PUNTO NEURÁLGICO | ¿La 4t se tambalea?

El objetivo final de toda idea política es llevarla a la práctica. De poco sirve un ideal si éste no es realizable.

Luis Sigfrido Gómez Campos

Aunque las premisas ideológicas fundamentales de la 4t son teóricamente incuestionables, subsiste la enorme dificultad para “aplicarlas a ras de tierra”. Los siguientes principios: “Por el bien de todos, primero los pobres”; “El combate a la corrupción” como uno de los principales males de la nación, y la implementación de la “Austeridad Republicana” como eje fundamental del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para sanear las instituciones, no se han podido implementar del todo.

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El objetivo final de toda idea política es llevarla a la práctica. De poco sirve un ideal si éste no es realizable. Por lo tanto, el gran reto del gobierno federal sigue siendo entregar buenas cuentas en estos tres rubros esenciales del proyecto de nación que se planteó el presidente en su campaña para hacerse del poder.

El presidente Andrés Manuel López Obrador llegó al poder legitimado por el 53.19 % de los sufragios; es decir, más de 30 millones de mexicanos le otorgaron su confianza en un proyecto de nación que se planteó una transformación radical de la vida pública, prometiendo cortar de tajo los vicios del viejo sistema político mexicano.

Con un estilo para gobernar que no acaba por gustar a todos los sectores de la población, el presidente de la republica sigue manteniendo altos niveles de aceptación. No obstante, el movimiento político que lo llevó al poder, ahora convertido en el partido político MORENA, sufrió algunas abolladuras en las pasadas elecciones que lo dejaron un poco maltrecho para seguir realizando la transformación que se propuso el presidente López Obrador.

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El bastión más importante del lopezobradorismo son los pobres. Las clases más desfavorecidas de México están totalmente convencidas del proyecto que se planteó la solución de los problemas nacionales desde la perspectiva de atender, primero y, antes que nada, las necesidades de los más necesitados. Y se ha reafirmado esta convicción a través de los programas de apoyo directo del gobierno federal: ¿qué prueba más fehaciente de la intención de acabar con la pobreza que recibir dinero en efectivo?, dicen.

Otros sectores de la sociedad reconocieron que, como lo advertía López Obrador, si no se atendía esa necesidad, la de ver primero por los pobres, se corría el riesgo de “despertar al tigre”, por lo que se sumaron ideológicamente a su proyecto convencidos de que no era sólo una prioridad ética, sino práctica: salvaguardar sus propios intereses.

Bien. Pues atender esa prioridad, además de constituir el reto más importante del gobierno de la 4t, es también lo más difícil de conseguir. La grieta de desigualdad que separa a pobres y ricos es un desfiladero tan profundo que no bastan seis años ni buenas intenciones para zanjarlo; esa resquebrajadura es nada más y nada menos que la historia de la lucha de clases a la que se refería Carlos Marx en su teoría de Materialismo Histórico.

Esto no quiere decir que el problema de la desigualdad en México no tenga solución o deba desatenderse. De hacho sigue constituyendo uno de los grandes retos de la teoría política y de todos los gobiernos del mundo que quisieran encontrar un modelo socioeconómico que disminuya las desigualdades sin detrimento de las libertades y los derechos ciudadanos.

A López Obrador se le cuestiona la ambigüedad de sus proyectos y se le acusa de ser un populista que pretende reducir la pobreza a través de dádivas. El presidente cuenta con una estrategia económica que no sabemos si a fin de cuentas dará resultados (la cual no está peleada con sus programas sociales que tienen que ver con el otorgamiento de becas, pensiones y apoyos para los desfavorecidos), le está apostando a la autosuficiencia energética, al no endeudamiento, a la generación de empleo en el campo, pero no contaba con los estragos de una pandemia que puso en jaque a todas las economías del mundo.

Como quiera que fuere, a fin de cuentas, en materia de combate a la pobreza, donde se rescataría “por el bien de todos, primero a los pobres”, no ha sido posible, en cifras concretas, obtener buenos resultados. Se debe advertir que aún no llega López Obrador a la mitad de su sexenio y que los pronósticos macroeconómicos de los expertos no son muy halagüeños, por lo que las decisiones en política económica que se dicten durante este período de crisis serán determinantes para el éxito o fracaso de la 4t.

Pero si bien el proyecto de la cuarta transformación nacional tiene como principal baluarte ideológico la erradicación de la pobreza, el plan del presidente López Obrador es mucho más ambicioso. Acabar con el fenómeno de la corrupción e implementar una política de Austeridad Republicana son otros grandes retos de la 4t que implican un cambio radical en la conducta de los funcionarios públicos de todos los niveles de gobierno, así como de los gobernados.

El presidente de la república se someterá a un referéndum el próximo año para saber si los mexicanos le revocan el mandato que le otorgaron. Las encuestas dicen que, si ese referéndum fuera hoy, Andrés Manuel López Obrador seguiría en el poder; pero sus opositores le están apostando a quitarle el apoyo de las clases medias. La continuidad del proyecto de la 4t dependerá de la astucia del presidente (y del cuidado en el manejo de su discurso mañanero) para convencer a este difícil sector de la población mexicana.

luissigfrido@hotmail.com