Luis Sigfrido Gómez Campos En fecha reciente Alfonso Martínez Alcázar, quien tiene la chamba de Presidente Municipal de la ciudad de Morelia, declaró, en relación a los lamentables hechos ocurridos la madrugada del día 18 del pasado mes de octubre, cuando perdieron la vida seis jóvenes afuera de un conocido antro ubicado en la avenida Enrique Ramírez, que “la policía de Morelia no es una policía que está al servicio de las personas que toman en la noche y que se convierten en violentos, que cometen accidentes y todo lo que conlleva el alcohol en la madrugada”. Los medios nacionales se dieron vuelo cuestionando el actuar del munícipe, quien también dijo que es importante la participación de los empresarios, los que muchas veces se justifican con el argumento de que son generadores de empleo y por esa razón pueden funcionar hasta altas horas de la madrugada; que los empresarios sí son generadores de empleo, pero también son generadores de problemas en la ciudad y que, por lo tanto, deben ser corresponsables para que la ciudad tenga orden. Eso dijo. En fin, que el alcalde trató de justificar la nula intervención de los elementos de la policía municipal para prevenir y participar en la contención y detención de los delincuentes que participaron en el tiroteo, con argumentos ridículos. Las imágenes de la balacera se difundieron en los medios noticiosos más importantes del país y las desafortunadas declaraciones del Presidente Municipal también fueron objeto de duras críticas por parte de comentaristas de noticias de talla nacional. Y es que, no es para menos, la ciudad de Morelia se está convirtiendo en una de las ciudades más inseguras del territorio nacional. Los morelianos transitan en un proceso de insensibilización; se vive en medio del terror en una ciudad dominada por el crimen; con autoridades locales que no asumen debidamente su responsabilidad de prevenir y perseguir a los criminales y a los violentos. Si no es tarea de la policía preventiva vigilar la ciudad e intervenir en la persecución de quienes ponen en riesgo la seguridad y la vida de los ciudadanos, estén borrachos o no, ¿entonces de quién va a ser esta responsabilidad? No existe justificación. Si las actuales autoridades municipales no pueden con el tamaño de la responsabilidad que implica mantener el orden y la paz pública en su ámbito, se deben proponer las reformas legislativas necesarias para que le restituyan a las autoridades del ejecutivo del estado, esta delicada función. Todos sabemos que el Ayuntamiento de Morelia no contaba, hasta hace algunos años, con policía municipal; y también nos consta que en toda su historia no ha servido para garantizar la paz y el orden público. La policía municipal de Morelia solamente está capacitada para respaldar a los elementos del departamento de reglamentos cuando quieren quitar a un chicharronero del centro histórico, entonces sí, se coordinan con mucha eficiencia, llegan muchas patrullas, forman un cordón de seguridad, impiden que los reporteros y ciudadanos tomen videos de las violaciones a los derechos humanos que cometen, se portan prepotentes con la ciudadanía, amenazan, someten con exceso de violencia a los vendedores ambulantes y se van. Pero cuando se trata de hechos delictivos donde intervienen hombres armados, la policía municipal se hace ojo de hormiga y aparece horas después para ayudar a los peritos a resguardar la escena del crimen con cintas amarillas y detener a los mirones y reporteros que llegan a cubrir la nota para sus medios informativos. ¿Cuál es el problema? Que los elementos de la policía municipal no están suficientemente capacitados ni cuentan con el armamento ni equipo idóneo para hacerle frente a situaciones del tipo de delincuencia que asola a la ciudad de Morelia. Echarles la culpa a las pasadas administraciones municipales no ayuda; tampoco prometer que se les va a capacitar y a dotar de equipo en breve tiempo. Las promesas no sirven para proteger a la ciudadanía indefensa. Se vive una situación de emergencia donde hay que tomar determinaciones para resolver el problema de fondo. Si tienen que cerrar temprano los bares y centros nocturnos, no es por medio de una recomendación a los dueños de esos establecimientos. El presidente municipal olvida que él es la autoridad para clausurar los sitios que no respeten los horarios que el propio ayuntamiento establece y que también él pude intervenir en corregir esos horarios si ese fuera el problema. Pero pareciera que nuestro flamante presidente municipal no contara con la experiencia de haber pasado por ese mismo cargo. A don Alfonso Martínez Alcázar le falta sensibilidad para gobernar. Tiene que darse cuenta que la delincuencia común, no digamos ya la delincuencia organizada, ha rebasado con mucho la capacidad de la policía municipal. El munícipe se tiene que sentar a la mesa con el Gobernador para hacer un replanteamiento de reorganización administrativa y política del Ayuntamiento de Morelia para devolver al estado el mando de una de las tareas primordiales de la autoridad: garantizar la tranquilidad y la paz social a la capital del Estado de Michoacán. luissigfrido@hotmail.com