Luis Sigfrido Gómez Campos A todos los miembros del Sector Salud Si bien la situación actual es catastrófica y predomina la tendencia en los medios de información a alarmar a la población con los pronósticos más pesimistas: que en nuestro país se necesita la Clave Única de Registro de Población (CURP) para el registro de vacunación contra el COVID, y que esto excluye a una gran parte de la población que no cuenta con este documento; que el ritmo de vacunación va muy lento y que, si seguimos a este ritmo, terminaremos en varios años este proceso; que la crisis económica generada por la pandemia está resultando más severa que la Gran Recesión, y una larga lista de etcéteras que, si nos embrollamos en ellas, terminaríamos neuróticos e infectados de desilusión. Dicen que en muchas ocasiones es más grave la aprensión, esa actitud de desconfianza que raya en la neurosis, que el propio virus de la pandemia. Como en muchas cosas, esa verdad es relativa, porque, si tienes 20 años, estás bien alimentado, eres deportista y vives en las condiciones de higiene que te proporciona el propio estatus socioeconómico al que perteneces, quizá, en tu subjetividad, podrás tener una visión optimista de la vida. Pero cuando pasas de los 60 y padeces alguna de las condiciones de riesgo como obesidad, hipertensión, diabetes, o algún otro cuadro clínico que pudiera representar un peligro para tu salud o la de tu familia; cuando los ingresos familiares no son suficientes para vivir en espacios amplios, ventilados e higiénicos, seguramente tendrás una visión alarmante de esta terrible realidad. Otro es el caso, creo que a estas alturas sigue siendo muy común, de los que, independientemente de sus condiciones de riesgo, viven felices en la ignorancia. Al parecer es lo que intenta decir el famoso proverbio: “El que nada sabe nada teme”. Un viejo amigo me exponía, con gran ingenuidad, a principios de la pandemia: “yo no leo noticias ni las veo en televisión, pero yo creo que todo esto del COVID es una vil mentira”. No obstante que la gente que me conoce cree que soy un obstinado polemista, no intenté discutir sus creencias. Lo vi como un caso perdido y sólo rogué a Dios que lo iluminara antes de sufrir en carne propia las consecuencias de este terrible mal. Las acciones de mayor trascendencia en la vida de los pueblos, en épocas de paz, generalmente provienen de la autoridad constituida. Los trabajos de coordinación de las instituciones públicas con los órganos de la sociedad civil y cada uno de los gobernados le corresponde al Estado. Independientemente de que se trate de un Estado con tendencia liberal o interventor, generalmente los asuntos de regulación de la economía, salud, empleo, construcción de carreteras y los asuntos de seguridad pública que garanticen un mínimo de condiciones para la paz, le corresponden a la autoridad estatal, quien cumple con estas atribuciones a través de mandatos, así como de ordenamientos administrativos y de buen gobierno que tienen como meta el bienestar de todos y cada uno de los miembros de la colectividad. A fin de cuentas, la finalidad del Estado, y todos los esfuerzos de coordinación de las instituciones públicas y privadas, deben tender a la realización del bienestar de la sociedad. El fin, esencialmente humano, justifica todo sacrificio de algún sector de la población con espíritu de sacrificio. En las actuales circunstancias, la salud pública es un factor esencial en el que el Estado, el gobierno y sus componentes, junto con las organizaciones de la sociedad, deben enfocar todos sus esfuerzos para sortear esta grave crisis. Debe reconocerse, sin embargo, que el papel heroico y de mayor sacrificio de esta terrible etapa pandémica, le ha tocado a quienes trabajan en el sector salud. Sí, hay otros sectores que han realizado grandes sacrificios, que se han apretado el cinturón y han puesto lo mejor de sí para atemperar la crisis, pero quienes verdaderamente se han sacrificado por su prójimo han sido los médicos, las enfermeras, los camilleros y todos los trabajadores del sector de la salud que en muchísimas ocasiones incluso han ofrendado la vida por cumplir con su generosa labor. Muchos de ellos hubieran podido renunciar, pero decidieron quedarse al frente de batalla, en la primera línea, por algo que se llama amor. Don Gabriel García Márquez escribió una novela que intituló “El amor en los tiempos del cólera” en la que describe magistralmente la pasión de una pareja en una época en la que, ante el rudimentario conocimiento de la epidemia del cólera, las autoridades intentaban combatirla con disparos de cañón en la plaza pública. Pero ese amor de que habla la novela se queda corto, limitado a narrar una historia sentimental de dos que se amaron en una época en la que el cólera hacía estragos. La actual pandemia de COVID ha provocado muchos actos de insensibilidad humana y hasta de abusos abominables, pero también han florecido actos de un amor maravilloso como la entrega de nuestros médicos y enfermeras que se sacrificaron y se sacrifican por su prójimo, todos los días. luissigfrido@hotmail.com