Cárdenas-AMLO: vidas para leerlas

En los hechos, el gobierno del presidente Cárdenas (1934-1940) y el de López Obrador (2018-????) se parecen cada día más.

LEOPOLDO GONZÁLEZ

En los hechos, el gobierno del presidente Cárdenas (1934-1940) y el de López Obrador (2018-????) se parecen cada día más.

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Los paralelos y semejanzas entre sus respectivos mandatos no son obra de visión, de cultura o coherencia ideológica, sino de olfato para sacar partido de la situación, de astucia y algo más que podríamos llamar pragmatismo visceral.

Hay personajes que, a falta de una gran inteligencia y desprovistos de pasión por la cultura, sólo poseen una especie de olfato carnicero para localizar a la presa y engullírsela: a ese perfil corresponden ciertos hombres públicos del pasado y el presente de México.

De aquí los puntos de comparación y las analogías que colocan en una misma coordenada de análisis tanto al gobierno del General Cárdenas como al de López Obrador.

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De entrada, así como el General Cárdenas se vio obligado a optar por Manuel Ávila Camacho, y no por Francisco J. Múgica, en la sucesión presidencial de 1940, López Obrador no podrá abandonar el script, gracias al tornado de polarización que él mismo ha levantado.

Cárdenas del Río no procedió a armar un diseño político institucional para México, sino un diseño político de tipo personalista para un grupo de poder. Lo mismo hace López Obrador, quien no ve un Estado-nación para favorecer a todos, sino una casta burocrática dentro de un Estado Unipersonal.

La idea del redentorismo social es vieja en política, pero no siempre con el afán de llevar dignidad a la mesa del pobre, sino con el de hacer del pueblo una clientela útil al servicio del crápula, el truhan y los nuevos despotismos.

Cárdenas quiso ser no sólo el Tata de los pueblos indígenas, sino el Tata de México, y lo logró. Hoy López Obrador no es sólo el “Mesías Tropical”, sino que aspira a ser el Tata del Sureste y el Tata de México.

El populismo agrario y obrero del General Cárdenas, buscando encuadrar al proletariado en “organizaciones directamente ligadas al Estado” (Arnaldo Córdova dixit), es el populismo social y de arrabal de López Obrador. El mejor aliado de políticos de esta calaña es una asamblea de estómagos vacíos, y mientras más vacíos, mejor.

Cárdenas hizo del General Calles (ambos fallecidos un 19 de octubre de distinto año) el enemigo del pueblo y de su régimen, por lo cual le destinó la metralla verbal que pudo y lo mandó al exilio. López Obrador también tiene sus villanos favoritos: Salinas, Zedillo, Calderón y el neoliberalismo. Esto funda la prédica de que los pobres no pueden ser sino buenos, y los pudientes la mismísima maldad en persona.

Si el General Cárdenas regaló lo que no era suyo, para forjar una amplia corriente de simpatía y adoración social hacia el proyecto del “tatismo”, López Obrador no se queda atrás: su modelo asistencial regala a manos llenas lo que no es suyo, para granjearse la simpatía, la obediencia asegurada y el aplauso incondicional de las masas. Si en Ciudad Hidalgo el General regaló un semental para mejorar el ganado vacuno, y los lugareños terminaron comiéndoselo, ese ya no es asunto del General sino de la plebe.

La ilusión demagógica y la fantasía retórica son dos de las más significativas insignificancias conceptuales del cardenismo histórico, en parte porque distribuir tierras no acabó con la pobreza y en parte porque ninguna desigualdad puede ser resuelta por decreto. Casi en copia al carbón, lo que hace López Obrador es lo mismo, sólo que en lugar de regalar parcelas ejidales regala becas, dádivas, prebendas y otros trastupijes clientelares.

Cárdenas, que además venía del ejército, apapachó y brindó arrumacos a las fuerzas armadas como quizás ningún presidente lo había hecho en la historia del país. López Obrador hace lo mismo, aunque con una visión equivocada: cree que el control del ejército le garantiza la presidencia perpetua, cuando lo que realmente ocurre es una militarización política que coloca en grave riesgo a todo el país.

De cualquier modo, lo que ahora vivimos en el país es una especie de cardenoamloismo, en el que, a falta de ideólogos que le señalen rumbo y metas de horizonte a la 4T, lo que se ha hecho es desempolvar un pasado para darle a México la ruta de un estanque de aguas hediondas, no la senda de un manantial de aguas limpias.

Con independencia de si la opaques de Claudia Sheimbaum o lo incoloro de Adán Augusto López representan el mugiquismo de López Obrador, no parece que Marcelo Ebrard ni Ricardo Monreal sean las opciones en que piense para 2024 el inquilino de Palacio Nacional.

Ante la evidencia de que López Obrador no es, ni de lejos, el patriarca del cardenismo original ni tiene su visión ni sus atributos, es altamente probable que la sucesión se le salga de las manos al presidente de la República y, así, que uno de los actuales aspirantes de Morena termine como candidato presidencial de MC y otro abanderando a una gran alianza opositora.

Es decir, pese a que la afirmación pudiera parecer todavía hoy traída de los cabellos, hay la seria posibilidad de que el actual periodo de gobierno signifique el debut y la despedida de Morena de la Presidencia de la República. Esto se podrá ver al tiempo.

Pisapapeles

El tatismo original, y verdaderamente luminoso, que ha marcado la evolución histórica de Michoacán, es el de Tata Vasco de Quiroga. Es el único tatismo en el que creo.  

leglezquin@yahoo.com