Luis Sigfrido Gómez Campos Sangre, se anuncia como (Adelanto editorial) una novela escrita por Irma Zermeño, que trata, dicen, sobre el desarrollo de la violencia en nuestro país; “a través de personajes fascinantes, entre los cuales se halla el propio padre de la escritora, nos conduce con hondura al México bronco en el que la violencia y el machismo confluyen con la fragilidad y las emociones vulnerables”. “Una novela construida con cuidado y rigor con el afán de permitirnos entender las paradojas y contradicciones de quiénes somos como mexicanos y, sobre todo, como seres humanos”. Lo primero que se me vino a la mente con la publicidad de esta novela, es que la propia realidad nos brinda todos los días la dosis de sangre necesaria para satisfacer nuestro morbo; también pensé, prejuiciosamente, que posiblemente se trataba de una escritora que trataba de aprovechar los momentos de aterradora violencia para pegar un hit de ventas con una narconovela sangrienta. No sabía que la escritora tiene toda una trayectoria en el ámbito de las letras de nuestro país. Pequé por ignorancia. Además, es obligado que, quienes decimos gustar de la lectura, debemos tener siempre presente que la literatura es la literatura y que no se trata de un pasquín o una telenovela barata que jala generalmente la atención de la gente más sencilla o los no iniciados en el gusto de leer literatura por puro placer. Pues sí, confieso que me equivoqué; pero tuve la oportunidad de darle una pasadita al inicio de la novela y logré quedarme profundamente interesado en esa historia de machos jaliscienses y, seguramente, mucha sangre, pero todo me hace pensar que se trata de una magnífica novela. Tengo un grave perjuicio contra las narcohistorias en los corridos, en las novelas televisadas y hasta en las revistas informativas que dan cuenta de los enredos de página roja de los diarios porque me da la impresión que todo eso contribuye a la retroalimentación cultural de la violencia; es decir, que se trata de pura apología del delito. Ya sé que dicen los especialistas que estoy equivocado, que estas historias que difunden de manera masiva los medios de información, no son generadoras de la violencia que prevalece en el entorno social; sino que es al revés, que la violencia que existe en la realidad provoca el gusto por producir, escuchar y leer historias de crímenes y terror. Pero soy corto de entendimiento y no dejo de pensar que todo se da de manera circular, que existe una retroalimentación perpetua en donde realidad y narco corridos e historias televisivas baratas se influyen de una manera permanente. Toda la semana pasada vivimos la pesadilla informativa de la masacre en una escuela de los Estados Unidos, perpetrada por un joven de nacionalidad norteamericana de origen latino, Salvador Raimundo Ramos, quien apenas contaba con 18 años de edad. Antes de dirigirse a la escuela primaria para matar a 19 niños y dos maestras, asestó un balazo a su abuela en la cara. Los testimonios de quienes lo conocían refieren que se trataba de una persona con un comportamiento aparentemente normal. Esta masacre en una escuela de Norteamérica reavivó la discusión sobre la facilidad con que se venden armas en ese país, pero tal parece que los ciudadanos tejanos no están dispuestos a modificar sus leyes sobre la venta de armas de grueso calibre porque eso atenta contra un derecho que les otorga su propia constitución. Muchos mexicanos dicen que los gringos simplemente están locos, pero tal parece que solamente vemos la paja en el ojo ajeno porque, aunque supuestamente nuestras leyes reglamentarias son más estrictas con los permisos para portar armas, en la práctica no existe ningún control sobre su adquisición, destinadas supuestamente al uso exclusivo del ejército. La gran mayoría de las armas de grueso calibre que se usan en México llegan procedentes de los Estados Unidos y se adquieren de manera clandestina sin que las autoridades tengan la capacidad de detener, supuestamente, tanto su ingreso al país como su venta. Y respecto de las masacres, no nos quedamos atrás. Lamentablemente estamos viviendo una etapa de cruenta violencia y al parecer no contamos con las estrategias ni la capacidad para apaciguar esta ola terrorífica de crimen. Estoy de acuerdo en que se deben combatir las causas que supuestamente dan origen a la violencia, pero no basta. El estado está obligado a garantizar la paz interna para que los ciudadanos de México puedan desarrollar a plenitud sus capacidades y todo el potencial humano de que son capaces. La paz social es el presupuesto lógico necesario para el desarrollo del país. Sin la paz social se inhiben todas las capacidades intelectuales y creativas de los seres humanos. La paz social es tan importante como la libertad y la democracia. Cuando leí que bajo el sello de la editorial Textofilia, la escritora Irma Zermeño publicaba su novela “Sangre”, pensé que de sangre estábamos hasta la coronilla, pero es de sabios reconsiderar y después de haber leído solamente algunas de sus páginas me atrevo a recomendarla ampliamente. Los buenos escritores se delatan en las primeras líneas. luissigfrido@hotmail.com