PUNTO NEURÁLGICO | El respeto a la muerte

Se dice que los mexicanos tenemos una particular relación con la muerte

Luis Sigfrido Gómez Campos

Se dice que los mexicanos tenemos una particular relación con la muerte. Desde antes de la llegada de los españoles, los pueblos originarios tuvieron una vinculación espiritual muy rica con el más allá de la que todavía guardamos hermosas tradiciones que sorprenden a propios y extraños.

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Los mexicanos festejamos a nuestros muertos para no olvidarlos; les ponemos ofrendas coloridas con flores de cempasúchil, papel picado y viandas de platillos que les agradaban; agregamos sus fotografías y los veneramos con música; adornamos sus tumbas, limpiamos sus lápidas y hacemos una tertulia familiar para recordarlos.

En nuestros panteones públicos los músicos y mariachis ofertan sus servicios para cantar canciones tristes: Amor eterno; Te vas ángel mío; El puño de tierra y ahora, hasta Recuérdame, la que se hiciera popular con la película Coco, así como todo un repertorio de canciones que le gustaban a nuestros santos difuntos.

Es cierto que solemos reírnos de la muerte. Además de hacer calaveritas de azúcar y pan de muerto, hacemos versos a los políticos para reírnos de sus pifias y desaciertos; también hay quien aprovecha para halagarlos pretendiendo ganar su aprecio sin que les importe hacer pública su lisonja, desnaturalizando el verdadero sentido de “una calavera”.

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Sí, nos reímos de la muerte, pero como una forma de conjurarla -en el sentido de expulsarla y echarla de nuestro entorno-. Pero a la vez la desvaloramos. Dice José Alfredo interpretando el sentir popular: “La vida no vale nada”. Y ese es el sentido que le dan muchos mexicanos que prefieren optar por el riesgo de jugarse la vida al margen de la ley para vivir, aunque sea un solo día como reyes, a escoger por una vida de miseria en el trabajo del medio rural mexicano. Para resolver el problema de la violencia en México hace falta explorar científicamente este fenómeno.

Nos reímos de la muerte, la caricaturizamos, la esculpimos, la pintamos, la adornamos, nos pintamos la cara con su imagen, la idolatramos; pero a los muertos, en particular, generalmente los veneramos.

Cuando alguien muere respetamos el duelo, aunque en vida haya sido un sujeto despreciable. No zaherimos a una persona que acaba de morir por consideración a los deudos; sería un insulto a la propia vida. Nadie te sanciona. Existe un código no escrito que la nobleza de espíritu nos lo demanda. Resulta en extremo inmoral hablar mal de un recién fallecido, aunque en vida haya sido una mala persona. Una vez pasadas las exequias y guardado el riguroso luto, podemos externar nuestro sentir y decir que no era tan bueno como la gente lo recuerda. Hacer lo contrario es ruin.

El común de los mexicanos, influenciados seguramente por la fe católica, suele decir, cuando se hace alusión a alguna persona ya fallecida: “en paz descanse”. Es una fórmula sacramental de respeto hacia los que se adelantaron en el trance de esta vida. Hace tiempo conocí a una persona originario de la tierra caliente michoacana, algo folclórico y dicharachero que solía decir, cuando hacía referencia a una persona que no era de su agrado y había muerto: “en paz puje”. Al parecer ese dicho es común en su pueblo de origen, intenta ser gracioso, pero creo que, a fin de cuentas, resulta ser irreverente y vulgar en el ámbito de nuestras hermosas tradiciones.

La Catrina dibujada por Posada y llevada al muralismo por Diego Rivera se ha hecho escultura artesanal de barro en el pueblo de Capula, Michoacán, arte divulgado por la creatividad del artista plástico Juan Torres.

En la Ciudad de México una película del agente 007 propició la creación de una “nueva tradición”: un magno desfile la muerte. Una enseñanza de que en este mundo globalizado las influencias culturales son de ida y vuelta. El arte del cine nos muestra su propia versión hollywoodesca de nuestras tradiciones y nosotros retomamos su potencial para divulgar algo de lo nuestro.

Algo así ocurrió con Coco, la importante realización cinematográfica de animación producida por Pixar Animation Studios y distribuida por Disney, que intenta recrear la tradición mexicana y el especial significado de conexión del mundo de los vivos con el de los muertos, donde la muerte física no es el término de la existencia, sino que existe otra dimensión: la de los muertos, en la cual los seres que dejaron el mundo de los vivos, siguen subsistiendo mientras haya quien los recuerde en el mundo terrenal. De ahí la importancia de mantener viva esta tradición de recordar a nuestros seres queridos, para que no mueran del todo.

Resulta difícil pensar que todo acaba con la vida física. No podemos negar que en términos reales existen otros planos de la existencia. Los sueños existen, las ideas, los recuerdos, la poesía y la magia. Todo eso existe, aunque no lo podamos tocar. Simplemente tienen otra particularidad: no tienen una existencia material; sin embargo, existen.

Nuestros muertos existen mientras mantengamos vivo su recuerdo.

luissigfrido@hotmail.com