LEOPOLDO GONZÁLEZ El presidente López Obrador, acelerado y víscera pronta como es, declaró en la mañanera de este martes que, si Biden no invitaba a la Cumbre de las Américas, próxima a celebrarse en junio en Los Ángeles, a Díaz-Canel (Cuba), Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragüa), él tampoco iría a la cumbre en protesta por la exclusión de los esos países. Con este desplante, que muy pocos en México le aplaudieron, López Obrador envía otra señal equivocada como jefe de Estado y suma una antipatía más con los Estados Unidos y el mundo libre. El presidente pudo y debió haber meditado un poco más, con la neurona en reposo, antes de opinar sobre las rodillas y comprometer la imagen de México. No pensó en los costos de una malquerencia más con Biden y la forma en que México sería visto por los demás miembros de la Cumbre, y prefirió olvidar lo esencial para opinar y dictaminar con el ego por delante. La postura de Biden fue muy clara, y además secundada por todo el Gabinete, incluidos Anthony Blinken, BraianNichols y el embajador Ken Salazar: no quiero dictadores en la cumbre de Los Ángeles. Como país anfitrión, Estados Unidos no comete un abuso, un exceso ni un acto de injerencia en la región: simplemente procede con arreglo a su idea de la democracia y se da el pequeño lujo diplomático de palomear a los que sí serán bienvenidos a su casa. En México el presidente no sólo está solo, sino cada vez más sólo: nadie en el gabinete, tampoco en la cancillería, se ha atrevido a avalar su visto bueno y espaldarazo a las dictaduras que afean el paisaje latinoamericano. Si Biden cree en la democracia y ha demostrado ser un demócrata frente a las jaurías antisistema que sigue alentando la víscera incontinente del ignorante Trump, amigo de AMLO, es claro cuál es su estatura y su nivel. Dos errores muy serios los ha cometido el presidente mexicano en este enjuague: condicionar su presencia en la Cumbre de las Américas como si se tratase del Andrés Manuel II de una dinastía vitalicia en el ejercicio del poder; ponerse, claramente y sin rodeos, del lado de los dictadores de nuestro hemisferio. Aquí, una vez más, queda ampliamente demostrado que el Ejecutivo no actúa siguiendo los dictados de un proyecto de país y una agenda nacional, sino en función de una agenda personalmente suya, que él cree -inocentemente- que nos representa a todos y encarna a la República toda. Sigue habiendo un orden global, independientemente de que a unos les guste y a otros no, y ese no lo dictan los pequeños países sino las grandes potencias. Alinear a México con “repúblicas bananeras”, en las que hacen fila Cuba, Nicaragüa y Venezuela, que siguen vaciándose día a día gracias a los regímenes despóticos que las someten y oprimen, es desafortunado porque coloca a México -contra su voluntad- entre las naciones impresentables del mundo. Es significativo y revelador que los migrantes latinos no busquen Caracas, La Habana y Managüa como ciudades adoptivas para instalarse y trabajar, sino que traten de llegar al sueño americano o al canadiense. También, es significativo que no se vea a los sistemas periféricos de esos países como modelo para el desarrollo económico, científico, político y cultural, sino como a referentes retro de castas burocráticas que aún no bajan del árbol. Por lo menos desde Galileo Galilei, la Tierra dejó de ser plana, pese a que los partidarios del terraplanismo siguen negándose a aceptar la evidencia. El hundimiento de Cuba no se debe al inexistente bloqueo externo sino a la visión corta, la política de pastoreo y el bloqueo interno que impuso la dictadura de Castro a los cubanos. Las evidencias están ahí para quien quiera y no le tema a la verdad; por lo demás, quien quiera discutir contra evidencias tiene la derrota asegurada. El hundimiento de Venezuela debe endosarse con cargo a Chávez, a Maduro y a Diosdado Cabello. El redil de ovejas que han construido en 21 años de saliva e ilusionismo teatral, es el vomitorio colectivo más grande que recuerde la historia de América Latina. Ensalzar a Daniel Ortega e idealizar la Nicaragua del orteguismo es la prostitución política más grande y descarada que se haya hecho de la figura de César Augusto Sandino, por parte de quienes confunden el pedestal de la historia con el fango. Abrir a México al mundo exige sentido de la oportunidad, espíritu emprendedor, visión de largo plazo y atreverse a intentar un futuro a la altura de nuestros sueños. Todo esto depende de en qué sitio, con qué enfoque y en qué hemisferio ponemos la mirada. Todo lo demás son visiones rinconeras -y, por supuesto, equivocadas- de la patria y la nación. Pisapapeles Es más fácil que no acudan a la Cumbre de las Américas los países marcados con el estigma del populismo, a que Joe Biden recule en su postura contra las dictaduras. leglezquin@yahoo.com