Jorge Zepeda Patterson Todos desprecian al Niño Verde, pero en el fondo todos lo envidian. Un parásito de la política con todos los privilegios y ninguna de las responsabilidades. Goza de influencia, poder y riqueza inagotables sin mayor esfuerzo y en total impunidad; perenne senador o diputado, siempre ausente pero con fuero asegurado. En los períodos electorales lo cortejan como si fuese la última CocaCola del desierto y en votaciones apretadas vende el voto de sus diputados a cambio de privilegios inconfesables. Y es que tener un partido de 3 o 4 por ciento del voto es el mejor de los negocios en este país. Para no ir más lejos, en las elecciones del Estado de México el año pasado el PRI perdió ante Morena, pero terminó siendo gobernador su candidato, Alfredo del Mazo, gracias al voto que sumaron el PVEM y el PANAL. ¿Cuánto creen que vale una gubernatura de ese tamaño? Expulsados de la contienda por la presidencia, Margarita Zavala y Felipe Calderón saben que no volverán a Los Pinos, pero quizá todavía hay algo mejor que eso: obtener una licencia a perpetuidad encabezando la formación de una nueva versión de partido verde. Eso les aseguraría un financiamiento continuo de recursos públicos y, más importante, una gestión poderosa y decisiva vendiendo caro su amor en momentos de definición electoral o legislativa. Justo de esa manera, el PVEM ha logrado obtener una gubernatura, presidencias municipales y jugosas posiciones a repartir entre los suyos gracias al esquema de representación proporcional negociado con aliados más poderosos. Margarita Zavala se baja de la contienda cuando aún conserva un poco de capital político. En las últimas encuestas se atisbaba ya una terrible realidad: el Bronco había comenzado a rebasarla y, todo indica, amenazaba con dejarla en un vergonzante último lugar el 1 de julio. Aunque en pleno declive, se retira con una intención de voto en torno a 3 o 4 por ciento, nada despreciable para José Antonio Meade o Ricardo Anaya, desesperados por descontar la distancia abismal que les saca Andrés Manuel López Obrador. Ciertamente los simpatizantes de Zavala no migrarán automáticamente a donde ella diga, pero dentro del millón o millón y medio que se supone votaría por ella hay varios cientos de miles que atenderían un llamado de este grupo político a favor de un presunto “voto útil” (hay reportes que confirman que en barrios populares se intenta comprar un voto por 2500 pesos. Haga usted las cuentas de lo que valdría un millón de votos). ¿Pero a quién apoyarían los Calderón? Esa es justamente la carta de negociación que tiene el matrimonio para sentar el terreno para la formación de su nuevo partido. Por afinidad ideológica y política Zavala tendría que optar por apoyar a Ricardo Anaya, pero por razones de interés le conviene más inclinarse a favor de Meade. ¿Por qué? Primero, porque después de la elección, Peña Nieto todavía gobernará durante cinco meses; un lapso importante para que el presidente ayude a la nueva organización a sentar las bases territoriales para cumplir los duros requisitos que exige la fundación de un nuevo partido. Segundo, porque muchos de los que forman parte de la campaña de Meade, incluyéndolo a él mismo, serían miembros potenciales de ese partido. Varios ex gobernadores panistas están resentidos con la manera en que Anaya se quedó con el PAN y los desplazó de posiciones estratégicas. Si bien es cierto que algunos de ellos no apoyaron a Margarita durante la campaña, no lo hicieron porque sin partido no había nada que ganar. Pero ellos, y muchos líderes regionales ignorados, estarían encantados de formar parte de una nueva organización que les asegure senadurías y presidencias municipales importantes. Justamente por eso es que a los Calderón les convendría un mal desempeño de Anaya el 1 de julio: muy próximamente competirán por la misma clientela. Y, desde luego, está la parte “fresa” del PRI. Esa que ante la derrota estrepitosa que se avecina para el tricolor, no tendrá acomodo frente a la reacción de los duros que vendrán con todo a recuperar el partido tomado ahora a medias por los Meade, los Aurelio Nuño y los Videgaray. Muchos de ellos, muchos como ellos, preferirán ser cabeza de ratón en una nueva fuerza política que cola de león en una atiborrada y en picada organización. Esta es mi hipótesis sobre la estrategia que estaría jugando la ex candidata independiente en las próximas semanas. Mientras tanto se aceptan sugerencia para el nombre del nuevo partido de Calderón y Margarita: ¿CALMA? ¿MARCA? O quizá algo menos personalista, ¿COINCIDIR? (la canción favorita de ella) o, de plano, HASICO, apócope de Haiga sido como haiga sido. ¿Usted cuál propone? @jorgezepedap www.jorgezepeda.net