Leo Zuckermann El gobierno ha anunciado una inyección de capital por tres mil quinientos millones de dólares a Pemex. Es una buena decisión porque se sustituirán bonos de la petrolera con altas tasas de interés en dólares por bonos soberanos de México con tasas de interés menores. De esta forma, el país se ahorrará una buena cantidad de dinero en el pago de intereses. Sin embargo, el problema de Pemex es estructural. Se pueden hacer buenas medidas financieras que generen ahorros pero, en el fondo, la petrolera seguirá siendo un barril sin fondo. Muchos piensan que detrás de las penurias de la petrolera mexicana existió un maquiavélico plan de los gobiernos “neoliberales” (priistas y panistas) para llevarla a la ruina y privatizarla o desaparecerla, de tal suerte que el sector privado se adueñara del petróleo mexicano. Cito un ejemplo de alguien que piensa así que coincide con la visión del gobierno actual: “La condujeron a su chatarrización e inevitable extinción: agobiada por un régimen fiscal aún más expoliador, reestructurada administrativamente para multiplicar su burocracia de angora, aprisionada en el odio de una tecnocracia extranjerizante, Pemex se convirtió en una empresa condenada a desaparecer para ser sustituida por compañías privadas, principalmente extranjeras”. Se trata de un argumento político que desconoce el verdadero problema estructural de Pemex: que es un monopolio público sin incentivos para controlar sus costos. Al poder llegó un gobierno que, en la práctica, echó para atrás la reforma energética y le regresó a Pemex su condición de agente económico único para explorar, explotar y procesar hidrocarburos. Queda pendiente si este gobierno tendrá la capacidad de combatir y eliminar la gran corrupción que existe en la empresa. Asumamos que sí, que el gobierno está haciendo todo lo posible para que la empresa se convierta en ejemplo de honestidad. ¿Será, entonces, que Pemex se tornará en una corporación modelo para las petroleras internacionales con los mayores márgenes de rentabilidad del mundo? No lo creo porque todo monopolio público tiene un problema de carácter estructural conocido en economía como “ineficiencia X”. Como monopolio, Pemex no compite y, por tanto, carece de incentivos para controlar sus costos. Cuando vivía periodos de jauja con increíbles precios del petróleo, a los burócratas que la controlaban, tanto dentro como fuera de la empresa, se les hacía muy fácil, por ejemplo, incrementar el número de empleados y así evitarse cualquier problema político con el sindicato. Ahora que los precios reales del petróleo están más bajos que en el pasado, resulta que la empresa tiene una nómina muy abultada. Sería el momento, entonces, de despedir a aquellos que no agregan valor, que sospecho son muchos. Pero esto tiene un costo económico muy alto en el corto plazo (habría que liquidarlos) y sobre todo político: nadie en el gobierno quiere pelearse con el sindicato. ¿Cuál es la consecuencia de esta situación monopólica? Costos promedio altísimos. Agréguese a esto su condición de empresa cuyo dueño es el Estado. Ni los funcionarios de Pemex ni su consejo directivo ganan más o menos dinero si la empresa produce ganancias o pérdidas. Tampoco los funcionarios de Hacienda que la controlan. Véase, por ejemplo, lo que sucede en el mercado de las gasolinas que continúa con precios del combustible controlados por el gobierno. Cuando determinan que la gasolina cueste por debajo del precio internacional, Pemex subsidia a los automovilistas generándole una gran pérdida a la empresa. Pero, cuando establecen el precio por arriba del mercado, las ganancias se las llevaba el erario. De esta forma, Pemex pierde por partida doble: con precios bajos o altos. Esto por el lado de los ingresos. Por el lado de los costos, el asunto es peor. Nadie en la empresa tiene incentivo alguno para controlarlos. Se contrata gente al por mayor, se les ofrece los mejores sueldos y prestaciones, se compran equipos inútiles y costosos, se contrata deuda con tasas más altas que la soberana, se adquieren más inventarios que los necesarios, etcétera, etcétera. Sólo hay una manera de terminar con la “ineficiencia X”: acabar con la condición de monopolio público. En México se dio un primer paso con la reforma energética del sexenio pasado. Pemex tendría que competir con otras petroleras. Pero el gobierno actual, en la práctica, ya congeló dicha reforma. Así que puede inyectarle mucho capital para aminorar los costos de la deuda de Pemex pero, en el fondo, el problema estructural seguirá siendo el mismo. Twitter: @leozuckermann