Luis Sigfrido Gómez Campos El asunto de la migración es un problema mundial. Los habitantes de los países más pobres se ven obligados, por la miseria en que viven, o la violencia en sus países de origen, a emigrar hacia estados con un desarrollo económico más elevado generalmente ubicados en el norte del globo terráqueo. Los habitantes del continente africano tratan de llegar a Europa, mientras los pobladores de centro y Sudamérica siguen creyendo en el sueño americano y arriesgan hasta la vida por conseguirlo. México, por sus condiciones geográficas, es un país de tránsito y los migrantes, principalmente sudamericanos, son extorsionados, robados, agredidos, vejados, y hasta asesinados por miembros de los grupos criminales y de las diversas corporaciones policiacas en su recorrido por la geografía nacional. Son víctimas, son pobres, son muchos y, lamentablemente, no tenemos la capacidad para atender la magnitud del problema. El asunto de la migración es un problema global que debería ser atendido por las grandes potencias y los organismos internacionales, procurando mitigar la extrema miseria y la violencia de los pueblos del lado sur de la tierra. México, en la práctica, se ha convertido en un Tercer país seguro, lo que implica una grave responsabilidad para nuestra política exterior que en otros tiempos gozó de gran prestigio, por su hospitalidad. El término Tercer país seguro tiene su fundamento en la Convención de Ginebra de 1951, que trata sobre el Estatuto de los Refugiados, e implica que un país puede negarse a conceder asilo a una persona y remitirla a un tercer país que sea considerado “seguro”. Donald Trump se obstinó en querer convertirnos a ese estatus mediante la firma de un acuerdo, pero su intensión siempre fue que los mexicanos le sirviéramos de muro de contención para la ola de migrantes sudamericanos que cruzan por nuestro territorio. El expresidente norteamericano no logró implementar dicho acuerdo de manera formal, pero, a fin de cuentas, impuso su política en los hechos, una política anti migrante en la que nos ha tocado servir como muro de contención para atajar a los miles de mexicanos y extranjeros que intentan llegar a los Estados Unidos de Norteamérica. El problema de la migración se ha agudizado en los últimos años y ha rebasado la capacidad de las instituciones responsables de atender estos asuntos. Después de los hechos lamentables en el que murieron 40 migrantes, ocurrieron otros casos en los que quedó manifiesto la gravedad de este problema. El pasado 3 de abril se reportó la desaparición de 23 personas migrantes que partieron de Guanajuato rumbo a Coahuila, en una camioneta de transporte público contratada para el efecto. Tres días después la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSyPC) emitió un comunicado en el que añadió más información, otro caso parecido que involucra a 16 personas que se dirigían al mismo destino. Ese mismo día, la dependencia comunicó el hallazgo de 35 personas migrantes en una brecha de San Gabriel, Matehuala. Mientras 23 personas seguían desaparecidas, se encontró el cadáver de un chofer de la empresa transportista, con signos de violencia. Autoridades de San Luis Potosí terminaron por informar que en varios operativos federales y estatales se logró rescatar a 106 migrantes privados de su libertad, mismos que son investigados para determinar su situación en el país. Lo cierto es que las cifras no cuadran y la falta de coordinación entre las diversas autoridades sólo exhibe su ineficiencia. Resulta evidente que el problema de la migración nos ha rebasado. Desde la perspectiva norteamericana los seres humanos que quieren pasar su frontera históricamente han sido tratados como narcotraficantes, luego, como terroristas y, recientemente, son “invasiones” de caravanas migrantes. Al gobierno norteamericano se le hace fácil que resolvamos el problema y no se involucra en la búsqueda de una solución humanitaria global. Ayer domingo el INM detuvo a 86 migrantes originarios de la India, Guatemala y El Salvador en el estado de Yucatán. Después de la tragedia ocurrida en Ciudad Juárez, trascendió la desaparición del Instituto Nacional de Migración (INM) y la creación de la Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería (Conmexico), institución que estaría al frente del sacerdote Alejandro Solalinde. En la colonia Juárez de la Ciudad de México donde al parecer están ubicadas unas oficinas del INM, se han instalado de manera permanente, campamentos de migrantes de origen haitiano que esperan realizar trámites de asilo en nuestro país. Primero se colocaron en las banquetas y luego en una plaza cercana, donde ubicaron sus tiendas de campaña. Algunos negocios de la zona han quebrado por la permanencia de estos grupos. De la misma manera que los inmigrantes de Haití generan molestias a los vecinos y comerciantes de la colonia Juárez, en distintas ciudades de nuestro país indígenas desplazados y refugiados sudamericanos se han instalado en algunos lugares a pedir ayuda para subsistir. Algunas personas han llegado a manifestar aversión por los inmigrantes que piden dinero. A este fenómeno de rechazo u odio al extranjero o inmigrante se le conoce como xenofobia y puede tener su origen en un sentimiento de nacionalismo exacerbado. Este problema, cuya solución no sólo concierne a México, debe ser atendido con un profundo sentido humano. luissigfrido@hotmail.com