Luis Sigfrido Gómez Campos Un testamento es el acto jurídico por el cual una persona estipula quien o quienes serán las personas que podrán disponer de todos sus bienes al momento de su muerte. Obviamente, un testamento político no tiene la finalidad de dejar bienes materiales para sus herederos; sino que contendrá disposiciones de orden político que no tendrán el mismo carácter de los testamentos ordinarios. Gran escándalo provocó la declaración del Presidente Andrés Manuel López Obrador cuando comentó que ya tenía preparado un testamento político si llegara a fallecer antes de terminar su mandato presidencial. El comentario crítico más severo, que es a la vez el más simplista, es el de que la Constitución Política ya establece de manera clara lo que pasaría si el presidente de la república llegara a faltar antes de culminar si período para el que fue designado. Se desataron una serie de interpretaciones respecto al contenido de lo que sería el famoso testamento. La picardía de los caricaturistas se dio vuelo imaginando todas las variantes posibles de lo que podría contener ese famoso testamento y, los columnistas de opinión, también echaron a volar su imaginación; pero la verdad es que todo lo que se pueda decir es mera especulación. El contenido de dicha disposición testamentaria solamente la conoce el presidente de la república en funciones. Andrés Manuel manifestó que sería un acto de irresponsabilidad política no dejar redactado un documento como el que dijo que hizo. No deja de ser una incógnita de interés nacional el contenido del famoso testamento. Sin lugar a dudas que esta cuestión tiene una gran relevancia y cualquier especulación respecto al contenido del mismo debe hacerse con la mayor seriedad posible. En un documento de esta envergadura el presidente de la república no osaría establecer cosas o principios contrarios a lo que dictan nuestras leyes o la propia Constitución General de la República; pensar lo contrario es restarle sentido común y capacidad a un personaje que ha demostrado a todas luces que tiene una gran sensibilidad para convencer a la mayoría del pueblo de México. Las estadísticas sobre su popularidad lo dicen. No podemos menospreciar a un hombre que, independientemente que estemos o no de acuerdo con algunas de sus determinaciones, ha llegado a la más alta magistratura de la patria con un altísimo índice de popularidad después de la mitad de sexenio. Y si no quedaran plasmados en el testamento asuntos que contravinieran principios fundamentales de derecho, huelga decir que tampoco osaríaintervenir en asuntos respecto a mecanismos de sucesión o selección de personajes para sustituirlo. Por supuesto que tiene interés en determinar quién lo sucederá en el cargo de presidente de la república, pero su intervención estaría sujeta a las contingencias políticas de la sucesión en vida y no a través de un documento póstumo. ¿Cuál sería, entonces, el contenido de su testamento político? Esta interrogante, creo, no tiene tanto misterio. Andrés Manuel López Obrador es un convencido de su proyecto de nación que intenta llevar a cabo a través de la Cuarta Transformación de la República; por tanto, su mayor preocupación en el caso de que la muerte lo sorprendiera antes de culminar su período presidencial, es que las líneas ideológicas principales de su movimiento, pudieran quedar truncas. Cabría preguntarse entonces: ¿a quién iría dirigido el mensaje ideológico de su testamento político? En términos lopezobradoristas, al pueblo de México. Este ente indeterminado al que el presidente se refiere todos los días y que, tratando de aterrizar el concepto, podemos colegir que se trata de esos millones de mexicanos convencidos de que este presidente de la república es el primer político que ha volteado a verlos; el primero que estableció como principio de acción política que “por el bien de todos, primero los pobres” y que, para hacer creíble su postulado determinó otorgar a los ancianos, a los jóvenes desempleados y los otros sectores desfavorecidos, apoyos económicos contantes y sonantes, directamente y sin intermediarios. El testamento político del presidente no sería sino un mensaje dirigido a sus partidarios para que le exigieran al político que llegara a sustituirlo, cualquiera que este fuera, que se siguieran atendiendo las prioridades que Andrés Manuel López Obrador fijó en sus lineamientos de la 4T. Por eso el presidente declaró que sería una irresponsabilidad, desde su punto de vista, no dejar atendido este asunto si él llegara a faltar. Dicho documento póstumo dejaría establecido que se debe gobernar bajo el principio de la austeridad republicana, sin grandes dispendios y con obras suntuosas; que se debe combatir la corrupción y castigar a los malos funcionarios. Esos y otros principios estarían comprendidos, seguramente, en el testamento político del presidente de la república. Muchos podrán decir que algunos de estos postulados no han podido llevarse a cabo de manera total y definitiva en este mismo gobierno porque sigue habiendo malos funcionarios y colaboradores que no los ponen en práctica. Puede ser cierto, pero esto no destruye la validez de los principios, por lo que no me cabe la menor duda respecto a lo que López Obrador estableció es su testamento político. Bueno, al menos eso creo yo. luissigfrido@hotmail.com