LEO ZUCKERMANN Este fin de semana, acudió la plana mayor de Morena a Toluca al primer acto formal de la sucesión presidencial del 2024. Lo hicieron en la capital mexiquense por una razón electoral: los comicios de gobernador del Estado de México en 2023 serán, junto con los de Coahuila, la última aduana antes de la competencia del 2024. Al templete se presentaron los tres principales aspirantes a representar a Morena en la boleta presidencial: Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, y Adán Augusto López, titular de Gobernación. Muy al estilo de la época dorada del PRI, los tres enfatizaron el tema de la unidad partidista. Se entiende. Ahorita todo es miel sobre hojuelas en la superficie. Su juran amor eterno en caso de perder la candidatura. Obviamente, no se arranca una pre campaña interna en un partido con un tono agresivo. Mucho menos cuando todos saben que, a final del día, López Obrador elegirá al candidato. Porque, no nos hagamos bolas, a pesar de que levanten una o dos encuestas, aquí habrá un dedazo al más puro estilo priista. Por más que los morenistas digan que ellos son diferentes, la realidad es que la decisión de quién será el candidato presidencial de Morena saldrá de la boca de López Obrador. Mario Delgado, dirigente del partido, llevará las encuestas a Palacio Nacional y el Presidente lo instruirá de quién será el agraciado. Lo saben los tres aspirantes, lo sabe el partido, lo sabemos todos los mexicanos. El que piense diferente que se tome una cucharada de remedio contra la ingenuidad. Si esta fuera una competencia real, donde se medirían las intenciones de voto en unas encuestas, necesariamente los pre candidatos tratarían de diferenciarse los unos de los otros. Le hablarían al electorado nacional: “Yo, Claudia, soy diferente de Marcelo y Adán Augusto, porque pienso que tenemos que hacer tal cosa en materia de política económica”. “Para mí, Marcelo, la prioridad será resolver la violencia que no hemos podido resolver desde el sexenio de Calderón”. “A mí, Adán Augusto, me parece que llegó el momento de tener una nueva política de salud pública”. Nada de eso. Los tres le estarán hablando todo el tiempo a una sola persona: López Obrador. La tercia se concentrará en, por un lado, adular lo más posible a su jefe como el político non plus ultra de la Cuarta Transformación y, por el otro, enfatizar la necesidad de unidad partidista. De ahí no van a salir. Nadie hará un ejercicio crítico de las cosas malas que ha hecho este gobierno. Todo serán reverencias al Tlatoani y promesas de continuidad absoluta. Y es que ellos, al igual que nosotros, saben que aquí la audiencia es de uno solo: el que va a escoger el que aparecerá en la boleta presidencial bajo el emblema de Morena. Si lo de las encuestas fuera un ejercicio verídico para elegir al candidato, lo que estaríamos viendo sería muy distinto. Candidatos tratando de elevar su reconocimiento de nombre y diferenciándose uno de los otros. Nadie, en su sano juicio, rompería o criticaría al presidente López Obrador con los niveles de popularidad que tiene. Pero sí trataría de imprimir su sello propio a la Cuarta Transformación. Porque, no hay duda, si al final queda Claudia no será lo mismo a que quede Marcelo o Adán Augusto. Los tres son diferentes. No son meros clones de AMLO. Tendrían que demostrar su relativa superioridad. “Yo soy mejor porque…”. Es más, hasta estarían dispuestos a debatir sus diferencias en materia de economía, seguridad, educación, salud, relaciones internacionales. ¿Lo veremos? ¿Habrá divergencias? ¿Nos enteraremos por qué conviene uno de los otros dos? Francamente, no lo creo. En lugar de eso, veremos una lucha por ver quién se presenta como el más lopezobradorista de los tres. Al punto que nos preguntaremos si cuando hablan del “Señor” se refieren al Presidente o al mismísimo Dios. Los tres prometerán continuidad absoluta y demostrarán la mayor de las lealtades al Presidente. Una lástima porque yo, como votante, me hubiera encantado una disputa real donde pudiéramos ver por qué Claudia es mejor que Adán Augusto o viceversa,o por qué Marcelo es superior a estos dos. Sí, claro, los tres presumiblemente quieren la continuidad de la Cuarta Transformación, pero qué significa la prolongación de este proyecto. ¿Sólo más de lo mismo, pero sin López Obrador al mando? ¿Acaso los tres serían iguales de llegar a Palacio Nacional? ¿En qué se diferencian los unos de los otros? ¿No sería bueno saberlo? Twitter: @leozuckermann