LEOPOLDO GONZÁLEZ Hipólito Mora Chávez, fundador de un grupo de autodefensas en febrero de 2013, es un personaje del Michoacán profundo que pronto se volvió referente social y político de los ríos de identidad e historia de la Tierra Caliente, y al que su pueblo no olvidará fácilmente. Nació el 26 de julio de 1955 en la tenencia de Felipe Carrillo Puerto (La Ruana), en una familia de productores limoneros honrada y entregada al trabajo, formada en el valor y los valores y que ha sido ejemplo para la “gente de bien” en La Ruana y sus alrededores. Hipólito Mora Chávez tuvo dos vidas aquí en la tierra: la primera, apacible y con destellos de verdor y alegría, a la que despidió en febrero de 2013; la segunda, convulsa y agitada y a salto de mata, a la que ingresó tras la fundación del Movimiento de Autodefensas en la región en llamas que es la Tierra Caliente de Michoacán. Ahora mismo, después de tanto torear al destino, puede decirse que Hipólito Mora Chávez ya está en la otra dimensión de su vida: la celestial. Uno ha creído, a veces, por los calorones atmosféricos que se dan y se difunden allá, que la mancha geográfica de Tierra Caliente (de Lombardía a Arteaga, por lo menos) no sería una región habitable, porque casi todo lo incómodo e inhóspito de Michoacán -incluidos los mosquitos-, da la casualidad de que fue puesto ahí, en el calorón. Pero no es razonable dejarse guiar por impresiones falsas o fragmentadas, porque Tierra Caliente es mucho más que sus calores y sus horribles pandillas de mosquitos. A pesar de la feraz resequedad del territorio y de ciertas plagas sociales, la Tierra Caliente de Michoacán es una región noble, por abnegada y sufrida, y hay en ella bellezas que no pueden ser apreciadas a la altura del pavimento. Allá, en el vil calorón, la tierra da frutos para casi todos los gustos y necesidades: mameyes de pulpa rosada y corazón ardiente en Ibérica y Nuevo Urecho; jitomates, cacahuates, brócolis y acelgas en Turicato y más allá; carne seca y deliciosos quesos en las tierras labrantías de La Huacana y Zicuirán; papayas, mangos de diferente variedad, sandías y melones en el rumbo de Apatzingán; tamarindos y pinzanes entre Lombardía y Nueva Italia, etcétera. Mientras la tierra no se cansa de dar, las plagas que la habitan tampoco se cansan de dañar, de herir, de depredar y fingirse valientes frente a personas inocentes o indefensas. A su modo, también el malo es víctima de su propia maldad: lo dicen las doctrinas que deveras valen la pena en esta vida. El taoísmo, de Lao Tzé, es una de ellas. Las plantaciones de cítricos como el limón, en el municipio de Buenavista, una de las cuales pertenecía a Hipólito Mora Chávez, son un calmante para el espíritu, un oasis para la vista y un banquete para el oído, el tacto, el olfato y el gusto. No hace milagros, pero el Té de Azahares es una pócima formidable para el estrés burocrático, la ansiedad institucional y otras dolencias emocionales fruto de las presiones de la vida pública. En una crónica de viajes en la que figuran la Tierra Caliente y el trópico guerrerense, bajo el título “Por los caminos del sur / vámonos para Guerrero”, Rafael Ramírez Heredia hace esta confesión: “La he visto, a la flor, innumerables veces, más que a la misma muerte”. Habla de la flor -color amarillo intenso- que es ofrenda y tributo a los muertos. Algo, algo parece haber en la Tierra Caliente que hace de ella un sol nocturno: a veces luz y en ocasiones obscuridad para sí misma. La hierba mala y la mala sangre son ahí casi una coordenada del mal: la figura del hombre antisistema y el antihéroe va como un riel negro de Tepeque al Aguaje, de aquí al ejido La Unión, de La Unión a Arteaga y luego establece ramificaciones de cultos negros y prohibidos que son casi una confederación de siglas inconfesables. Si los distintos gobiernos han alentado y tolerado a la cabeza de la Hidra, ello es muestra evidente de que el bienestar del pueblo no les interesa y, quizás, de que se han tornado hijos del cash y la chequera. Si la delincuencia organizada ha crecido tanto, al punto de controlar 72 o 16 alcaldías en la entidad, ello implica que gobiernos y fuerzas de seguridad deberían ir corriendo a rescatar a la gente y a reimplantar el régimen constitucional en las regiones, antes de que una insurrección armada o grupos de autodefensa social hagan la chamba para la cual fue contratado el gobierno, con todo y su GN y su ejército. Siempre que la inutilidad de los gobiernos y su policía deja al descubierto la indolencia, la sospecha y la ineptitud institucional, alguien toma el control fuera de la ley para satisfacer intereses de tipo personal, frecuentemente sucios o inconfesables. Por tanto, es la ausencia de orden constitucional lo que explica, justifica y legitima las alternativas de autodefensa que se dan los pueblos ante la falta de gobierno y protección. Y no es esto fraseo de coyuntura ni de ocasión: es lógica política y doctrina constitucional. Hipólito Mora Chávez fue asesinado, junto a tres de sus escoltas, el jueves 29 de junio de 2023, cuando volvía a su domicilio en La Ruana, después de una jornada de trabajo tempranera. Fue la última vez que sus ojos vieron los filtros de la luz solar acariciando los frutos de la tierra: los silvestres y los no silvestres. Murió como un hombre en llamas, besando la tierra que tanto amó. Sean estas líneas, no otra cosa que un modesto tributo a su memoria. Pisapapeles Casi siempre, la más cerrada oscuridad es anuncio de un nuevo despertar. leglezquin@yahoo.com