Juan Pablo Ríos y Valles Boysselle El arte de la política ya ha sido descrito como la capacidad de comer estiércol sin hacer gestos, es de todos conocido que los políticos mienten viendo a la cara, inventan con la claridad de quien observa lo que no existe, entusiasmanal ciudadano iluso que cree que, de verdad, quieren un mejor país y que buscan el puesto para que todos tengan mejores condiciones de vida. En estos tiempos de campaña, la música en la radio desaparece, lo limpio del paisaje es sustituido por lonas y espectaculares que hacen gala de poses falsas, las conversaciones en los cafés dejan de ser alentadoras y se vuelven un bombardeo de los pretextos que justifican el pasado oscuro e intentan maquillar con varias capas de farsa la cara de cada uno de los candidatos. Ser uno de ellos no es sencillo, para estar en el aparador electoral es menester demostrar la ejecución perfecta de artimañas, traiciones y golpes bajos, pero sobre todo hay que haberse acostumbrado a la ingrata sensación de estar podrido por dentro, de haber preferido el dinero que la paz, la muerte de otra persona a cambio de la seguridad propia, la casa en el campo de golf como recompensa del desvío de recursos para el combate a la pobreza y la firma con sangre del pacto que asegura que, antes será el interés privado y el sueño de ser candidato que cualquiera de los valores que su madre, si la tuvo, le enseñó. Siempre se había observado el cambio de militantes de un partido a otro, hay que recordar que en el principio de los tiempos todos eran priístas, no había de otra y estar fuera del partido hegemónico era una pésima idea, sin embargo a algunos les alcanzó el ideal y pretextando ideología formaron al PRD y al PAN, inclusive redactaron estatutos, adoctrinaron a sus militantes e idealizaron a sus fundadores al grado de aprenderse sus discursos de memoria para demostrar merecer respeto correligionario. Pero hoy ya no queda más que reír porque ni llorar es bueno. Ni el mínimo destello de congruencia se observa en este 2018, ni las vacas sagradas de los partidos aguantaron; Luis Donaldo Colosio Riojas, el heredero no sólo del nombre, sino de todo discurso romántico del PRI, el mismo huérfano de la patria, quien proviene del padre que justifica el amor tricolor, se registró como candidato a Diputado Federal junto con Agustín Basave Alanís, hijo del ex dirigente nacional del PRD, pero lo hicieron por Movimiento Ciudadano. Quizá también Maquío Clouthier prefiriese regresar a su tumba si observase que su hija, la misma que caminó junto al más inspirador de los candidatos panistas la elección presidencial de 1988, ahora es quien coordina la campaña de Andrés Manuel. Y sólo por no dejar y terminar la carcajada hay que mencionar que Javier Lozano, el menos ordinario de los Senadores del PAN ahora es vocero del priista que no es priista, el mismísimo Meade. ¿Cómo hablarle de ideales a un niño en estas épocas? La idea de bien común, esa que establece que uno debe estar dispuesto al sacrificio y que llevaba a ponderar las mejores propuestas para la ciudad, está muerta. Esta vez, lo que hará ganar a los candidatos será la promesa de reparto de estiércol. En las elecciones pasadas todavía cabía la idea de combatir la corrupción, romper el poder de los partidos y mejorar las condiciones económicas del país; hoy la desilusión es tal, que los ciudadanos preferirán al que les prometan que robará pero repartirá, que pondrá como funcionarios a gente inepta pero que entre ese puñado de privilegiados se encontrará el amigo, el líder de colonia, el cercano que ayudará a conseguir aunque sea la migajas o la astilla de hueso que permita poner un puesto en la vía pública, evadir la justicia o convertirse en empresario corrupto. Ganará quien entienda la porquería de ser candidato, a quien no le dé pena aceptar que mentirá para llegar, que robará para mantenerse y se mantendrá para que él y sus generaciones se inscriban en la lista de nuevos ricos. Será necesario que aclaren que, a diferencia de los antecesores, de los que construyeron presas, dejaron teatros inconclusos, construyeron puentes mal hechos o abrieron túneles, salpicarán con júbilo y sin miramientos; eso es lo que permite que, un independiente que ha sido más negociante que Alcalde pueda atreverse a salir a la calle en busca nuevos socios; que quien se dedicó a negociar la candidaturay estuvo dispuesto a pactar con su antítesis diga que quiere un Morelia que se construya trabajando en equipo, que las mismas personas que dinamitaron a su partido y ocasionaron la intervención federal hoy busquen la unidad y que los ciudadanos que decían odiar a los partidos ahora operen con el mismo clientelismo que repudiaron. Sin duda debe ser difícil ser candidato, pero mucho más elegir al menos malo.