Luis Sigfrido Gómez Campos “Al que madruga Dios lo ayuda”, dice el adagio popular que solía aconsejar mi padre para estimularme a desterrar la pereza juvenil que me aquejaba y entendiera que todo aquel que inicia sus actividades cotidianas muy temprano primero que los otros, además de forjarse hábitos sanos para el organismo, también podría obtener una ventaja práctica sobre sus pares que, quedándose a dormir hasta más tarde, perezosamente, no aprovechan esas preciosas horas previas al día. Para enfrentar este proverbio que parecía indiscutible hay otro ingenioso que dice: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Era la respuesta del flojo inteligente que considera innecesario madrugar, pues, de cualquier modo, es una actitud personal que resulta intrascendente para el ciclo natural de la salida del sol. Ese tiempo invertido en querer ganarle tiempo al tiempo resulta improductivo y cansado en muchas ocasiones. Es mejor reposar, para restablecer las energías perdidas e iniciar el día con una mejor actitud, suelen justificar quienes defienden esta costumbre. Y, sobre el mismo tema, se conoce un tercer proverbio: “Para uno que madruga, uno que no se duerme”, el cual va dirigido a adelantarse todavía más a aquellos que creen que levantarse antes de que despunte el alba es tomar la delantera. Es un aforismo para el ventajoso, para quien maliciosamente propone anticiparse al madrugador. La picaresca mexicana ha acuñado el término madruguete: “acción de madrugar, adelantarse y tomar ventaja en una acción o empresa”. En el futbol, por ejemplo, alguien que va a cobrar una falta y, anticipadamente, cuando los jugadores están descuidados, la cobra para sorprender al equipo contrario y hace el clásico “madruguete”. En la política mexicana, es una acción que se realiza de manera adelantada al comportamiento previsto del adversario. Un periódico de circulación nacional cabeceó el miércoles de la semana pasada: “Ebrard madruga a las corcholatas y marca ruta para la sucesión”. En tanto prácticamente todos los diarios nacionales dieron cuenta en su primera plana de la renuncia del Canciller Marcelo Ebrard a la Secretaría de Relaciones Exteriores a partir del lunes 12 de junio. Este hecho marcó el inicio del proceso de selección del candidato presidencial de Morena. El propio presidente López Obrador reconoció: “a eso se debe la salida de Marcelo, y es posible que en estos días quienes aspiren también presenten sus renuncias”. Ante estos hechos, creo que resulta incuestionable que, en buena lid, Ebrard les aplicó a las otras corcholatas el clásico madruguete. Esta anticipación anunciada tomó por sorpresa a las otras corcholatas, quienes salieron del encuadre de los medios nacionales y sólo acertaron a hacer algunas declaraciones en torno al tema. Claudia Sheinbaum, quien había declarado que ella no renunciaría porque su cargo era de elección popular, dijo que hasta el lunes fijaría su posición al respecto. Adán Augusto, declaro que había que tener serenidad y paciencia porque los tiempos del Señor eran perfectos, y Monreal, reconoció la actitud acertada del canciller diciendo que es un hombre con una gran experiencia política, y se comprometió dar trámite a su licencia para separarse del Senado de la República. La renuncia del canciller Marcelo Ebrard se dio a conocer un día después de la reunión que tuvo el presidente López Obrador con la plana mayor de Morena, los llamados cuatro corcholatas y todos los gobernadores emanados de ese partido. Durante ese cónclave el primer mandatario fijó su postura: “mantener la cohesión y la unidad con rumbo a 2024 poniendo por encima el interés general al personal”. También se dijo en esa reunión, que los aspirantes tendrían que separarse de sus cargos. Hubo quien se sintió excluido de esa reunión partidista o quien opinó que la renuncia del Canciller fue un acto de rebeldía que ponía en riesgo la unidad de Morena porque eso era ser individualista y el partido requería disciplina. En el primer caso, el que se sintió excluido fue el petista Gerardo Fernández Noroña; dijo que vive muy cerca de donde se reunieron los miembros de Morena, pero que él no va adonde no lo invitan, que su pecho no es bodega y que no dejará de señalar lo que considera un trato incorrecto, injusto, inadecuado entre compañeros del movimiento: “¿Cómo se puede construir la unidad con exclusión?; que era una descortesía del compañero Presidente, así dijo. Creo que no entiende que se trataba de una reunión entre miembros de un partido. En el segundo caso, respecto a quienes consideran a Marcelo Ebrard individualista e indisciplinado por haber tomado la determinación de separarse de su cargo para contender en términos de igualdad y en piso parejo, se encuentran quienes sienten animadversión por el Canciller y consideran que alguno de los otros candidatos sería una mejor opción. Los que piensan así están en su derecho, pero deben entender que Ebrard no está violando ningún pacto o acuerdo partidista; que siempre ha mantenido una congruencia ideológica acorde a los principios de la 4T y que es el aspirante más culto y preparado del equipo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República. luissigfrido@hotmail.com