Luis Sigfrido Gómez Campos La desgracia en la que murieron 29 personas y quedaron lesionadas otras 28 en un centro de retención migratorio, es la crónica anunciada de una gran tragedia; la consecuencia de una política pública migratoria inhumana en la que al gobierno mexicano le ha tocado la peor parte: servir de “atajadero” en la larga frontera que tenemos con los gringos. En los hechos seguimos siendo el patio trasero; el tiradero de desechos tóxicos; el aporte de la mano barata de migrantes que realizan los trabajos que ni los propios gringos quieren hacer; la gran maquila de mano de obra barata; la aportación de grasientos peligrosos despreciables a los que los Rangers de Texas persiguen para matarlos; o, como dijera Donald Trump: “gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores…” Eso es lo que somos los mexicanos para los gringos. Y nuestros paisanos sudamericanos que emigran de sus tierras de origen en busca del mítico sueño americano no tienen una consideración distinta, para los gringos somos lo mismo, sólo mano barata dispuesta a entregar la vida en los campos y en los peores trabajos a cambio de poder enviar a su tierra la mísera retribución monetaria cosechada con sangre, sudor y lágrimas. ¿Y los gringos? Bien, gracias. Colocando bardas e imponiendo condiciones oprobiosas a los gobiernos del cono sur americano para que detengan el flujo natural de quienes por extrema necesidad se ven en la imperiosa necesidad de buscar alternativas de vida mejores que las que tienen en sus países de origen. Promueven el “Quédate en casa” solamente como una política de disuasión, pero no estimulan el desarrollo económico regional de esos pueblos que viven en la miseria. Los Estados Unidos de Norteamérica es la nación más rica y poderosa del orbe; pero también es el país que más consume drogas. Los gringos se meten de todo, les encanta experimentar con cualquier sustancia que les genere un tipo de experiencia mental, un viaje hasta el infinito y más allá sin necesidad de desplazarse. Y, como tienen lana, pueden adquirir cualquier menjurje que les produzca algún tipo de placer. Son el mercado más grande de la tierra para el consumo de sustancias prohibidas. Pero los gringos, no obstante que son los consumidores por excelencia de todo tipo de drogas, no se consideran responsables de sus adicciones. Es más fácil echarles la culpa a otros, como en todo. En este mundo globalizado predomina fundamentalmente la ley de la oferta y la demanda; la economía de mercado donde sólo se vende lo que la gente pide resulta lógico que surjan productores para satisfacer las grandes demandas del mercado, y si es droga lo que la sociedad norteamericana pide a gritos, nada raro tiene que surjan como hongos los productores de las sustancias prohibidas. La lógica de la economía de mercado, que no se les olvide, es la ganancia. El gran mercado de los Estados Unidos de Norteamérica no sólo demanda droga; otra de sus grandes necesidades es la mano de obra barata que realiza los trabajos que nadie quiere hacer en ese país del norte. Cuando Donald Trump quería ser presidente de los Estados Unidos, llegó a decir: “México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán más la frontera abierta. El más grande constructor del mundo soy yo y les voy a construir el muro más grande que jamás hayan visto. Y adivinen quién lo va a pagar: México”. Y efectivamente gran parte de su mandato lo dedicó a construir su muro divisorio, el cual, por supuesto, no pagamos. El presidente actual Joe Biden, suele ser más moderado con sus palabras, pero en los hechos ha impulsado una política migratoria similar a la de su predecesor. No quita el dedo del renglón e impone condiciones similares para el flujo migratorio de latinoamericanos. No habla de más, pero es inflexible en su política de dejarnos toda la carga para detener a los migrantes sudamericanos. Esta carga resulta una responsabilidad política demasiada pesada pues no contamos con una infraestructura migratoria que permita albergar con decoro humanitario a los miles de sudamericanos, ni con el personal capacitado en esta delicada tarea. Los puestos migratorios de retención no son presidios, ni los agentes migratorios son carceleros. Como quedó expuesto en el incidente en el que murieron quemados y asfixiados los migrantes sudamericanos, el gobierno contrata empresas para que custodie a los migrantes; las condiciones de encierro son inhumanas y no cuentan con personal con sensibilidad humana para albergar temporalmente a las personas que vienen de países hermanos. En términos de responsabilidad se culpará al personal de migración que, junto con los miembros de una empresa particular cumplían órdenes de poner candados a las celdas y no abrirlas bajo ningún concepto, orden supuestamente dada por el propio Delegado del Instituto Nacional de Migración. Se llegará hasta las últimas consecuencias, declaró la Secretaria de Seguridad Pública Federal. Pero las imágenes de indolencia y falta de humanidad del personal que se encontraba en el centro de detención de la estación migratoria cuando ésta se incendiaba, resulta indignante. luissigfrido@hotmail.com