Miguel Ángel Martínez Ruiz ANTECEDENTES. La llegada de 102 hombres, mujeres y niños de origen europeo, principalmente inglés, en noviembre de 1620, dio origen a la fundación de las trece colonias en las que se establecieron los llamados Pilgrim Fathers o Padres Peregrinos, quienes vinieron a las tierras del actual país -mal llamado- Estados Unidos de Norteamérica; estos primeros emigrados venían huyendo del ambiente sociopolítico y religioso contrario a sus creencias. Se establecieron en un día de noviembre, cuya fecha exacta se desconoce por la gran diferencia de los calendarios prevalecientes en esa época; motivo por el cual se celebra el Thanksgiving Day, cuando arribaron a tierra firme, (Día de acción de gracias) el tercer jueves de noviembre. Después de algún tiempo se organizaron en trece colonias que fueron: Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. Este pequeño país logró su Declaración de Independencia el día 4 de julio de 1776. El intelectual cubano Ramiro Guerra Sánchez, sostiene que en 1799, un grupo de ciudadanos estadounidenses, encabezados por Philip Nolan, invadieron el norte del Virreinato de Nueva España, territorio que adoptó el nombre de Estados Unidos Mexicanos después de su independencia. El año de 1804, el ex presidente John Adams manifestó que «[…] la gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo». Con esa mentalidad de rapiña, en 1806, algunas tropas estadounidenses, al mando del capitán Z. M. Pike, cumpliendo órdenes del general James Wilkinson, ocuparon el nacimiento del Río Grande bajo soberanía española. En 1819, tiene lugar el Tratado Adams-Onís, mediante el cual España aceptó las reclamaciones oficiales estadounidenses sobre la zona meridional de Alabama y Mississippi, con lo cual se definió por primera vez el límite occidental de Louisiana, lo que fue un acicate para que los sectores expansionistas y esclavistas del sur de Estados Unidos continuaran sus planes para apoderarse de territorios al oeste y sur de sus fronteras. Pero también se precisó el acuerdo sobre la frontera entre los dos países 1810. El 16 de septiembre se inicia la lucha por la independencia de México contra el dominio español. Ya para 1820, la penetración estadounidense en Texas, era constante, con base en la concesión de tierras recibidas por Moses Austin de parte de las autoridades coloniales del Virreinato de Nueva España. Según Ramiro Guerra, «La población de San Felipe de Austin, fundada en 1823, fue la cabecera de la colonia y el centro de la influencia norteamericana en Texas». A partir de entonces, los estadounidenses iniciaron el reclamo de ese territorio como suyo. Hacia 1821, los estadounidenses no cejaron en sus intenciones de apropiarse del territorio de Texas y se realizaron múltiples expediciones de filibusteros. El Secretario de Estado, Henry Clay dio el nombramiento a Joel Roberts Poinsett como agente no oficial ante el gobierno de Iturbide, y llegó a México por primera vez el 28 de Octubre de 1822. Pero, entre Iturbide y Poinsett hubo una abierta antipatía, ya que ambos tenían posiciones opuestas. El primero era católico, militar, partidario de la monarquía, y el segundo protestante calvinista, masón, anti-católico, anti-español y anti-monárquico, fanático de doctrina Monroe y agente secreto de los EE. UU., que venía a sacar provecho del recién inaugurado país independiente. José Iturriaga afirma que J. R. Poinsett recibió la consigna de "Hacer adeptos hacia el sistema democrático estadunidense; defender la Doctrina Monroe contra la tendencia mexicana de concertar alianzas con Europa; vindicar el prestigio de los Estados Unidos en donde hubiese, velado o manifiesto, protectorado británico; insistir en el principio de 'la nación más favorecida' comercialmente, cuando el gobierno de México otorgara concesiones recíprocas a los estados hispanoamericanos; protestar en contra de cualquier ley perjudicial al comercio de Norteamérica; oponerse a los ardientes intentos de México sobre Cuba; y adquirir territorio mexicano en el momento más oportuno". La presencia de este individuo fue tan nociva para el país que muchos mexicanos lo repudiaron. Alberto María de Bustamante, historiador y político, expresó: “En esta sazón apareció Poinsett con el depravado designio de fomentar la desunión, no sólo entre los mexicanos y españoles, sino entre los mismos mexicanos, diseminó a todos sus agentes por toda la República, que correspondieron exactamente a su misión, sembrando la discordia entre hermanos. Nuestra República era entonces la imagen del infierno, pues todos se hostilizaron sin piedad; logró por fin, no sólo dividirnos para que su misión sacase todo el partido posible de nuestra desunión, desmembrándose la integridad de nuestra República, sino que se diese la ley de expulsión de españoles, para que emigrando a Norteamérica con sus inmensos capitales, aumentasen la riqueza de su nación...» En 1826, Hayen Edwards, concesionario estadounidense, tomó Nacogdoches y proclamó la «República de Fredonia», intento secesionista que duró un mes y fue derrotado por las autoridades mexicanas. Los años siguientes, esto es, de 1927 en adelante, continuaron en México las acciones interventoras del representante estadounidense Joel Poinsett, estimulando a los «yorquinos», en aras de lograr el control político de la nueva nación. Uno de los funcionarios mexicanos atraídos por Poinsett a la colaboración con Estados Unidos fue Lorenzo de Zavala, posteriormente uno de los jefes de los colonos estadounidenses insurrectos en Texas, y después vicepresidente de la denominada «República de Texas». Poco a poco en la Unión Americana fueron adquiriendo fuerza los sectores con ambiciones de robarse el territorio mexicano (robarse es el término correcto) —representados por el senador Thomas H. Benton y el general Andrew Jackson, futuro presidente— que afirmaban el derecho estadounidense sobre Texas, sin más argumento que la ley de la selva, es decir, no la fuerza del derecho y la razón, sin la fuerza bruta de las bestias, su superioridad bélica. En el sur del vecino país del norte, también se realizaban campañas de propaganda en pro de la anexión de aquel territorio, para favorecer su correlación de influencias en el Congreso. Entre los años de 1828 a 1830, el gobierno de México, analizando el caso Texas, llegó a la conclusión de que probablemente se aplicarían métodos semejantes a los utilizados en la Florida, como estimular revueltas a favor de la independencia de los territorios y solicitar la anexión a Estados Unidos; por ello comenzó a limitar la inmigración estadounidense en territorio texano y prohibir la esclavitud en aquellos territorios. «La lucha franca y abierta entre mexicanos y norteamericanos se inició tan en cuanto los primeros pretendieron hacer efectivos supuestos argumentos legaloides. Desde 1831 ya hubo desórdenes; al año siguiente culminaron en agudo conflicto» (Ramiro Guerra Sánchez). Al llegar Andrew Jackson a Casa Blanca en 1829, se inauguró una etapa de agresión decidida para apropiarse a como diera lugar del territorio de Texas, incluyendo la fuerza, que era la única razón de su derecho, el de la barbarie y el latrocinio. Inmediatamente, el exgobernador de Tennessee, Samuel Houston, llegó a Texas para organizar a los colonos sublevados y algunos inconformes contra las autoridades mexicanas. Se trató, pues, de un plan previamente elaborado, ya que ese territorio era uno de los más ricos de toda aquella región. 1833, el 1 de abril una convención de «representantes del pueblo de Texas» (los colonos estadounidenses organizados por Houston) aprobó una Constitución, «y si no se rompió de manera definitiva con México, fue porque los preparativos militares no estaban terminados, todo quedó listo para la ruptura en el momento oportuno» (Ramiro Guerra Sánchez). Todo su amañado proyecto estaba siendo objeto de cuidadosas estrategias por parte de los más expertos militares y políticos estadounidenses. 1835, el 17 de noviembre Houston fue nombrado general en jefe del Ejército, formado por los voluntarios reclutados en las principales ciudades estadounidenses, y procede a establecer el primer gobierno texano. De varios puertos, entre otros, Nueva Orleans y Nueva York, salieron buques cargados de armas. En todo el sur de Estados Unidos se celebraban reuniones públicas para la reunir dinero y poder financiar la invasión que se estaba fraguando en forma muy artera y ventajosa, porque sabían que México acababa de salir de su guerra de independencia y se encontraba sumamente debilitado y, peor aún, muy dividido. Se tomó la decisión de que las tropas estadounidenses al mando del general Edmundo Gaines, penetraran hasta Nocogdoches, ya en territorio texano. El presidente Antonio López de Santa Ana se presentó al frente de muchos soldados, pero su respuesta ha sido calificada como “descolorida, sin relieve. Y para los jefes mexicanos, sin duda, vergonzante». 1836, La Convención de Texas proclamó la República. “En marzo de este año las fuerzas mexicanas comandadas por Santa Anna cometieron excesos contra la guarnición militar en El Álamo, que fue pasada por las armas después de haberse rendido tras un sangriento combate. Esto ofreció a los secesionistas encabezados por Houston un eslogan que fue explotado a partir de entonces: «Remember The Alamo» («Recuerden El Álamo»), intentando dar un contenido ético positivo a sus campañas. La derrota mexicana en San Jacinto, al mes siguiente, en la que el propio Santa Anna cayó prisionero de Houston, selló definitivamente la pérdida de Texas para México. «Santa Anna cayó en manos de Houston. Sigue un capítulo de claudicaciones, que a la memoria repugna recordar […]. A cambio del mendrugo de su vida, el prisionero suscribió tratados rindiendo sus armas y obligándose a gestionar el reconocimiento de la independencia de Texas, con la frontera en el Río Bravo» Así se iniciaba la peor desgracia que ha sufrido México a través de toda su historia. Sería conveniente recordarle al presidente Trump que está construyendo un muro en un terreno que fue producto de uno de los latrocinios más descarados que registra la historia universal. De que los gringos han sido bandoleros, corsarios y rateros, de eso no hay ni la menor duda.