Luis Sigfrido Gómez Campos La semana que acaba de terminar fue sin lugar a dudas una semana llena de violencia. Los hechos a los que la prensa y las redes sociales les dieron mayor cobertura son hechos llenos de terror, en consecuencia, los articulistas de opinión y los chismes de pasillo y vecindad, destilaban sangre y crítica virulenta hacia las estrategias de gobierno para combatirla. La nota principal fue el acribillamiento y levantamiento de los cuerpos de los dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas dentro de una iglesiade Cerocahui, en el estado de Chihuahua, por parte de un grupo de la delincuencia organizada comandados por un sujeto al que apodan El Chueco, el cual, según dicen, contaba con órdenes de aprensión desde el 2018. Las particularidades de esta masacre fueron destiladas gota a gota en episodios acompasados durante toda la semana provocando la ira y la irritación en la sociedad que se alarma ante el develamiento pausado de los sucesos. El hecho de que la violencia haya penetrado al recinto sagrado de una iglesia genera indignación social porque se hace evidente que se están rompiendo códigos no escritos de comportamiento criminal. Y es que los propios miembros de la delincuencia organizada, en su gran mayoría, como gran parte del pueblo de México, son fieles devotos de la fe cristiana, en su mayoría, de la iglesia católica. Pero además de que se violó un recinto que se considera sagrado por los fieles creyentes, se está violentando otro principio: el del respeto a la vida de dos predicadores de la fe, en este caso, dos sacerdotes jesuitas muy queridos por su pueblo, cuya elección de vida fue la de compartir con el prójimo su credo religioso. Este hecho en particular, más allá de compartir o no creencias, lacera el alma de cualquier ser humano. Dentro de la fe católica a los recintos religiosos se les conoce como “casas de Dios”. Las iglesias, para las personas de fe, son como las embajadas para los perseguidos políticos: límites territoriales donde el propio Estado no puede acceder. Si alguien se siente amenazado o perseguido por las autoridades, el lugar más seguro para su seguridad esuna embajada, donde se solicita asilo político. De igual forma, en el ámbito de la religión, los templos son sitios sagrados para la oración, el arrepentimiento de los pecados, el recogimiento espiritual y el amor a Dios, lugar donde los pecadores se detienen generalmente antes de cometer fechorías. Pero en esta ocasión de nada sirvió, de nada valió el recinto sagrado donde buscó refugio para resguardarse de las manos criminales que lo perseguían porque que sentía amenazada su integridad el guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez. Otra particularidad que desconcierta a la opinión pública es el móvil del crimen, el motivo que tuvo el sujeto activo del delito que lo llevó a cometer hecho tan despreciable. Al parecer, según las crónicas no oficiales, El Chueco había perdido un partido de béisbol en su calidad de patrocinador de un equipo local y no se sabe bien a bien si lastimaron su orgullo por alguna burla; si perdió una fuerte suma de dinero en alguna apuesta, o vaya usted a saber qué tipo de estupidez pudo herir de tal manera su fina susceptibilidad como para motivar la comisión deun ilícito tan horrendo. Ayer domingo, titulares de varios medios de información de circulación nacional subieron a sus primeras planas “en un tono pacífico” la exigencia de la iglesia católica al gobierno federal para que tome medidas contundentes para acabar con la impunidad de quienes generan violencia en el país. El clero está indignado. El propio Papa hizo patente su preocupación por el grave estado de violencia que existe en nuestro país. El tema de fondo es el cuestionamiento que se hace al gobierno federal sobre la pertinencia del programa de seguridad de la 4T. El Presidente López Obrador considera el problema como un asunto de principios. No cree que la violencia deba combatirse con más violencia porque el grado de descomposición que se heredó de los pasados gobiernos ha dejado graves heridas que requieren de una cirugía mayor. Al parecer, el reto más importante de la actual administración será, junto con el del control de la inflación económica, el de la seguridad pública que no ha podido rendir sus mejores cuentas. No obstante, Andrés Manuel López Obrador sigue teniendo altos índices de aceptación debido a la implementación de varios de los programas sociales dirigidos a atender a los grupos más necesitados de la población. Los detractores del actual presidente tratan de aprovechar cualquier hecho adverso para descarrilar el proyecto de la 4T, por lo que el Presidente López Obrador necesitará, para seguir manteniendo viva la esperanza para el 2024, un combate frontal a la impunidad. Otros hechos de violencia ocurridos durante la semana pasada, como el feminicidio acaecido en un conocido restaurante de la ciudad de México en donde un anciano mató a su joven esposa, no hacen sino incrementar el descontento social por el alto grado de violencia en nuestro país. luissigfrido@hotmail.com