Jorge A. Amaral En los últimos años, la policía de las redes sociales, que también se erige como Poder Legislativo y Judicial, ha tipificado un nuevo delito, con un concepto que al principio parecía serio pero que ahora, dados los excesos, vale la pena ponerlo en tela de juicio: apropiación cultural. El tema empezó a ponerse en boga cuando diseñadores y marcas de renombre tomaron aspectos estéticos de la vestimenta tradicional de algunos pueblos indígenas, como ha sucedido con bordados de Oaxaca que luego vemos mercantilizados por grandes firmas de la moda. El tema con la industria de la moda está en el lucro que se hace sin rendir cuentas a nadie, pararse el cuello en una pasarela y decir que se ha tenido una gran idea sin reconocer que esa idea salió de un viaje a México, donde se vieron estos bordados, se adquirieron algunas prendas y se replicaron en vestimenta más vanguardista, sin dar ningún crédito creativo, económico o por lo menos moral a quienes crearon tales diseños. Pero ahora el asunto va más allá, porque hoy cualquier cosa puede ser acusada de constituir apropiación cultural. La cantante Rosalía ha sido duramente criticada por algunos sectores, sobre todo activistas, que la acusan de apropiarse de rasgos de la cultura gitana, como los ritmos, pasos de baile, vestimenta y toda una estética creada a partir de ahí. Pero a estas alturas, dígame usted qué no es apropiación cultural, qué no sale de ese fenómeno. Esa apropiación es justamente lo que nos enriquece, porque América Latina, por poner un ejemplo, es tal gracias a ese fenómeno: europeos apropiándose del territorio y los recursos, indígenas obligados a apropiarse de una religión, de un idioma, y si esto tiene una sangrienta y trágica raíz, hoy es algo que forma parte de nuestra identidad. Eso a lo que la policía moral le llama “apropiación” no es más que sincretismo. ¿Por no ser gitana Rosalía no debe cantar con tintes de flamenco?, ¿por no ser negros, Eminem no puede cantar rap ni Eric Clapton puede tocar blues como Masayoshi Takanaka no puede hacer jazz? Eso quiere decir que la música ranchera o la norteña no deberían existir, dadas sus raíces europeas, o que este artículo ni siquiera debería ser escrito en español por no ser yo peninsular, pero tampoco en alguna lengua originaria porque no sé hasta dónde tengo raíces indígenas. Tendría que buscarlas y cuando por fin las encuentre, si es que lo hago, sentarme a escribir, pero, carajo, lo hago en una computadora japonesa, una tecnología de la que me estoy apropiando. Sorry, mama, ya no veré anime porque no soy japonés, no usaré Dickies guangos porque no soy cholo del este de Los Ángeles. Ya en serio, cualquier artista puede tomar influencias de donde sea, puede nutrirse del arte de cualquier parte del mundo. Claro, en el caso de las marcas textiles, mínimo deberían decir de dónde sacan sus bordados, y es donde la autoridad debe poner orden, para que las comunidades puedan reclamar derechos sobre su trabajo, porque Eric Clapton grabó canciones de Robert Johnson y ganó dinero con ellas, pero antes de eso tuvo que pagar a quien tiene los derechos de esa música. Fábrica de artistas El entretenimiento es una industria y tiene sus artífices, ejecutivos, fábricas, mercancía y consumidores, y gracias a ello genera miles de millones de dólares cada año alrededor del mundo. Hace tiempo platicaba con un productor y me decía cómo han cambiado los hilos, ya que antes el artista y su equipo tenían que componer de diez a doce canciones, meterse al estudio, grabar un disco y de ahí a lanzarlo al mercado con uno o dos sencillos para colocarlos en la radio. Hoy los artistas hacen una canción, graban el video y colocan el tema en plataformas digitales, y ya cuando tienen cierta cantidad de canciones, se puede hablar de un álbum. Eso ha permitido a muchos artistas emerger sin la necesidad de una disquera multinacional. Aquí entran las fábricas de artistas, que no son tampoco una novedad pero sí han cambiado la forma de operar. Por ejemplo, los cantantes de K-pop son sometidos durante años a una ardua preparación física y artística, además de serios regímenes alimenticios y procedimientos quirúrgicos a fin de tener al joven perfecto, hombre o mujer, que salga al mundo digital y mediático a conquistar corazones y recuperar la cuantiosa inversión que se hizo en él o ella, y esa presión ha llevado a muchos IDOLS a padecer severos cuadros depresivos e incluso al suicidio. Hoy una de esas fábricas de talentos es YouTube, porque las plataformas digitales dan la pauta a la industria de la música y en las redes sociales se forman los artistas de las generaciones más jóvenes. Por eso es que YouTube tiene desde hace años su propia incubadora de talentos, dándoles las herramientas para crear su base de seguidores, que además nutren a la plataforma, haciéndola el gran negocio que es. Según datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica, en sólo un año las ganancias a nivel mundial crecieron a un ritmo de las dos décadas anteriores, pues con artistas como Taylor Swift, Adele o BTS, llegaron a 25 mil 900 millones de dólares en 2021. Este crecimiento fue impulsado por el streaming, que pasó de 443 millones en 2020 a 532 millones de usuarios globales en 2021. De ahí que represente ya el 65 por ciento de los ingresos totales de la industria. Con su programa Clase Foundry, YouTube ha apoyado a 250 artistas independientes con campañas de desarrollo de talento, creación de contenido o monetización de sus canales. Varios de los artistas que pasaron por esta fábrica lograron dar un salto en la industria musical, como Dua Lipa, Rosalía o Natanael Cano. Las mexicanas que este año serán incubadas por YouTube son Bruses y Yoss Bones. La primera es cantante y compositora de Tijuana, y combina el pop, rock, punk emo y electro pop. No es raro que YouTube la seleccionara: su tema “Dueles tan bien” cuenta con 9 millones de reproducciones, y eso la ayudó a realizar su primera gira nacional. La segunda, Yoss Bones, es originaria de Salamanca, Guanajuato. Ella tiene influencias del R&B, hip hop y dancehall. Ha lanzado más de 40 sencillos y colaborado con artistas como Santa Fe Klan, Neto Peña o AB Quintanilla. Su sencillo “No soy criminal” cuenta con más de 15 millones de reproducciones en YouTube. No nos vamos aponer puristas y decir que eso está mal. La industria ha mutado y la forma en que los artistas se acercan a su público también, y eso permite descubrir talentos que de otra forma se quedarían en el underground, tocando en bares y ya. Tengo 42 años, y cuando era adolescente me habría encantado tener al alcance de mis oídos la música que antes sólo se conseguía yendo a las grandes ciudades, a los tianguis culturales o, en mi caso, con los vendedores de casetes piratas de San Francisco o los portales, cuando el Centro de Morelia estaba plagado de puestos. Ya veremos cómo evoluciona esto, y le aseguro que será para bien. Al tiempo. No quieren consuelo A veces a la gente se le olvida dónde vivimos, por muy progresistas o modernos que nos queramos ver. Mucha gente de Morelia es aún muy conservadora; claro, a sus conveniencias. Le comento esto por la polémica desatada por los bazares, espacios ideados para que emprendedores locales vendieran sus productos, sobre todo si son artesanales. Estos escaparates venían instalándose en distintos puntos del Centro de Morelia, como Las Rosas y la Calzada de San Diego. Todo bien hasta que se inconformaron las buenas consciencias vallisoletanas, esas que se escandalizan por una manifestación en pro del aborto pero están acostumbradas a los niños pedigüeños, las mismas que reniegan porque los condenados normalistas cerraron la avenida Madero y les quieren echar el carro encima, pero si cierran el Centro para bailar Juan Colorado o el ya sobadísimo encendido de la Catedral, son las primeras en emocionarse. La queja fue que en esos mercaditos se estaban vendiendo juguetes sexuales y ropa de segunda mano. Y es que a quién se le ocurre llevar cosas de esas al Centro, en qué cabeza cabe exhibir productos que luego los papás no van a saber cómo explicar a sus hijos. Porque, como sucede en estos temas, la preocupación de los padres de familia no es tanto que sus críos están expuestos a temas relacionados con la sexualidad, porque si a los papás les importara a qué se exponen sus hijos, no les enjaretarían la Nana Celular para que no estén jodiendo. Lo que en realidad preocupa a esos padres es que no van a encontrar palabras para explicar si el niño o la niña preguntan qué es eso o para qué sirve, porque se nos educó para no pensar cosas sucias, para no faltar a la moral. Somos una sociedad aún muy conservadora, con un esquema de valores demasiado arraigados, y por esa razón es que un obispo auxiliar de Morelia puede salir a incitar al odio hacia la comunidad LGBT y a condenar el derecho de las mujeres a un aborto seguro y gratuito sin ser tratadas como criminales, y mucha gente aplaude esos discursos de odio porque está de acuerdo, pero no se escandaliza por la cantidad de pedigüeños alrededor de la Catedral, muchos de ellos, niños. Ahora esos bazares han sido cancelados, lo malo es que con ello les quitan la oportunidad de vender a muchas personas que de esta manera podían alivianarse más, porque la economía en Morelia no está como para desperdiciar oportunidades. Pero con eso el Centro conserva su máscara señorial, aunque Las Rosas sea la cantina más grande de Morelia, con todo y los niños obligados a ejercer la mendicidad y a los que usted sólo finge que no ve para seguir tomándose su café a gusto. El Centro de Morelia está libre de pecado, aunque unas cuadras al sur y unas cuadras la norte de la Madero, la prostitución, posiblemente mediante la trata de mujeres, siga tan campante. Por cierto, le recomiendo una nota de Changoonga en la que se recogen testimonios de mujeres trans hablando de su clientela clerical. Es cuánto.