Luis Sigfrido Gómez Campos Las expresiones de apoyo que supuestamente han surgido de manera espontánea por parte de diversas organizaciones políticas, sindicatos, gobernadores y militantes hacia Claudia Sheinbaum, actual jefa de Gobierno de Ciudad la de México, ha hecho decir a algunos simpatizantes que su triunfo para ser candidata por el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) está asegurado y que sólo es cuestión de tiempo para que sea destapada. Y sí, efectivamente, la aspirante presidencial se ha dedicado en cuerpo y alma a la promoción de su imagen. Por toda la república se ven bardas pintadas con un logo del perfil de su rostro con cola de caballo acompañado de la frase: “Es Claudia”. Mucho dinero se ha invertido en esta promoción política, y la gran coartada de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México es afirmar que los ciudadanos, de manera espontánea, se han volcado masivamente a manifestar su apoyo sin que ella ni las instituciones de ningún gobierno inviertan un solo centavo. Eso es difícil de creer; como también es difícil demostrar que los recursos empleados tengan un origen público o ilícito. Entonces, ¿Qué es lo que está pasando? ¿Realmente Claudia Sheinbaum ha sido políticamente muy hábil y ya les comió el mandado a los otros aspirantes de su partido? ¿Realmente la política se reduce a promoción de la imagen, independientemente de las cualidades intrínsecas? ¿Todo es tan simple como decir que quien tiene más saliva traga más pinole? Creo que el oficio de la política, en algunos casos, pudiera traducirse en formas para sumar apoyos; pero, a fin de cuentas, lo verdaderamente trascendente, hablando de política, es el trabajo realizado durante la vida; la seriedad y el empeño demostrado en los diferentes cargos realizados en el paso por las instituciones; la inteligencia y la capacidad demostrada en los momentos críticos de toma de decisiones trascendentes; la congruencia ideológica y la credibilidad en todas las tareas que se han emprendido; la capacidad para resolver problemas… A fin de cuentas, somos el producto de nuestras acciones. Y una vida de trabajo honesto y dedicado a prepararnos para servir y construir un proyecto de nación, no se puede reducir a una simple promoción de imagen, por eficaz que esta sea. Los intereses en juego, en un momento de transición política como el que estamos viviendo, no son cosa de dar el primer zarpazo o comerle el mandado a alguien. ¡Claro que es importante el cuidado de las formas! Pero no es posible reducir todo a eso. Lo importante en la toma de las grandes decisiones, es tomar en cuenta el período histórico que se está viviendo. Andrés Manuel López Obrador invirtió toda una vida en un proyecto de transformación de la vida nacional: se ha pasado la vida luchando por un cambio que asegure una distribución de la riqueza nacional de una manera más equitativa; se ha propuesto, por el bien de todos, que primero deben ser atendidos los pobres; porque si no se resuelve el problema de la miseria, todo deja de tener sentido. Ha querido erradicar el vicio de la deshonestidad y la corrupción en la vida pública. Ha emprendido una lucha pacífica contra el crimen, en donde no sea prioridad los balazos, sino el atacar el fondo de los problemas de la violencia mediante programas a mediano y largo plazo que cambien la mentalidad de los jóvenes que se involucran con los grupos de la delincuencia. Pero seis años no son suficientes para realizar una transformación tan ambiciosa. Para no perder el rumbo del camino iniciado se requiere de la mayor seriedad en la última decisión. Pedir piso parejo o claridad en los procedimientos, como lo ha pedido Monreal o sugerido Marcelo Ebrard, no es descabellado ni precipitado. Y si realmente el asunto de la sucesión presidencial se decide mediante una encuesta, se hace indispensable que se establezca una regulación clara para, desde ahora, evitar madruguetes, descalabros, divisiones o resentimientos indebidos. Es cierto que, al calor de la contienda, han surgido grupos para apoyar a Claudia Sheinbaum; pero, como dice Gustavo López Montiel, profesor de Ciencia Política en la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (ITESM), todos esos militantes de partidos, grupos empresariales y sindicatos que se catalogan como ciudadanos, pero que se crean para saltarse la ley electoral y llevar a cabo eventos de apoyo, a fin de cuentas “buscan tener reconocimiento y posicionarse; se mueven de acuerdo con sus perspectivas y se mantienen leales a quien les pide operar y, al final, terminan estando con el mejor postor”. Es decir, agrega el reconocido académico: “si eventualmente no fuera Sheinbaum la que quedara en la interna y fuera Marcelo Ebrard operarían a favor de él”. Así las cosas, el proceso de selección todavía ni siquiera inicia; ni existe un procedimiento con reglas claras y ya hay quien dice que la candidatura de la Jefa de Gobierno es irreversible. Yo considero que es algo prematuro dar por definitivo algo que aún no inicia. La sucesión presidencial no debería ser un asunto de promoción de imagen, sino de confrontación de ideas. luissigfrido@hotmail.com