Jorge A. Amaral El gobernador llegó tempranito a Palacio Nacional, en sus manos llevaba un legajo de papeles y, como quien va a cita al IMSS o al ISSSTE, se sentó a esperar. Durante 4 horas estuvo el gobernador de Michoacán aguardando a que Su Graciosa Majestad accediera a concederle audiencia en alguna sala de Palacio, pero eso no sucedió. Molesto ante el desaire, el gobernador hizo fuertes señalamientos sobre la influencia del narco en las elecciones en Michoacán el pasado 6 de junio, diciendo que los michoacanos habíamos votado a punta de pistola y que, por ende, el gobernador electo, el morenista Alfredo Ramírez Bedolla, había sido impuesto por el narco, que los narcogobiernos volverían a gobernar al estado y que incluso hay el riesgo de que en 2024, el próximo presidente de México sea llevado al poder por la delincuencia organizada. El presidente López Obrador, ante la pregunta de por qué no había recibido al mandatario michoacano, fue tajante: él no es la instancia, y tiene razón. Si en la elección pasada se cometieron delitos electorales, éstos deben ser denunciados ante las autoridades encargadas de organizar y garantizar la legalidad en los comicios, ya sea el Instituto Electoral de Michoacán o el Tribunal Electoral del Estado, en lo local, o el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a nivel nacional. Incluso, la Fiscalía General de la República y la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales. Es ahí donde deben presentarse las denuncias. El gobernador afirma que en los últimos años el crimen organizado ha expandido aún más sus tentáculos en todo el territorio estatal, y esa denuncia no es poca cosa porque esto quiere decir que, si de por sí el narco ya estaba metido hasta en la cocina, su aumento implica que ya invadió hasta el patio de la casa. Eso es evidente, ya que en Michoacán los homicidios con el sello del crimen organizado siguen la misma tendencia. Como dato meramente ilustrativo, durante el mes de junio en Michoacán se cometieron 152 homicidios, de los que 22 tuvieron como víctimas a mujeres. Y esos son de los que nos dimos cuenta por haber quedado consignados por la prensa, pero seguramente, como siempre sucede, hay más, porque hay enfrentamientos que no se reportan, y si llegan a los medios, muchas veces las autoridades omiten decir cuántos muertos y heridos hubo, ya que, en ocasiones, los grupos que se enfrentan recogen a sus muertos y heridos, entonces, cuando los cuerpos de seguridad llegan, ya sólo encuentran armas tiradas y camionetas abandonadas, pero ni rastro de víctimas. Silvano Aureoles denuncia la poca acción del gobierno federal en el combate al crimen organizado, y a eso fue a la Ciudad de México, tanto que con Ciro Gómez Leyva se abrió de capa, como acostumbra sincerarse con los medios nacionales, aunque a los estatales sólo les dé migajas informativas. Pero hay un detalle que al mandatario se le pasó por alto: el plantarse ante Palacio Nacional con un montón de papeles no fue un acto de un ciudadano de a pie, ni de alguna organización social o de una asociación civil, él no es un activista por los derechos humanos, no pertenece a un grupo de búsqueda de desaparecidos o algún colectivo de víctimas de la violencia, de esos que tanto han denunciado que las arremetidas del crimen organizado quedan en total impunidad. No, él es, aún, el gobernador del estado, la máxima autoridad de la entidad y, por ende, el responsable de garantizar la seguridad a la ciudadanía, y para ello tiene a la Policía Michoacán, a la Fiscalía General del Estado y hasta, se supone, la coordinación con instancias federales, como el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y la FGE, para solicitar su intervención en el caso de delitos del orden federal. Ahora bien, el señalamiento de una narcoelección en Michoacán no deja bien parado al mismo gobernador, ya que Morena y PT no ganaron de forma unánime todos los municipios del estado: la coalición ganó en 29 demarcaciones y el partido del presidente obtuvo 2: 31 de 112 municipios donde hubo elecciones (Cherán es caso aparte). Los demás municipios los ganaron 3 candidatos independientes y los demás partidos, pero centrémonos en los que ganó la coalición PRI-PAN-PRD o estos tres en solitario: el PRI ganó 11, el PAN se alzó en 8 y el PRD obtuvo 5 alcaldías, esto por separado. En la alianza, que se presentó con el súper mamerto epíteto de “Equipo por Michoacán”, PRI-PAN-PRD ganaron en 10 municipios, PAN-PRI, en 5; PAN-PRD, en 6, y PRI-PRD ganaron en 2 alcaldías. Esto quiere decir que el partido del gobernador, el Sol Azteca, obtuvo, por sí solo o en alianza, 23 municipios. ¿En esas demarcaciones donde no ganó Morena, en las que triunfaron candidatos perredistas o de la alianza, también hubo narcoelección? Y es que Silvano Aureoles habla de forma generalizada de un narcoelección en Michoacán, pero el triunfo de Ramírez Bedolla tampoco fue unánime, ya que su mayoría fue de 654 mil 837 votos, sobre los 614 mil 576 emitidos por el excandidato del gobernador, Carlos Herrera. ¿Esas 614 mil 576 personas también votaron a punta de pistola? Digo, si el mandatario va a generalizar, hagámosla bien. Uno de los grandes problemas es que el gobierno estatal no ha sabido llevar el combate a la delincuencia organizada en el ámbito de sus atribuciones, sino que más bien lo ha minimizado. Desde hace días, Aguililla constantemente está cercado por los grupos delictivos que se disputan la zona, entiéndase Cártel de Jalisco Nueva Generación y lo que ha dado en llamarse Cárteles Unidos. En medio de balaceras y cortes a las carreteras, el municipio también se ha visto incomunicado al ser cortada la señal de telefonía celular e internet, lo que, junto a los cortes a la energía eléctrica, ha dejado al pueblo incomunicado, a oscuras y en la zozobra al escuchar cómo las balaceras se desatan un día sí y al siguiente también. Pero el gobierno del estado, lejos de ofrecer alternativas, desde hace mucho tiempo, aún en vida del fallecido exprocurador y secretario de Seguridad Pública, José Martín Godoy Castro, decía que la violencia en las zonas de Tierra Caliente y Ciénega de Chapala se daba en el lado de Jalisco, y que los cuerpos que se encontraban en el lado michoacano eran personas narcas que eran asesinadas en el estado vecino, pero las venían a tirar acá para amedrentar a la población. Valiente consuelo. La última de esas perlas tangenciales se emitió hace unos días: los cortes a la electricidad y a las telecomunicaciones en Aguililla se debían a las fuertes lluvias, no a los grupos delictivos, a quienes les conviene tener incomunicado y cercado el pueblo, como los propios vecinos han denunciado, al grado de venir a marchar hasta Morelia, vigilados en todo momento por personas vestidas de civil que tomaron fotografías y siguieron la marcha paso a paso en actitud de franco halconeo. Eso sí, en favor del gobierno del estado debemos decir que en Aguililla hay un cuartel del Ejército, cuyos elementos no han servido para maldita sea la cosa, razón por la que los pobladores han sido tajantes en un ultimátum: o salen a hacer su trabajo o salen del municipio. De todos modos es como si no estuvieran. Ahora bien, volviendo al tema de Silvano sentado afuera de Palacio. Si en verdad el crimen organizado ha crecido en la entidad en los últimos años, debería hacer un ejercicio de reflexión y autocrítica y valorar en qué ha fallado, en qué ha quedado a deber, qué es lo que aún puede hacer, contra quiénes hay que proceder, a quiénes hay que denunciar o detener si está entre sus facultades, no ir a hacer un berrinche mediático por un problema que él mismo ha dejado crecer. En verdad os digo: al gobernador aún tiene demasiado trabajo en Michoacán, no le queda andar haciendo el ridículo y tildando de malagradecido al presidente por supuestamente haberlo apoyado económicamente cuando AMLO figuraba en las filas del PRD. Tantita vergüenza, por el amor de Dios. Los soldados de AMLO AMLO siempre es noticia, y para eso tiene la mañanera. La semana arrancó con el machete desenvainado, pero no contra la delincuencia ni para perseguir a funcionarios corruptos. No. La mañanera del lunes fue para para irse con todo contra los principales enemigos del régimen: la prensa que lo critica, y para ello la conferencia inauguró la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”. En voz de una experiodista afín al régimen, el foro de Palacio Nacional se convirtió en un juicio sumario contra medios de comunicación, periodistas y comunicadores que han osado hablar mal del presidente al grado de, según el régimen, publicar mentiras. Está bien, hay muchos medios cuya credibilidad queda en duda al ver el enfoque de su información, como Latinus, por ejemplo, o Reforma, pero que el mandatario gaste parte de su valioso tiempo a denostar y hacer mofa, la verdad, no le queda, y menos pagarle a una experiodista que no ha brillado por su labor en el gremio. Pero todo tiene un fin y en este caso es evidente: el presidente aclara que no hay censura ni persecución a periodistas y medios como se dio en el pasado, y es verdad, sé que le puedo mentar la madre y no me va a caer gobernación por ello, sé que puedo criticar su tibieza y hasta insinuar “favoritismo” hacia el Cártel de Sinaloa y no me va a caer el largo brazo del Estado. AMLO no necesita hacer eso. Ante publicaciones que le desagradan e incomodan tiene a las “benditas redes sociales”: si un periodista o un medio nacional o incluso extranjero publican algo contra Su Graciosa Majestad, basta con mencionarlos en la mañanera para que Epigmenio Ibarra y demás bufones de la Corte lo repliquen en redes sociales, entonces la astrosa grey del mandatario se alzará y con sus teclados o desde los celulares arremeterán contra medios, periodistas y comunicadores, quienes recibirán desde insultos plagados de errores ortográficos hasta amenazas de muerte. A tal grado es la persecución digital, que personajes que en otro momento fueron aclamados por los seguidores de AMLO por su labor informativa y crítica hacia gobiernos anteriores, hoy son vilipendiados justamente por el mismo motivo: criticar al actual gobierno y señalar sus errores y omisiones. Todos, salvo Revolución 3.0, que ya es más oficialista que Notimex. Es cuanto.