Luis Sigfrido Gómez Campos La semana pasada la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), decidió remover de su cargo al Director del Instituto de Investigaciones Estéticas, el doctor Iván Ruíz García, porque declaró en un programa de radio que el “feminicidio es un acto de amor”. Cualquiera que haya sido la circunstancia en la que se dijo lo que se dijo, las condiciones de la vida nacional no están para tolerar ese tipo de expresiones en personajes que laboran en la institución de educación superior más importante del país y una de las más prestigiadas de Latinoamérica y el mundo. El doctor Iván Ruíz es Investigador de tiempo completo en el área de arte contemporáneo en la misma institución que dirigía; es doctor y maestro en historia del arte por la misma institución, donde obtuvo ambos gados con mención honorífica y fue acreedor a la Medalla Alfonso Caso por haber sido el alumno más distinguido de su generación, además de otros reconocimientos por su alto nivel como investigador. El linchamiento mediático y cibernético para el investigador, por sus escandalosas declaraciones, fue unánime; no hay quien intente argumentación alguna en su defensa. Declarar que el feminicidio puede ser considerado un acto de amor bajo ciertas circunstancias, fue considerado por las mayorías como apología del delito. Y si esto fue manifestado por alguien que se dedica de tiempo completo a la investigación y a la enseñanza en una de las universidades más importantes del mundo, ¿qué podemos esperar de los millones de mexicanos que no tienen esos alcances de excelencia profesional y académica? La respuesta a esta pregunta no debe llevarnos necesariamente a la conclusión de que la formación académica vuelve a los individuos más respetuosos y considerados con los derechos de las mujeres. Todos conocemos hombres humildes con un grado mínimo de estudios formales, con altos valores morales; así como también los encontramos irreverentes y groseros en esos mismos niveles de educación. Hay quien refiere, injustamente, que en ciertos oficios como el de los albañiles o los carretoneros, predominan los individuos que utilizan el lenguaje más vulgar para dirigirse a una mujer. Yo no lo creo así. Es posible que, en ciertos sitios o ciudades, una mujer, cuando va a pasar por una obra en construcción, opte por cruzarse la calle ante la posibilidad de que le falten al respeto con miradas lesivas y lenguaje soez. La concentración de grupos facilita el anonimato y envalentona al macho con frustraciones sociales. Lamentablemente en nuestro país se puede constatar en todos los niveles socioeconómicos y educativos un alto grado de misoginia y de violencia verbal y física hacia las mujeres. En las redes sociales circuló el año pasado la agresión que el notario público 102, Horacio Aguilar Álvarez, de Naucalpan de Juárez, en el estado de México, infligió a su esposa. Pretendía sacarla de su casa por medios violentos. Dicha agresión fue grabada y subida a las redes sociales. Dicho notario tuvo que pedir posteriormente disculpas públicas a todos los agraviados, al gobernador del estado y a su esposa, para tratar de conservar la chamba, pues estaba siendo cuestionado severamente por dicha agresión. Podemos también comprobar, en una incursión por las redes sociales del internet, la cantidad asombrosa de profesores de la UNAM y otras instituciones de educación superior, que son exhibidos por actos de misoginia y hostigamiento sexual a las alumnas. Actos de vulgaridad que les ha costado que sean expulsados de sus cargos académicos, cuando ha quedado constancia documental de esos hechos. Y es que hoy las cosas han cambiado. Los movimientos feministas han logrado despertar una conciencia de rebeldía en las mujeres para denunciar los actos de abuso en su contra. El avance de la tecnología en materia de comunicación también ha permitido que se difunda masivamente cualquier acto de violencia. Los jóvenes de hoy están recibiendo valiosa información para ser distintos. Si sus padres y abuelos no tuvieron mayores elementos para transformar la realidad machista que heredaron, sus hijos no pueden alegar ignorancia o desconocimiento frente actos de degradación y violencia hacia las mujeres. Los elementos para lograr una sociedad más equilibrada en términos de igualdad de género, están en todos lados. El doctor Iván Ruíz García, fue destituido de su cargo por teorizar de esta manera: “los feminicidios tienen un componente muy pasional. El feminicidio es un acto de amor, porque la tortura es una pasión del alma. (…) El feminicidio, por más horroroso que pueda ser, es un acto de amor y un acto de pasiones del alma”. No alcanzo a entender muy bien lo que el doctor en historia quiso decir, pero el viernes subió una carta en Twitter donde aclaró: “Fui imprudente e irreflexivo al designar al feminicidio como un acto de amor y por eso pido una disculpa pública”. Y añadió que su interés “no se encuentra en alentar la violencia, sino más bien en sosegarla para que en este país puedan vivir las mujeres de una manera más segura y gozosa”. Así dijo. luissigfrido@hotmail.com