaciones deben madurar, entender que la prensa no es su enemiga, que una reportera o un fotógrafo no son sus contrarios, sino que en gran medida, son incluso sus aliados, porque no hay que olvidar que el gremio periodístico también es vulnerable, también ha sido víctima de amenazas, agresiones, desapariciones y asesinatos. Ojalá un día entiendan que agredir a una reportera o reportero no abonará en nada a su lucha. No me gusta hablar mucho del tema porque no soy mujer, mejor aquí lo dejo. Se lo dije ¿Se acuerda usted que hace una semana le comentaba la facilidad con la que los delincuentes pasan por la puerta giratoria de la procuración de justicia? ¿Recuerda que le hablé de la impunidad de que gozan los criminales por falta de denuncias formales o por inoperancia a la hora de integrar las carpetas de investigación? Si mal no recuerdo, algo le comentaba sobre el hecho de que la impunidad impera, salvo cuando los a criminales se les ocurre tocar a los agentes de la Fiscalía General del Estado aunque sea con el pétalo de una rosa. Le comentaba eso porque en esa semana, en que salió a la luz la incompetencia oficial para investigar un caso de desaparición, también a unos malandros se les ocurrió dispararles a agentes de la Fiscalía en Morelia, que se desplegaron, investigaron, se movieron y rápido dieron con los responsables, quienes resultó que además eran secuestradores. Bueno, esa misma rapidez se mostró el jueves en Tzintzuntzan, donde unos mañosos les tiraron balazos a los ministeriales y se echaron a correr. Eso fue en la tarde, pues para en la noche ya la Fiscalía tenía detenidos a dos malandrines, y resultaron ser miembros de una célula de un cártel de Jalisco. Le aseguro que rapidito serán vinculados a proceso. Chingao, si para todas las víctimas hubiera esa presteza, los niveles de impunidad no serían tan elevados. Sí, sí, ya sé que sí se detiene a delincuentes, sí se les presenta ante el juez y se integran las carpetas de investigación para que los sentencien, pero cuántos casos son judicializados y cuánto tiempo tiene que pasar para que las víctimas reciban justicia. Es cuánto.