Luis Sigfrido Gómez Campos Por estos días se difundió la noticia en las redes sociales en las que se dijo: “Octavio Ocaña fue sometido y asesinado de un disparo en la cabeza, señala peritaje independiente solicitado por la familia”. Obviamente se refieren a la familia del personaje que perdió la vida en situación tan lamentable: falleció en Cuautitlán Izcalli, en el Estado de México, tras una persecución policíaca en la autopista Chamapa-Lechería, en donde, después de un choque, recibió un impacto de bala el 29 de octubre de 2021. A esta noticia se le dio y se le ha estado dando relevancia nacional debido a que el joven Octavio Ocaña, quien en el momento en que ocurrieron los hechos tenía la edad de 22 años de edad, fue en vida un actor y comediante muy conocido en la televisión mexicana: se hizo famoso por interpretar el papel de Benito en la serie cómica “Vecinos”, producida por Televisa. Según la versión inicial que rindió la Fiscalía General de Justicia del Estado de México respecto de estos hechos, después de la persecución policiaca, el propio joven actor se habría disparado accidentalmente al accionar un arma que él portaba y que, además, su cuerpo dio positivo a alcohol y tetrahidrocannabinol en el examen toxicológico que se le aplicó. La versión de las autoridades no resultó convincente para los familiares del actor ni para sus seguidores y usuarios de internet, los cuales iniciaron una protesta cibernética bajo el nombre “Justicia para Octavio”. Ante la presión mediática, y las propias circunstancias “sospechosas” del caso, la Fiscalía del Estado de México reconsideró los resultados de sus investigaciones iniciales, quiero suponer que sustentada en exámenes periciales independientes ofrecidos por los propios familiares y en indagatorias más “exhaustivas” de la propia autoridad y, en septiembre de 2022, casi un año después de los hechos, vinculó a proceso a un policía supuestamente involucrado, y anunció que solicitaría a la Interpol la emisión de una ficha roja para localizar a otro jenízaro al que le alcanzaron a avisar que lo iban detener para someterlo a la acción de la justicia. Desde el punto de vista de la Fiscalía del Estado de México a este triste acontecimiento se le podría estar dando una relevancia que no merece, dado que esa autoridad ya cumplió, aunque tardíamente, con su obligación de expedir la orden de vinculación a proceso de un involucrado y la solicitud a la Interpol para que detengan al otro prófugo de la justicia. ¡Ya! Para esta autoridad, es caso cerrado. ¿Qué tanto le buscan, pues, los medios a este asunto? Yo también creí que se trataba de un asunto concluido y que los medios le daban relevancia por tratarse de quien se trata, ya que el común de la gente le da relevancia a la vida y muerte de los artistas televisivos; sin embargo, reconozco, yo mismo no le hubiera dado importancia a este acontecimiento si no es por la insistencia en las redes sociales de algunos medios de comunicación relevantes como, entre otros, Animal Político. Destaca la nota que leí que el joven Octavio Ocaña recibió un disparo cuando los policías presuntamente lo tenían sometido sobre la carpeta asfáltica, según un nuevo peritaje solicitado por la familia del actor. Si este hecho resultare cierto, si el muchacho, independientemente de lo que hubiera consumido y no se dejara detener, fue arteramente asesinado cuando lo tenían sometido en el suelo, resulta que, a la luz de la verdad histórica de los hechos, pero la verdad histórica verdadera, no la verdad histórica tan devaluada que los malos funcionarios saben inventar para justificar hechos bochornosos, la procuración de justicia en México, está putrefacta. Este es un solo caso, es cierto, pero resulta que, si este tipo de acontecimientos se suceden de manera frecuente por parte de las autoridades de las fiscalías existentes en la República y, consecuentemente, por las corporaciones policiacas que coadyuvan en las tareas de procurar justicia para los mexicanos, el mal es estructural y de una complejísima solución. ¿Qué quiero decir con lo anterior? Que desde hace muchos, muchísimos años, el sistema jurídico mexicano le ha dado una relevancia primordial en la investigación de los delitos a los policías, los cuales son, en la escala de la jerarquía de las instituciones de procuración de justicia, los menos preparados, los peor pagados y, por lo tanto, los más propensos a cometer arbitrariedades por encima de la ley. Sé que existen elementos de las corporaciones policiacas que actúan con honorabilidad y que entregan su vida al servicio de la comunidad anteponiendo sus intereses personales; que existen guardianes del orden público, colaboradores con mística de servicio que arriesgan su vida para servir a la sociedad. Ese tipo de policías merecen nuestro respeto y el respeto del pueblo para el que trabajan. Pero cuando decimos que el mal de las instituciones es estructural, nos referimos a que la propia ley les ha otorgado a los elementos que se encuentran directamente vinculados con la prevención y persecución de los delitos un papel que no pueden cumplir sin exponerlos a la comisión de hechos vergonzosos para una sociedad que aspira a la paz y la justicia verdadera. De acuerdo con este peritaje independiente, Ocaña fue sometido y ejecutado cuando se encontraba acostado sobre la carpeta asfáltica. luissigfrido@hotmail.com