Luis Sigfrido Gómez Campos Esta tercera ola del SARS-CoV-2, que causa la Pandemia de COVID-19, con sus nuevas variantes, llegó con una fuerza devastadora, generando terror y convenciendo hasta en los más escépticos. Mucha gente, víctima de la desinformación o la ignorancia, habían decidido no vacunarse, no por desidia, sino por la convicción errónea de que a través de la vacuna se estaba insaculando un chip maléfico para controlar su mente y su cuerpo. Las teorías conspiracionistas, aparentemente inocentes, llegan a penetrar en la mente de los ciudadanos de una manera tal, que son capaces de generar conductas erradas en un sector importante de la población, obstruyendo la labor de las instituciones públicas en su esfuerzo por mantener la salud pública. Otra rama de estas teorías de la conspiración fue la de los “negacionistas”; para ellos el COVID simplemente no existía, era un invento de las farmacéuticas trasnacionales para hacer negocio e incrementar sus ganancias; es más, a través de la vacuna se insaculaba el virus, por lo tanto, recomendaban no vacunarse. Muchos de los que creyeron que el virus no existía, lamentablemente ya no existen. Otra vertiente importante de la desinformación es la falsa creencia religiosa de depositar en las manos de Dios nuestro destino. Creer que todo lo decide el creador y que somos simples marionetas sujetas a sus designios es un fanatismo obtuso que deja de lado principios cardinales de la fe cristiana que postula la enseñanza fundamental de “ayúdate que yo te ayudaré”. No dejar todo en las manos del creador, sino ayudarlo a cumplir con sus designios de la mejor manera para que las calamidades no destruyan su creación. Desde el punto de vista religioso Dios otorgó a los seres humanos libre albedrío, les concedió un margen amplio de libertad para que pudieran incluso optar entre el bien y el mal; por lo tanto, no podríamos culpar al supremo creador de las acciones de alguien que decide dedicarse a hacer el mal. De esta manera, debido a un fanatismo absurdo e ignorante hay quien decide no vacunarse porque, a fin de cuenta, todo lo decide Dios y resolvemos ponernos en sus manos para que decida llevarnos cuando él lo disponga. Pero la debilidad de esta falsa creencia se desmorona cuando la pandemia llega a la intimidad de nuestra familia a causar sus terribles estragos; cuando vemos sufrir a nuestros adultos mayores y que una gran parte de nuestros seres queridos están infectados de esta terrible enfermedad que puede llevarlos a la muerte, entonces sí recurrimos a las instituciones de salud a exigir que asistan con prontitud a nuestros enfermos. Esta tercera ola de la pandemia del COVID llegó con más fuerza y otras variantes con una mayor fuerza de propagación. Suele decirse ante las calamidades: “Dios nos agarre confesados”, pues esta tercera ola a lo mejor no nos agarró confesados, pero sí vacunados, por lo que sus estragos llegaron atenuados. Sí, lamentablemente también ha causado muchas muertes, seres queridos que creíamos en plenitud de facultades físicas y mentales han perdido la vida en esta etapa, cuando ya pensábamos que había pasado lo peor. En esta tercera oleada de la pandemia, aun siguiendo todas las indicaciones sanitarias que recomiendan las instituciones de salud, después de las dosis rigurosas de vacuna Sinovac, me vi postrado y recluido en un tratamiento riguroso de recuperación. Afortunadamente la detección a tiempo y la atención oportuna del Doctor Alejandre, lograron mi sanación. Hoy, lamentablemente, mi querida sobrina, la licenciada Griselda, está en cuarentena por el mismo mal en la ciudad de Morelia en tratamiento con oxígeno. Confío en Dios y el auxilio de los especialistas para su pronta recuperación. En esta etapa de crisis pandémica ha surgido el debate de si los niños deberán regresar a clases este próximo 30 de agosto. Existe un gran debate de los especialistas y los profesores. Que las escuelas no están en condiciones de recibir a los menores; que la pandemia está muy fuerte y van diseminar el contagio; que existe un incremento importante de mortandad infantil por la pandemia, y varios argumentos que deben ser tomados en cuenta para este tipo de determinaciones. Sin embargo, las opiniones más calificadas son que, con las debidas medidas sanitarias, se hace impostergable que los niños mexicanos retomen las clases presenciales; que el perjuicio que se ha causado a las actuales generaciones de infantes por esta pandemia es muy grave e irrecuperable. En fin, esta decisión política necesariamente no va a dejar satisfecha a un sector de la población. Esta tercera ola de contagios es un mal terrible que no sólo ha afectado a la educación; ha perjudicado la salud, la economía, las relaciones fraternales y sociales y nos tiene atemorizados a todos, incluso a las autoridades. El día de ayer iba conduciendo solo en mi auto rumbo a la playa y me retuvo un retén de la guardia nacional, policías estatales y municipales, me sugerían que siguiera una ruta que no era mi destino y se lo informé a un agente muy atento, pero se acercó un señor que me pidió que me pusiera mi cubre bocas, le informé que iba solo en mi vehículo y me dijo que aún así podía contagiar a quien le prestara mi carro. Se ostentó como jefe de la Jurisdicción Sanitaria número ocho en Lázaro Cárdenas. No cabe duda que los funcionarios están muy nerviosos y dicen disparates. luissigfrido@hotmail.com