Luis Sigfrido Gómez Campos Julian Assange será extraditado a los Estados Unidos de Norteamérica para ser sometido a juicio. Si esto sucede, como todo hace suponer que pasará, será una de las más grandes injusticias que los grandes imperios de occidente cometen en contra de la libertad de prensa, porque Assange está siendo acusado sólo por “hacer una labor periodística protegida por la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que garantiza la libertad de expresión, al divulgar datos sobre actividades militares y diplomáticas de Washington, incluyendo algunas que fueron posibles crímenes de guerra, como el asesinato de civiles, entre ellos dos periodistas de Reuters en Irak.” Al parecer “el gobierno de Barack Obama investigó a Assange y WikiLeaks sólo para concluir que no buscaría presentar cargos por la divulgación y publicación de esos documentos, ya que eso implicaría la criminalización de una actividad periodística y obligaría a perseguir, con esa lógica, también al New York Times, el Washington Post y hasta publicaciones extranjeras, como The Guardian (e incluso a medios como La Jornada), entre otros que colaboraron con WikiLeaks para publicar esos materiales”. La persecución de Julian Assange sin lugar a dudas es un asedio de tipo político de un asunto controvertible en el que para quienes nos inscribimos del lado de las libertades de la sociedad civil y el derecho a tener una protección contra los abusos del poder, pensamos que debe acabar el asedio en contra de Assange; pero quienes se colocan ideológicamente del lado del poderoso imperio que avasalla, domina e impone condiciones totalitarias a la masa desorganizada de gobernados, piensa que Assange es un traidor que merece ser castigado por haber puesto en peligro secretos del estado más poderoso de la tierra. En mi esfera de ingenuidad jamás imaginé que algunos personajes de los que consideraba “pueblo”, pudieran pensar que Julian Assange pudiera ser considerado un traidor, pero no cabe duda que en esta vida nunca acabamos de aprender y no deja de sorprender con personajes que, conociéndolos de toda la vida, nos muestren su careta autoritaria diciéndonos: “ese tipo no es más que un traidor”. En fin, el gran pecado que puede cometer todo el que se meta a la especulación política es incurrir en ingenuidad. Debemos aprender que la tendencia totalitarista sigue latente en la mente de muchos seres humanos que no están dispuestos a ceder una pizca de poder en favor de la democracia. Otra de las grandes enseñanzas que nos deja el caso Julian Assange, es el gran estado de desamparo en que nos encontramos los ciudadanos frente al poder. No obstante que han pasado muchos años de la gran tragedia de la segunda guerra mundial y la secuela posterior de la guerra fría en la que “los dueños del mundo” se distribuyeron sus zonas de influencia y espacios de dominio; cuando creímos superada esa etapa de persecución estalinista que causaba terror en los ciudadanos soviéticos acusados de tener pensamientos distintos al régimen comunista; o cuando llegamos a creer que el acoso del macartismo gringo sobre artistas y ciudadanos libres calumniados por comunistas había terminado, nos damos cuenta que la paranoia hacia el pensamiento libre no ha terminado. Los estados totalitarios son avasallantes y cuentan con los mecanismos flexibles para torcer el derecho y convencer a las masas que cualquier ciudadano que no se ajusta a sus moldes y comportamientos son culpables de los delitos que les imputen. A pesar de los supuestos avances de las garantías ciudadanas o los llamados derechos humanos, el poder sigue siendo el poder y cuenta con los mecanismos para hacer culpable a un inocente si así se lo propone. Si autoritarismos de poca monta pueden torcer la ley y meter sin razón a la cárcel a un expresidente como Lula da Silva, ¿qué no pueden hacer las grandes potencias como El Reino Unido y Los Estados Unidos de Norteamérica frente a un personaje como Julian Assange, que comete el pecado de divulgar las inmundicias del gran imperio? Tenemos que aceptar que seguimos viviendo en un desequilibrio mundial muy injusto y que personajes que resultan molestos para las grandes potencias fácilmente pueden ser aniquilados. La libertad se ve menguada en este mundo desequilibrado de injusticia. Julian Assange será extraditado, juzgado y sentenciado en los Estados Unidos de Norteamérica, ni duda cabe, luchar contra el poderoso en este mundo, injustamente y desequilibrado, no puede conducir sino a la derrota. Se requiere, de manera urgente, crear un sistema internacional más equilibrado en el que los países menos poderosos tengan el mismo peso en los órganos internacionales de decisión. Julian Assange, no es un traidor, quien piense así tiene una gran tendencia autócrata. Es cierto que divulgó las entrañas perversas con que funciona el gran imperio, pero eso ayuda a desenmarañar la complejidad del funcionamiento de este mundo injusto. luissigfrido@hotmail.com