Mueran los Derechos Humanos

Existe una corriente teórica que dice que los derechos humanos son inherentes a la persona humana, preexistentes a todo orden jurídico que establece su reconocimiento; que nacemos libres y tenemos derecho a la vida, la libertad, a pensar y creer en lo que queramos y que las organizaciones políticas simplemente lo que hacen es reconocerlo en sus leyes.

PUNTO NEURÁLGICO

Luis Sigfrido Gómez Campos

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El miércoles de la semana pasada compareció Rosario Piedra Ibarra ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión y afirmó que toda vez que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), organismo que ella preside, ya no responde a las necesidades de la población, propone su desaparición. Sí, aunque parezca absurdo, a la mismísima presidenta de ese organismo autónomo se le ocurrió esa brillante idea. Pero, para tranquilidad de todos los mexicanos, agregó que se hace necesario impulsar una Defensoría Nacional de los de Derechos del Pueblo. ¡Órale!

Orgullosa de su magnífica propuesta, presumió que el organismo que encabeza es el único órgano constitucional autónomo que ha emprendido su transformación por iniciativa propia, para dejar atrás el esquema (de defensa de los derechos) impuesto por el neoliberalismo, y crear otra institución que realmente sirva a las víctimas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador había anunciado días antes que elaboraría una iniciativa de reformas para desaparecer varios organismos autónomos, ya que consideró que “no sirven para nada”. Puso como ejemplo al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), “ya que son instituciones creadas durante los gobiernos neoliberales que no sirven a los intereses del pueblo”. Algo así más o menos dijo el presidente.

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Pero en esa mañanera yo creo que no dijo que proponía la desaparición de la CNDH. Esa ocurrencia, según creo, es propia de Rosario Piedra, quién por iniciativa personal trató de agradar al jefe del ejecutivo diciéndole: “mire señor presidente, cómo sí hay quien interpreta correctamente sus deseos”.

Hay quién piensa que fue el propio presidente López Obrador quién le sugirió a la señora Piedra que propusiera la desaparición de la CNDH, para sondear a la opinión pública y no correr con el desprestigio de ser acusado de estar gobernando a base de puras ocurrencias. Yo no creo en dicha teoría. Semejante ocurrencia sólo pudo haber surgido de una mente de Piedra que llegó a ocupar ese noble cargo (el cual se ha encargado de deshonrar) por un mero equívoco del destino y la voluntad de quién pensó que con ese nombramiento se enaltecería la memoria de su madre, doña Rosarios Ibarra de Piedra, quien fue pionera de la defensa de los derechos humanos en México y fundadora del Comité ¡Eureka!, organización dedicada a la búsqueda de familiares desaparecidos.

Echarle la culpa al neoliberalismo de haber impuesto un esquema de defensa de derechos que ya no responde a las necesidades de la población es una de las estupideces más grande que se han dicho. Así quedará consignado en los anales de la historia, ni duda cabe.

Se ha hablado, teorizado y defendido tanto sobre los Derechos Humanos en de la historia de la humanidad, que la propuesta hecha en la más alta tribuna de nuestro país debería avergonzar a todos los mexicanos. En ese mismo instante, todos los miembros de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión debieron solicitar su renuncia por incompetencia. No, no es broma. Esa mujer no puede encabezar el organismo nacional que se encarga de la defensa de los derechos humanos en México. No es un asunto de ideologías, es un asunto de simple ineptitud.

El mismo presidente Andrés Manuel debe haber llamado a la señora Rosario Piedra para decirle en privado: “No, doña Rosario, cuando hablé de organismos autónomos que no sirven para nada no me refería a la CNDH”.

Existe una corriente teórica que dice que los derechos humanos son inherentes a la persona humana, preexistentes a todo orden jurídico que establece su reconocimiento; que nacemos libres y tenemos derecho a la vida, la libertad, a pensar y creer en lo que queramos y que las organizaciones políticas simplemente lo que hacen es reconocerlo en sus leyes.

Por otra parte, existe la corriente que no acepta otras leyes más las que el Estado crea, reconoce y aplica.

A partir de ahí, existen un gran número de importantes documentos de capital importancia que consignan el reconocimiento de los derechos humanos. El más antiguo que se conoce tal vez sea un documento en un cilindro de barro cocido, escrito en lenguaje acadio con escritura cuneiforme que data del año 530 a. C. Se le conoce como Cilindro de Ciro. Los ejércitos de Ciro el Grande, el primer rey de la Persia antigua, conquistaron la ciudad de Babilonia, pero decretó la libertad a los esclavos, declaró que todas las personas tenían el derecho a escoger su propia religión y estableció la igualdad racial. Desde el siglo VI a. C., Ciro el Grande pudiera haber sido uno de los primeros en haber reconocido los Derechos Humanos. Para información de la señora Piedra, esto nada tiene que ver con los recientes gobiernos mexicanos neoliberales.

Después vinieron muchos siglos y muchas luchas en pro del reconocimiento de los derechos humanos, hasta llegar a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1879, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos que aprobó la Organización de las Naciones Unidas en 1948, sólo por poner dos ejemplos importantes.

¿Y todo para que llegue la señora Piedra y de un plumazo quiera borrar la CNDH?

luissigfrido@hotmail.com