Lo cursi y los sentimientos

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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PUNTO NEURÁLGICO

Luis Sigfrido Gómez Campos

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El pasado día sábado 24 de febrero cumplió 80 años doña Lilo, madre de mi querido amigo Víctor, quien hace algunos años trabajó para este diario, La Voz de Michoacán, que publica el lunes de cada semana mis reflexiones políticas y temas diversos de opinión que pueda resultar de interés al lector del periódico más importante que se hace en Michoacán.

Pues bien, mi amigo subió un texto a su portal de Facebook e inició diciendo que se va a poner cursi. Subió dos fotos de su madre advirtiendo que a ella no le gusta que le tomen fotos, una serie de reflexiones respecto a su espíritu férreo y a la energía que puso en la educación de sus hijos, todos los esfuerzos, la devoción y el cariño que casi toda madre pone en el proceso de educación de sus vástagos.

En la parte final de su texto, mi amigo, hace la advertencia que no sabe de poesía, lo cual estimo quees falso, porque quienes lo conocemos sabemos que es un ávido lector y que, aunque posiblemente no sea su género literario preferido, de eso, sabe mucho. Después de hacer patente esa innecesaria modestia, transcribe un breve poema de Begoña Abad que, advierte,“sintetiza mucho de lo que ella representa para mí”. El poema dice: “No sé si lo he dicho: / mi madre es pequeña y tiene que ponerse de puntillas para besarme. / Hace años yo me empinaba, supongo, para robarle un beso. / Nos hemos pasado la vida estirándonos y agachándonos para buscar la medida exacta donde podemos querernos”. Hasta aquí el poema que me pareció bellísimo, y mi amigo agrega en su párrafo final: “Hoy seguimos estirándonos y agachándonos, buscando la medida exacta para querernos. Y así será siempre”.

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Contrario a mi costumbre (yo generalmente no interactuó en las redes sociales) subí a su portal un comentario en el que le decía que generalmente cuando hablamos de nuestros afectos y querencias personalísimas tenemos temor de aparecer cursis ante la gente. Me estaba refiriendo al inicio de su texto que empieza “curándose en salud” ante la posibilidad de mostrarse un tanto ridículo cuando pretende decir cosas hermosas, personalísimas, a un portal de internet donde todo mundo nos va a leer y nos pueden “balconear”.

Como se ha popularizado tanto el uso de las redes sociales, ahí podemos encontrar de todo: reflexiones sabias y profundas, chistes buenos y malos, misoginia, groserías, intolerancia, poemas hermosos junto a otros muy malos, pero sobre todo, abundan los mensajes cursis. Mensajes seguramente bien intencionados que pretenden ser bellos, elegantes, refinados y pretenciosos, pero que a fin de cuentas resultan ridículos o de mal gusto. ¡Claro! En la viña del señor hay de todo, y también abundan las personas que les gustan ese tipo de mensajes porque a fin de cuentas, dicen, en gustos se rompen géneros.

Mi amigo Víctor, a quien me he venido refiriendo, además de ser un ávido lector es un magnifico escritor. Conozco pocos de sus textos pero en ellos he podido advertir que tiene oficio. Según sé, ya tiene por ahí en su baúl de curiosidades un libro de cuentos listo para su edición. Ojalá pronto encuentre la editorial que satisfaga sus aspiraciones. Pero de lo que sí estoy bien seguro es que él no podrá ser nunca cursi en sus escritos.

Por supuesto que es difícil escribir del amor a nuestra madre o de las personas de nuestros afectos más cercanos. Es tan difícil como pretender ser objetivo cuando a alguien la preguntan sobre las virtudes o la inteligencia de sus hijos cuando son pequeños. Pero para eso es el trabajo literario. Por eso existen las grandes autobiografías que logran despertar el interés del lector pese que se habla de sí mismo y de su percepción del mundo.

En fechas conmemorativas como el 10 de mayo he aprovechado estos espacios para hablar del amor materno y del que yo le tuve a doña Emma, mi madre, quien hace ya hace algunos años que falleció. Intenté en varias ocasiones escribirle una canción, que es uno de mis pasatiempos preferidos, pero no lograba encontrar el “tono” adecuado para decir todo lo que le quise. A fin de cuentas fue a través de una versificación muy elemental, el octosílabo, que le escribí una canción muy sencilla en la que le digo entre otras cosas: “Un día me viste llorando / Por una mala caída /Me dijiste sollozando / Que a ti también te dolía…” etc.

No es fácil abrir nuestro corazón y mostrarle al mundo nuestros sentimientos, mucho menos en las redes sociales en las que se revuelve lo excelso con lo trivial, la inteligencia con el improperio. Pero a fin de cuentas es muy importante que quienes tenemos algo que decir, sobre todo a través de alguna manifestación artística, lo demos a conocer a través de las nuevas formas de comunicación.

El pasado día sábado doña Lilo cumplió 80 años y mi amigo Víctor tiene la dicha de tenerla a su lado para estirarse, agacharse y buscar la medida exacta de seguirse queriendo; mi madre cumplirá 17 años que se fue de este mundo y no está para que nos dé aunque sea un poquito de consuelo.

luissigfrido@hotmail.com