Leopoldo González Ciro Gómez Leyva, un personaje de peso y talla en los medios de comunicación de nuestro país, dotado de gran prestigio y credibilidad, sufrió un atentado el pasado jueves por la noche. La mano del sicario que oprimió el gatillo falló en su objetivo y, por supuesto, fallaron también los complotados y el responsable que ha llevado al país a este clima de violencia. La víspera del atentado, el presidente López Obrador, que ha definido a los comunicadores como sus enemigos, se dio vuelo para insultar acremente a Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola y otros, con términos indignos de un jefe de Estado que se dice demócrata: “Ciro y Loret de Mola son voceros del conservadurismo”; seguirlos y escucharlos “es nocivo para la salud”, porque hasta “pueden salir tumores en la cabeza”. La víscera pronta de un presidente no le hace bien a ningún país, no sólo porque puede conducirlo a cometer loqueras, sino porque incluso puede llevarlo a cometer locuras. A cada quien lo define y lo retrata su lenguaje: si hay en él “las llamas y demencias” que vio E. M. Cioran en su tiempo, hay en el sujeto que habla una dislocación de la racionalidad, además de que él, el presidente, no suele ser muy aseado ni muy higiénico en los asuntos que son sometidos a su dominio. Ciro Gómez Leyva sobrevivió al atentado y vivió para contarlo, en un país que ha hecho de la violencia criminal un veneno nacional, en el cual hay 137 mil 800 homicidios dolosos y en el que han sido agredidos por funcionarios y fuerzas armadas del Estado 128 comunicadores en cuatro años, según lo documentado por Reporteros sin Fronteras. La respuesta de Ciro Gómez Leyva a la incontinencia y linchamiento presidencial fue medida, juiciosa y serena: “Allá él y sus necesidades políticas, allá él y sus resentimientos”. Ciro, si bien no es acólito del obradorismo ni aplaudidor de oficio de la 4t, es un líder de opinión que hace periodismo de investigación y que sustenta el peso de sus afirmaciones con datos, conocimiento, reflexión crítica y rigor periodístico. El jueves del atentado, y todavía el viernes y los días siguientes, la respuesta humana del presidente pudo haber sido la de alguien adolorido por lo que ocurre en el país; haber mostrado solidaridad y un mínimo de empatía con las víctimas, los desaparecidos y los desplazados por la delincuencia, habría sido la alternativa recomendable en un hombre que se “dice” y se “siente” pueblo. Pero no. Todas sus reacciones tienen la catadura de su ego y están a la altura de su megalomanía. De muy distintas formas, quienes aplauden al enfermo de sí mismo cuanta ocurrencia sale de su boca, han intentado restarle importancia al hecho mismo del atentado, matizarlo como cosa menor, desvirtuar su naturaleza y gravedad en un ambiente de crispación nacional e incluso atribuirlo a las fuerzas malignas del conservadurismo que buscan dañar el avance de la 4T. Entre los bufones salió uno del gobierno de la CD.MX, al que luego se sumaron otros, deslizando la idea de un “autoatentado” que no supieron cómo explicar ni en qué consistía; después, alguien más del círculo aprovechó para fustigar la supuesta preparación de un “golpe blando” contra el obradorismo, sin ponerle nombre y rostro a la fantasía de sus arrebatos verbales; alguien más señaló responsables fuera del gobierno, sin ponerle fisonomía a sus palabras, a los que les urge -según él- desestabilizar al país. El colmo de toda esta farsa, sin embargo, es el olvido de la violencia e inseguridad que se padece centímetro a centímetro en todo el territorio nacional y, desde luego, la cínica revictimización del comunicador Ciro Gómez Leyva, que después de sufrir el ataque de la delincuencia debe soportar ser atacado y perseguido por el ego enfermo de Palacio Nacional. La organización Artículo 19 registra un total de 113 casos de intimidación y hostigamiento contra la prensa, además de 35 casos de uso ilegítimo del poder público, sólo en lo que va del actual gobierno. Esto explica, en parte, que México sea la nación más peligrosa del mundo para ejercer el periodismo y el análisis político y, al mismo tiempo, que tengamos al gobierno más intolerante de la disidencia y la diversidad en nuestra historia. Lo grave, como afirman 177 comunicadores en un desplegado, que comenzó a circular antes del cierre de estas notas, es que, si no se contiene y no se pone un alto al exceso y al abuso de poder en México, podrían venir días peores para el ejercicio de la libertad y los derechos políticos en nuestro país. Pisapapeles Los únicos diques y fronteras de contención que funcionan frente al poder omnímodo de un patriarca otoñal, no son los que a él le atañen sino los que se colocan frente a él. leglezquin@yahoo.com